BIS. Abismo de pasión.

Por fin terminó ese bodrio de telenovela que en España denominan culebrón. ¿Pero qué tiene que ver ese asunto con la Salud Pública? Pues yo sí encontré por lo menos una razón para comentarlo con ustedes amables lectores. Por si son damas y caballeros no aficionados a las radio o telenovelas les informo que con el año Televisa inició en el horario estelar de 21:30 a 22:30 horas una serie de ese tipo con un título distinto al que, según me dicen, tuvo en otra época; la telenovela salió al aire con el atractivo, impactante y vendible nombre de “Abismo de pasión”. No voy a entrar aquí en detalles que no ha lugar, como se maneja en la jerga de los abogados, lo que sí puedo decirles es que en algún momento de mi niñez llegué a acompañar a mi santa madre, que en paz descanse, a escuchar por las noches alguna novela por la radio como “Corona de lágrimas” protagonizada por Doña Prudencia Grifell, la que nos hizo llorar a dúo no pocas veces por la tragedia que vivía una viejecita. Desde entonces no volví a interesarme por ese tipo de entretenimiento principalmente nocturno, hasta ahora pero forzado por circunstancias muy especiales; les diré por qué.

Resulta que en la tercera semana de enero fui objeto de una intervención quirúrgica, por lo que me vi obligado, para mi recuperación, en permanecer en casa cerca de un mes. Con el televisor enfrente de mi cama de repente pasé a formar parte del ejército de personas, la mayoría del sexo femenino, me supongo, que se hicieron adictos a la susodicha telenovela, la que por cierto mantuvo un elevado rating durante largos ocho meses. Pensé que al volver a mi ritmo normal de actividades dejaría de ver ese espectáculo por las noches en lugar de dedicarme a otros menesteres, pero no, antes al contrario, hagan de cuenta que un imán me jalaba y de pronto ya estaba muy atento al inicio de cada capítulo, a grado tal que mi esposa llegó a llamarme la atención porque mejor yo que ella, me apresuraba para encender la televisión justo a tiempo. Varias veces intenté no volver a ver ni un capítulo más, fundamentalmente por las poco creíbles situaciones creadas por quienes diseñaron el guión y por quien dirigió las escenas; en no pocas ocasiones me levanté contrariado por estar en total desacuerdo con el roll que de pronto asumían todos los protagonistas y particularmente los principales actores. Es más, por varios días soporté no volver a plantarme frente al televisor y me dediqué a otra cosa, sin embargo volvía por el “gusanito”, más que nada por ver el fin de todos los villanos, hasta que el domingo dos de septiembre los malos tuvieron su merecido y los “buenos” su recompensa y un final feliz, como era de esperarse. Ahí concluyó mi tormento y ya no más telenovelas de aquí en adelante. Ese es mi compromiso en familia.

¿Pero qué tiene que ver todo eso con la salud pública? Bueno, les contaré que el guionista, el director y el productor de “Abismo de pasión” ni idea tienen de lo que es el sistema de salud de nuestro país; ignoran que éste se dispone de niveles de atención; que en el primero de ellos, donde se atiende el 85% de la patología que se presenta en la población la atención es eminentemente ambulatoria, de consulta externa por médicos generales o, en la mayoría de los casos por un pasante de medicina. Son establecimientos destinados fundamentalmente a las acciones de promoción de la salud y a la prevención de enfermedades transmisibles, crónicas y degenerativas. Los menos complejos se encuentran en el área rural y los que disponen incluso, de servicios de apoyo al diagnóstico y tratamiento se ubican en las áreas urbana y suburbana. El segundo nivel de atención está integrado por una gran variedad de hospitales, donde además de la consulta externa, el común denominador es la atención de urgencias y el servicio de hospitalización con médicos de las cuatro especialidades básicas: Pediatría, Cirugía, Ginecología y Obstetricia y Medicina Interna. Ahí se atiende el 12% de la patología de la población. Por último, el tercer nivel lo conforman los Centros Médicos Especializados y los Institutos Nacionales de Salud donde la ciencia médica dispone de la más alta tecnología y la consulta externa, los servicios de terapia intermedia y cuidados intensivos y de hospitalización, representan lo más avanzado del país. En ellos se resuelve el 3% de la patología, que es la más compleja y costosa y tienen en común un elevado nivel de enseñanza e investigación.

En la multicitada telenovela uno de los protagonistas es un médico de una localidad híbrida, más urbana que rural, profesional que todo lo resuelve en un centro de salud que parece privado y que dispone de la tecnología propia de hospitales de segundo y tercer nivel. Ahí el médico en cuestión está en todo, además de cubrir funciones de dirección es cirujano y multiespecialista, observándose situaciones inverosímiles en cuanto al manejo crítico de los pacientes que atiende. Dos o tres pacientes, para su fortuna, sí los refiere a un nivel apropiado, pero lo inaudito ocurre al final, cuando desahucia a la principal protagonista y ésta sana como por arte de magia con el poder de la curandera del pueblo. He ahí el craso error, al mostrar al teleauditorio un modelo de atención que no corresponde a la realidad.

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