Dejar de fumar: propósito de año nuevo.
No es nada nuevo que uno de los propósitos más frecuentes al concluir un año e iniciar el siguiente sea el dejar de fumar. Tanto lo es como la pretensión de bajar de peso, hacer ejercicio físico y reducir la ingesta de bebidas alcohólicas. Sin embargo, del dicho al hecho hay mucho trecho, dice el viejo refrán, pues conforme avanzan los días, las semanas y los meses, para una inmensa mayoría de ilusos sin control la vida vuelve a su cauce normal, cuando no se tiene voluntad, disciplina férrea y amor por uno mismo… o cuando la adicción o el problema de salud ha adquirido carta de permanencia, es decir, se ha hecho crónica y es muy difícil, si no imposible, modificar pétreas conductas adquiridas casi siempre a temprana edad.
En el caso del tabaquismo se ha dicho y se ha escrito tanto a partir de que científicamente comenzaron a demostrarse los efectos dañinos de las sustancias cancerígenas contenidas en cada cigarrillo. Los mismos médicos, incluidos los especialistas relacionados con las patologías ocasionadas por el hábito de fumar, como es el caso de los cardiólogos y los neumólogos, y, lo que es peor, por no pocos cirujanos y epidemiólogos, tardaron décadas para eliminar el cigarrillo de su vida diaria en los propios centros hospitalarios de mayor prestigio a nivel mundial y por supuesto en nuestro país. Qué mejores ejemplos de esto último cuando recordamos la manera como se fumaba en el interior del antiguo Hospital de Huipulco en la ciudad de México, dedicado, paradójicamente, a la atención de las enfermedades de las vías respiratorias, y en los mismos Institutos Nacionales de Salud. ¿Alguien recuerda a su médico cuando recomendaba dejar de fumar, teniendo entre sus dedos un cigarrillo en su mismo consultorio? De ese tamaño era el problema.
En realidad la toma de conciencia de este último se inició ya muy avanzado el siglo XX; antes de ello, por siglos, desde la expansión del hábito de fumar en todo el mundo hasta entonces, generación tras generación incorporó a este último como parte de su vida, como algo normal y socialmente aceptado y casi obligatorio. No olvidemos que la industria cinematográfica incluyó invariablemente escenas donde el consumo de un cigarrillo era parte de una
conversación, de un momento romántico, de soledad y hasta de reflexión. Ni que decir de aquellas donde la fiesta adquiría un ritmo frenético con el consumo de bebidas alcohólicas y cigarrillos, lo que siempre ha sido un tremendo cocktail cuando se pierde el control.
Indudablemente, esta situación se ha ido modificando y cada vez hay menos críticos acervos, generalmente fumadores empedernidos, que no ocultan su intolerancia hacia las medidas tendientes a la prevención del tabaquismo, emprendidas por casi 200 Estados miembros de la Organización Mundial de la Salud. Tales medidas se abordan en las Disposiciones del Convenio Marco para el Control del Tabaco. Bajo la conducción de la misma OMS se han aplicado múltiples medidas para abatir de manera significativa los efectos nocivos de su consumo, entre ellas destacan las políticas públicas que están dirigidas a la población en general, como la prohibición de la publicidad directa e indirecta del tabaco, incremento a los impuestos y precios de los cigarrillos y puros, certificación de espacios sin humo en lugares públicos, planteles escolares y centros de trabajo, así como la incorporación de mensajes y fotografías relacionados con los efectos dañinos a los órganos blanco del cuerpo humano.
A pesar de ello, todos los días podemos observar, desde que amanece, a miles de fumadores impelidos por la ansiedad de inhalar un cigarrillo en donde se les ocurre. Lo lastimoso sigue siendo que la mayoría son jóvenes de ambos sexos, cada vez de menor edad. Me pregunto: ¿Cuál es el impacto real de las imágenes y recomendaciones impresas a todo color y bastante visibles en las cajetillas de los cigarrillos? Los trabajadores de la salud, especialmente los médicos, tenemos una enorme responsabilidad con la sociedad para eliminar el tabaquismo; prediquemos con el ejemplo y divulguemos las bondades de tener un cuerpo y mente sanos.
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