Mis memorias

 A mi edad, y posiblemente desde antes, los humanos sentimos de pronto la necesidad de escribir “todo” o una parte de nuestra vida y publicar el texto; digamos que se trata de dar a conocer una semblanza de lo que queremos que otros se enteren de nuestra vida personal y ratifico: “de lo que queremos”, pues existen pasajes de nuestra existencia que difícilmente se atrevería uno a sacar a la luz, diríase que son momentos que se convierten en top secret y que por lo mismo nos llevaremos al inframundo cuando se termine nuestra existencia; vamos, ni en confesión de muerte podrían exhibirse ante otro mortal. No dudo que haya uno que otro que exhiba algún episodio negativo de su vida, aperturando sus vivencias a quien tenga interés en conocerlas, pero creo que son los menos, es decir unas rara avis. En ese tenor debo expresar aquí que en el 2020 concluí, presenté, publiqué y se inició la difusión de mis dos memorias: “Mi biografía”, donde doy a conocer desde que nací hasta que formé una familia y comencé mi desarrollo profesional, y “Orgullosamente Salubrista”, que comprende un capitulado que se inicia cuando determiné estudiar medicina y luego aborda un periodo de más de 40 años como servidor público en los Servicios de Salud de Oaxaca, el Consejo Nacional de Vacunación, el Consejo Estatal para la Prevención y Control del Sida de Oaxaca y la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad Regional del Sureste.

Pero resulta que el tema que trataré en el presente artículo tiene que ver con la palabra memoria, pero es otro tipo de memoria, la del dispositivo de almacenamiento masivo que emplea memoria flash para guardar la información que puede requerir, y es conocida tecnológicamente como memoria USB (Universal Serial Bus). También se le conoce como Pendrive y se puede conectar a los llamados ordenadores u otros dispositivos electrónicos, desde móviles hasta televisores o consolas, mediante un conector USB. Discúlpenme los licenciados y técnicos en informática si me equivoco en el manejo de estos términos con los que no estoy habituado y por lo mismo solo los transcribo en el texto para los sanos propósitos que me animan.

Acudí a las fuentes básicas vía internet para enterarme que las empresas Trek Technology e IBM comenzaron a comercializar las primeras memorias alrededor del año 2000; en lo personal mis primeros USB los adquirí y utilicé unos cinco años después cuando los encontraba uno en el mercado con capacidad hasta de 8 Gigabytes (GB); después, la industria de estos artefactos de almacenamiento fue incrementando su capacidad de manera vertiginosa y pronto tuvimos en nuestras manos los de 16 y hasta 32 GB; ahora se dispone de USB con mayor capacidad: 64, 128, 256, 512 GB y hasta de un Terabyte (1,024 GB). En realidad es asombroso el grado de avance de esta tecnología de la informática y pronto nos hemos visto incorporados al manejo de los términos que en ella se emplean: Kilobyte, Megabyte, Gigabyte, Terabyte y últimamente Petabyte, los cuales significan una mayor capacidad. Tan solo la memoria de 256 GB (que no he tenido la necesidad de adquirirla) es 1,024 veces mayor al diseño inicial de M-Systems. Por recomendaciones de mi hijo mayor, que es experto en informática, hace varios años adquirí el llamado disco externo de tres terabytes de la marca Toshiba, para respaldar en él mis archivos de la computadora, y a pesar de que una y otra vez lo empleo para tal fin, sin embargo su capacidad de almacenamiento no se agota. Ahora bien, desde que adquirí mi primer USB he sumado por lo menos otra docena, cada vez de mayor capacidad. ¿Saben una cosa? Prácticamente la mayoría llegaron a su límite y actualmente reposan en mi cementerio de memorias usadas, pero de vez en cuando vuelven a la vida si requiero algún archivo en Word, Excel o en Power point, imágenes o videos de familia o de escenas de mis actividades. 

Pero lo que me más me impresiona es la fascinante utilidad de estas pequeñas herramientas, pues lo mismo tenemos en ellas una gran variedad de música, que son un formidable apoyo en la docencia y en las actividades académicas. ¿Qué nos depara el futuro tan solo en una década? ¿Lo verán mis ojos? La ciencia ficción del siglo XX hoy ya se volvió realidad

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