Coleccionista.
En Por Salud Pública del 10
de marzo del año pasado, el título de mi artículo fue: “El destino de los
libros”, al término del cual me hice algunas preguntas como: ¿Cuántas de las
publicaciones de mi colección están vigentes?, ¿Cuántas realmente llegaré a
terminar de leer?, ¿Cuántas quedarán en el olvido porque nunca cumplirán su
objetivo?, ¿Son sólo un adorno más en uno de tantos hogares del país? En todo
caso, ¿Qué es lo más recomendable que hay que hacer para que tengan un mejor
destino?, ¿O no movemos nada y seguimos igual?, y concluí con la expresión:
…”La misma idea podría aplicarse para otros artículos que me han acompañado a
través del tiempo y que difícilmente deseo eliminar; ¿Esto es preludio de la
vejez?”.
Estimados lectores poned
atención en la frase: difícilmente deseo eliminar, porque este es el motivo de
la presente entrega. Resulta que la semana pasada se transmitió un reportaje en un canal de la
televisión nacional, relacionado con el Síndrome de Diógenes (filósofo griego
nacido en Sínope <413-327 a. de J.C> conocido por su desprecio por la
riqueza y por las convenciones sociales y crítico con mordaz ingenio de las
costumbres y creencias de su tiempo. Pequeño Larousse ilustrado). En el
mencionado reportaje se presentaron varios casos muy ilustrativos de dicho
Síndrome, como el de un individuo de la tercera edad cuya vivienda estaba
ocupada por una gran cantidad de trebejos acumulados por años; él mismo, como
ejemplo, mostró una colección de por lo menos dos centenares de agitadores de
bebidas alcohólicas que mantenía en un recipiente de plástico, con el polvo
acumulado por el paso del tiempo.
Otros casos fueron los de dos
mujeres, las que en su soledad, por separado, mantenían una gran cantidad de
perros en su departamento. Una de ellas, además, tenía por lo menos una
treintena de gatos. Ambas mujeres ya habían sido denunciadas por sus vecinos
por los fétidos olores que producían los desechos de sus animales y porque
estos daban lástima por los signos de desnutrición que eran muy obvios,
imágenes que pudimos observar los televidentes. La reportera de la televisión
comentó que la mujer poseedora de perros y gatos, los alimentaba arrojándoles
unas cuantas croquetas como si fueran palomas, esa era la razón de su grave
desnutrición. Sin ir más lejos, en los años 90´s intervine para que un par de
ancianitas que ocupaban un departamento en el centro de la ciudad, aceptaran
que tenían en sus habitaciones decenas de gatos con las consiguientes
afectaciones al vecindario. Las dos lo negaban pero sus ropas estaban
impregnadas del pelo de los felinos; ante la amenaza de clausurarles su
departamento, finalmente sólo se quedaron con unos cuantos animales.
Es muy probable que el
reportaje se haya derivado de una serie de televisión de Discovery Channel,
pues en el mismo se hacen entrevistas a personas compulsivas, acumuladoras de
objetos muy diversos, los que no los necesitan realmente. Puede decirse que se
encariñan con ellos aunque no sean de utilidad alguna en su vida y solo sean
basura, haciendo casi inhabitable su hogar. Esto es lo que se conoce como
Síndrome de Diógenes, el cual se caracteriza por un total abandono personal y
social, por aislamiento voluntario y casi siempre acompañado de un gran acúmulo
de desperdicios domésticos, cajas de documentos e incluso de dinero.
Cuando se coleccionan objetos
de manera exagerada es posible hablar del famoso síndrome, como un grave
problema psicológico que puede derivar en una psicosis. Se estima que cerca del
12% de la población lo padece, según estudios realizados en países
desarrollados. Sin embargo, esto no quiere decir que el coleccionar un
determinado objeto represente un signo de alarma, pues coleccionar cosas de
manera controlada representa un beneficio para la salud mental, pues permite el
desarrollo de actitudes como la constancia, el orden, la paciencia, etc., y resulta
ser un hobby que brinda un sano
entretenimiento a quien lo practica.
La colección de objetos puede
ser de lo más variado en el mundo; entre ellos tenemos relojes, alhajas, autos
miniatura, muñecas, lapiceros, libros, tazas decoradas, platones, animales
disecados o vivos, armas blancas y de fuego, timbres postales, carteles,
zapatos, ropa íntima, estatuillas, monedas, postales, billetes, gorras,
sombreros, paraguas, caballos pura sangre, gallos de pelea, discos LP, casetes,
DVD´s, películas en diversos formatos, llaveros, pulseras, documentos
escolares, documentos oficiales, estados de cuenta, notas y artículos
periodísticos. Bueno, la colección de “conejitas” del imperio Play Boy del
eterno Hugh Marston Hefner se cocina aparte.
Es cierto que la colección de
objetos no es propia de nuestros tiempos, pero es evidente que ha crecido de
manera importante y en muchos casos puede llegar a ocasionar una perversa
adicción a la adquisición de lo que atrae al coleccionista, hasta llevarlo a la
ruina económica. Se dice que se vuelve una obsesión en aquellos sujetos que
presentan una “vulnerabilidad personal”, es decir, quienes padecen de baja
autoestima, pocas aptitudes sociales y problemas a la hora de solucionar
determinadas situaciones. Según especialistas cuando existe algún problema de
índole personal el coleccionismo compulsivo les ayuda a sentirse mejor.
Recientemente se inauguró en
la Ciudad de México el Museo de arte Soumaya, propiedad de Carlos Slim Helú, el
hombre más rico de la tierra, en honor de su extinta esposa Soumaya Domit. Ahí
se concentra parte de las 66 mil piezas de arte que ha adquirido el que también
es considerado como uno de los diez coleccionistas de arte del planeta.
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