Signos del subdesarrollo.
En materia de salud pública se hizo clásica la frase:
“Dime la tasa de mortalidad infantil de tu país y te diré qué grado de
desarrollo tiene”, y en cierto modo la respuesta generalmente era acertada de
acuerdo al dato estadístico solicitado, porque las sociedades más paupérrimas
casi siempre tenían una elevada mortalidad infantil; sin embargo, resulta que
gracias a los extraordinarios avances científicos y tecnológicos de las
ciencias médicas es posible ahora evitar las muertes de los menores de 15 años
y prolongar la existencia de las nuevas generaciones por arriba de los 75, como
sucede en nuestro país. Mucho han tenido que ver el impacto de las acciones de
vacunación universal, el uso del suero Vida Oral para el control de las
enfermedades diarreicas, el arsenal de medicamentos y de estos los
antibióticos, así como el desarrollo de más de 45 especialidades y
subespecialidades médicas y quirúrgicas que tienen como sede los hospitales de
segundo y tercer nivel de atención, así como los grandes centros médicos y los
institutos nacionales de salud, los que disponen de un equipamiento cada vez
más sofisticado y preciso.
Sin embargo, a pesar de que hemos logrado como país
una esperanza de vida, cuya tasa puede competir con las que registran algunos
de los países más desarrollados del mundo, existe una diferencia abismal con
estos últimos con respecto al grado de cultura de la salud alcanzado; incluso en México las asimetrías entre entidades
federativas y regiones son de tal magnitud que resultan impresionantes los
enormes contrastes que se pueden observar entre unas y otras; y todavía más, la
brecha puede ser mayor cuando se visitan las microrregiones, municipios,
agencias municipales, agencias de policía y las pequeñas rancherías;
conglomerados que conforman las áreas urbanas, suburbanas y rurales.
La capital de nuestro Estado es un buen ejemplo de lo
expresado, pues observe Usted, amable lector, lo cotidiano, el pan nuestro de
todos los días: los vehículos que transportan agua para consumo humano en
deplorables condiciones físicas externas, ni siquiera limpios; lo mismo sucede
con los autobuses urbanos de pasajeros e incluso hasta los taxis que antaño
relucían de limpios al abordarlos; así mismo vehículos inapropiados para el traslado
y distribución de productos cárnicos a
los mercados y carnicerías, la mayoría sumamente sucios y con un tratamiento
nada higiénico por parte de los trabajadores. Hasta en las propias colonias y
barrios residenciales que se precian de un mayor desarrollo llegan todos los
días los vendedores a domicilio de pollo destazado, los cuales transportan en
un canastón de plástico y lo expenden sin ninguna medida de higiene; no se diga
de la venta de tamales y atole mediante el uso de triciclos, lo cual es lo de
menos, lo importante es la indumentaria y la falta de buenas prácticas de
higiene por parte de los humildes trabajadores, muchos de ellos del sexo
femenino. En este último caso sólo hay que observar las uñas de sus manos para
darse una idea de lo que estoy señalando.
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