Las barbas de tu vecino…
En lo que va de año la Tierra
se ha convulsionado con cierta frecuencia con movimientos telúricos de
inusitada intensidad. Primero fue Haití, donde perdieron la vida
aproximadamente 200 mil habitantes; luego le tocó su turno a la República de
Chile con menos de mil defunciones, a pesar de que el terremoto alcanzó los 8.7
grados en la escala de Richter, y más recientemente Turquía, donde el número de
víctimas aún no termina de contabilizarse.
Hemos observado las imágenes
por medio de la televisión de los tres terribles eventos y nos ha parecido que,
de alguna manera, son una repetición de otros grandes desastres ocurridos en el
pasado inmediato, cada uno con sus respectivas variantes. En el caso de Haití
fue tan brutal el sismo del 12 de enero, que su gobierno se colapsó totalmente
en los primeros quince días, demostrándose por la parálisis de los servicios
públicos básicos, fundamentalmente los de atención médica, salud pública y
seguridad.
Otro ejemplo de cómo fueron
rebasadas sus autoridades gubernamentales, fue la enorme cantidad de cadáveres
diseminados en la capital del país y en otras localidades afectadas por el
terremoto, al grado de no poder recogerlos,
trasladarlos, clasificarlos, entregarlos a sus deudos o simplemente para
proceder a su incineración o enterramiento en fosas comunes. Las imágenes de la
población deambulando indiferente ante los cadáveres de sus connacionales,
dieron la vuelta al mundo como una demostración de aparente insensibilidad,
pero también de una total desorganización por parte del gobierno del
empobrecido país caribeño.
En esta misma nación, dada la
cantidad de víctimas mortales, quedaron en la orfandad más de dos millones de
infantes y más de tres millones en calidad de damnificados, de ellos 600 mil
permanecen en decenas de míseros campamentos por haberlo perdido todo. También
pudimos observar los clásicos actos de rapiña y los lamentables asesinatos de
algunos jóvenes, producto de la barbarie humana, masacrados en un intento
fallido por evitar el pillaje.
Sin duda, las escenas más
conmovedoras y que motivaron la avalancha de la ayuda internacional para Haití,
fue la lucha por la subsistencia de la población afectada, al precipitarse en
medio del caos y el desorden sobre los responsables de hacer efectiva la
entrega de toda clase de víveres y suministros.
En Chile, las pérdidas
materiales han sido estimadas de manera preliminar en alrededor de 30 mil
millones de dólares por el presidente
Sebastián Piñera, quien recién asumió la primera magistratura de ese devastado
país. El megasismo causó importantes daños en la infraestructura hospitalaria,
en aproximadamente 500 mil viviendas, vías de comunicación urbanas, carreteras
y planteles escolares, entre otros. A estas alturas todavía más de un millón de
estudiantes no retorna a clases.
En este país andino una
variante de la catástrofe fue el tsunami, cuyos efectos ocasionaron graves
pérdidas de vidas humanas y considerables daños a las viviendas e industria
turística de las localidades ribereñas. No dejaron de llamar la atención los
actos de pillaje, a pesar de que esta nación es considerada como una de las más
desarrolladas de Latinoamérica, lo que motivó el establecimiento del toque de
queda, no visto desde los tiempos del dictador Augusto Pinochet.
Finalmente, en Turquía el
sismo apenas superior a los 6 grados, pero de un considerable poder
destructivo, derrumbó miles de viviendas y otros inmuebles en los suburbios más
pobres debido a deficiencias en su construcción. De ahí la enorme cantidad de
víctimas.
El recuerdo del macrosismo
que cimbró a la ciudad de México a las 7:19 horas del 19 de septiembre de 1985,
generando oficialmente más de 10 mil víctimas mortales y miles de personas
lesionadas, desaparecidas y damnificadas, además de los daños materiales, sigue
latente.
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