Los hospitales no se incendian.
¡A, cómo de que no!, lo que pasa es que el título de este artículo se refiere al de un documental que fue producido para complementar la teoría en los cursos de capacitación en materia de desastres, particularmente en el caso de un incendio. La aseveración de que los hospitales no se incendian es producto de un diálogo entre trabajadores de un nosocomio, en donde uno de ellos le expresa al otro que no es posible que ocurra un desastre de tal magnitud en un sitio considerado como un templo para la salud; sin embargo, sucede que el hospital es objeto de una terrible conflagración ígnea en algún momento de la noche, cuando un paciente irresponsable se duerme en su cama con un cigarrillo encendido. Es obvio que el personal al que me refiero no había sido objeto de capacitación en materia de desastres.
Recuerdo un hecho de la vida real en relación al tema de los incendios que se salen de control, cuando se quemó totalmente la panificadora “La Providencia” ubicada en la colonia Romero Rubio de la Ciudad de México; eso sucedió en 1956 cuando yo tenía 8 años de edad y trabajaba cinco horas en las tardes en calidad de mocito. Una de esas tardes penetré al área de los hornos por una canasta de pan blanco, de repente sentí una ola de calor al pasar por un pasillo por el que se llegaba al área donde se alimentaban de combustible tales hornos, dándome cuenta que salían de ahí grandes llamaradas de fuego, lo que me orilló a entrar gritando de súbito al área del amasijo para informarle al jefe de los panaderos, quien tranquilamente fue a observar lo que pasaba, dándose cuenta que las llamas y el humo ya impedían el paso en ese lugar. Lo que siguió fue una verdadera conmoción pues el fuego invadió todas las instalaciones de la panadería y los intentos por sofocarlo de todos los trabajadores, incluidas las empleadas de mostrador fueron inútiles, con cubetadas de agua, con tierra que arrojaban los vecinos desde la calle y con todo lo que se podía. Aquello se volvió de repente en un verdadero infierno y nunca se utilizó algo parecido a un extintor. En cuestión de minutos se acabó nuestro centro de trabajo y cuando llegaron los bomberos y concluyeron por apagar los últimos reductos del incendio ya era demasiado tarde. Entramos al inmueble y todo estaba en ruinas, escombros por doquier en medio de grandes charcos de agua producto del trabajo de los heroicos tragahumo. Son imágenes imborrables que marcaron la vida del niño que era por entonces. A pesar de todo, “La Providencia” emergió de sus cenizas y dos años después volví a la misma. Hace poco regresé a ese sitio y ahí está, moderna y desafiando el tiempo.
Tal vez por la fuerte impresión que me causó la película que comenté al iniciar este artículo y luego por la tremenda experiencia que acabo de narrar, es por lo que sentí un gran interés por el curso/taller al que asistí hace unos días para aprender los conocimientos básicos relacionados con la prevención y control de incendios. Durante el mismo, los asistentes recibimos una cátedra de quien tiene la teoría y la experiencia de varias décadas de dedicarse a las acciones inherentes a la seguridad y protección civil y cuya capacidad de transmisión del conocimiento es sencillamente extraordinaria y muy amena; diríase que el instructor tiene muchas “tablas” y sobre todo una gran pasión por lo que enseña, elevado civismo y un profundo sentimiento de solidaridad hacia sus semejantes.
Abordó, la parte teórica del curso con el apoyo de una excelente presentación en power point y empleó varias técnicas didácticas y varias dinámicas que permitieron mantener constante la atención y participación de todos, pero sin duda el momento que nos dejó un buen sabor de boca y una gratísima y edificante experiencia fue cuando dirigió la parte práctica del curso, con un simulacro para apagar un nicho de fuego con el uso del extintor. Seguro estoy que a nadie de los que ahí estuvimos se nos van a olvidar las magníficas instrucciones de Don Marco Antulio Salazar Gómez, Técnico en Seguridad Industrial. Ojalá nuestro país tuviera muchos elementos de su calidad humana y profesional como él. Reciba mi reconocimiento.
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