El panteón de Puerto Escondido:


Ofensa para sus moradores.
¿Vuelve el polvo al polvo? ¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es vil mentira, podredumbre y cieno?
¡No sé; pero hay algo que explicar no puedo,
que al par nos infunde repugnancia y duelo,
al dejar tan tristes, tan solos los muertos!
Gustavo Adolfo Bécquer.

¡Cuánta verdad revela la magnífica rima del afamado poeta y narrador sevillano!, pero alcanza una mayor dimensión cuando se despide a un difunto en el cementerio, como nos sucedió el último fin de semana a quienes acompañamos hasta su última morada el cadáver del hermano mayor de mi esposa, quien radicó en Puerto Escondido por más de tres décadas. Mi cuñado Fernando, que así se llamó el hoy occiso, seguramente fue varias veces a ese sitio de reposo eterno para asistir a los funerales de sus amistades, pero jamás pensó que ahí quedarían para siempre sus restos, dado que en el panteón general de la Ciudad de Oaxaca todavía existen dos espacios en el lote de la familia, y como su crónica y avanzada enfermedad  lo hicieron venir a la capital varias veces en los últimos años, todo hacía suponer que aquí terminarían sus últimos días y por ende se llevaría a cabo su sepelio.


El caso es que en el susodicho panteón de Puerto Escondido la madre tierra recibió sus restos mortales, dejándonos, además del dolor y tristeza que son propios de tan amargos acontecimientos, un total desencanto y desolación al observar las terribles condiciones en que se encuentra ese lugar, el que luce totalmente en el más lamentable abandono, a tal grado que constituye una verdadera ofensa para sus moradores y por supuesto para los familiares y amistades de estos últimos. Es vergonzoso que al parecer nadie se preocupe por modificar la imagen que hoy tiene ese cementerio, una imagen de abulia total, pues por doquier se contempla basura y desechos de todo tipo, tierra suelta, hierba crecida, insectos rastreros, etc. Además, básicamente no existe una adecuada distribución de los espacios, no hay límites entre los lotes de tumbas, no hay propiamente pasillos entre ellas; da la impresión de que simplemente se autorizan los espacios sin ton ni son, los que terminan siendo verdaderos “chipotes”.

Por el carácter de Ciudad y Puerto que ha alcanzado este sitio turístico de Oaxaca, por la población que tiene y que es ya es significativa, no se merece un panteón con tales deficiencias, ni tampoco las condiciones de subdesarrollo que son ostensibles desde que uno atraviesa por su principal vía de acceso. Mejor en otras localidades de la costa oaxaqueña de menor envergadura como Mazunte, Escobilla, Puerto Ángel y Zipolite, pobladores y autoridades se dieron a la tarea de prepararse para presentar, ante los ojos de los visitantes nacionales y del extranjero, la mejor imagen posible, sobre todo de limpieza, pues de acuerdo con las notas periodísticas de los días previos a la Semana Santa, toneladas de basura orgánica e inorgánica fueron retiradas de las playas, calles y sus alrededores. Sin duda, el área de Zicatela es la que muestra una mejor imagen; es ahí donde ahora se concentra la mayor parte del turismo y donde se localizan los restaurantes y cafeterías que en estos días registran un lleno absoluto. Ya no son terrenos exclusivos de quienes practican el surfing, ahora arriba ahí toda clase de personas, sobre todo por las tardes y noches.

Volviendo al tema central de este artículo, cualquiera que valore su existencia y su autoestima sea por lo menos normal, desearía que al morir, su cuerpo repose en un panteón limpio, rodeado de árboles y flores y que en las mañanas y por las tardes sólo el trino de los pájaros haga más cálido el ambiente. No puede uno apartarse de la moda actual de optar por la cremación o incineración, mediante la cual terminará el kilogramo y medio de cenizas corporales en una pequeña caja de madera, posiblemente colocada en  un nicho, sea en un templo, en un cementerio o en la casa de la familia. Finalmente, por salud pública, permítaseme un exhorto a los habitantes de Puerto Escondido, para que transformen radicalmente el que va a ser, para muchos, su última morada  y es hoy en día donde descansan sus seres queridos.

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