El caos o cero tolerancia…
“Vivimos una situación de
emergencia. No es tiempo de titubeos ni de querellas: es hora de definiciones y
responsabilidades. No nos abandonaremos a la inercia; la situación es
intolerable. No permitiré que la Patria
se nos deshaga entre las manos. Vamos a actuar con decisión y firmeza”. Miguel
de la Madrid Hurtado. Discurso de su toma de posesión como presidente de la
República el 1º. de diciembre de 1982.
Casi treinta años después,
Felipe Calderón Hinojosa, actual Presidente de México, refiriéndose a su
estrategia contra la mafia del crimen organizado, pronunció hace unos
días, entre otras palabras… “Hasta que entiendan que los mexicanos no
nos vamos a dejar dominar por una bola de maleantes que son una ridícula
minoría, montada sobre el miedo, la
corrupción o la cobardía de muchos durante mucho tiempo”.
Aunque de la Madrid se
refería a la enorme crisis económica que le heredó su antecesor, José López
Portillo, sin embargo su célebre frase ha seguido vigente hasta nuestros días,
acomodándose perfectamente a los diversos problemas que aquejan gravemente a la
nación y que han llevado a concebir la sombría y vergonzosa idea de que somos un
país fallido y que estamos muy cerca, cada vez más, de que se haga realidad lo
que no quería permitir Miguel de la Madrid.
La intervención del actual
Presidente, nacida de su ronco pecho, porque fue producto de la improvisación y
no del discurso elaborado por su equipo de colaboradores, ha sido criticada y
muy cuestionada no solo por los detractores u opositores a su gobierno, también
lo ha sido por distinguidas plumas en los diarios de mayor circulación de la
República. Vamos, ha sido motivo de discusión en reuniones de café por
ciudadanos como usted y como yo, los que coincidimos que Calderón está fuera de
la realidad nacional.
Simplemente, colegimos, basta
entrar en contacto con los noticieros de radio y televisión, para darnos cuenta
que no hay día del año en el que no se informen los hechos violentos
ocasionados por el crimen organizado, el número de detenidos, sus nombres,
alias y nivel jerárquico en sus organizaciones delictivas, cantidad y tipo de
droga decomisada, número y datos de los vehículos de motor asegurados, así como
cantidad y características del impresionante armamento encontrado en estos
últimos y en sus propias “guaridas”, las que no pocas veces son verdaderas
mansiones.
Luego entonces, se antoja
pensar que no existe tal minoría; el problema es saber dónde diablos están en
el vasto territorio nacional, confundidos entre los 110 millones de habitantes.
Por lo pronto no hay más lugares físicos para la delincuencia en los penales
del país, puesto que hace un año el registro era de 222 mil reclusos, hacinados
en tan solo 164 mil espacios. Recuerdo haber escuchado alguna vez que ni el
estadio Azteca sería suficiente para albergar a los delincuentes que andan muy
campantes al lado de nosotros.
Por otra parte, las prisiones
en México están a años luz de las que presumen países como España, siendo
famosa la frase de que las nuestras son verdaderas universidades de la
delincuencia.
Por otra parte, las preguntas
obligadas son ¿cuándo y porqué causas
se originó tal desorden social y nuestra desgracia como país? Las
respuestas son múltiples y muy variadas, desde las que atribuyen al deterioro
de la familia como célula fundamental de la sociedad mexicana, o que es el
resultado de la sobrepoblación y el desempleo; o que los culpables son los tres
poderes de la nación y los partidos políticos.
El asunto no es solo el
crimen organizado, hay otros problemas que nos aquejan como el secuestro, la
violación sexual, la pederastia, la violencia intrafamiliar, el ambulantaje,
los plantones, bloqueos y marchas en las ciudades y vías de comunicación, el
grafiti, la venta de artículos “pirata”, los conductores alcoholizados y un
rosario más de delitos.
La pregunta final es ¿Nos
vamos al caos y que se nos deshaga la nación o exigimos, aplaudimos y apoyamos
a los gobernantes que apliquen acciones drásticas de cero tolerancia y la
puesta en marcha de un programa de renovación nacional con la intervención de
todas las fuerzas vivas de la sociedad? ¿Es esto una utopía o de plano no hay
forma de que vivamos bajo el imperio de la ley?
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