B. El Epidemiólogo vs Maestro en Salud Pública.
Es el encargado de desfacer los entuertos que la naturaleza (o más frecuentemente los hombres) ocasionan sobre la salud humana. Es él quien debe conocer las múltiples circunstancias cuya resultante es la pérdida del nivel de salud, como también proponer, supervisar, normatizar, ejecutar o evaluar las soluciones para conjurar un problema sanitario. Es quien debe estar atento y vigilante de las realidades, cambios y tendencias ecológicas que imprimen modalidades endémicas y epidémicas a las enfermedades. Siempre con la respuesta técnica ante la conducta de las autoridades, tendrá que ver cómo, en muchas circunstancias se siguen programaciones diferentes a las propuestas por él, sabiendo que tiempo después se recurrirá nuevamente a sus conocimientos para enderezar lo que sale mal; entonces será tarde y lo más probable es que lo hagan responsable del fracaso. Y, no obstante, su capacidad y el prestigio que tiene la especialidad, tendrá que aguantar la injusticia sin protestar, porque depende de su sueldo: no tiene consultorio, ni clínica que le permitan enfrentar con altanería la crítica inmerecida.
Cuando realiza sus estudios en el gabinete, los médicos de otras especialidades le dicen despectivamente “médico papelero”; cuando trabaja en el laboratorio todos se preguntan qué hace allí, ya que no es bioquímico; cuando realiza sus investigaciones de terreno lo acusan de hacer turismo; cuando en sus trabajos afronta proyecciones geográficas, climáticas, sociológicas, culturales o políticas, lo critican por opinar sobre esas disciplinas sin tener especialización en ellas. Así lo vemos en las instituciones, en los laboratorios, en las selvas y desiertos, con sus tubos y sus sueros, con su regla de cálculo, con sus frascos de bichos, con las jeringas, las vacunas y las planillas. Deambulando. Nadie se acuerda de él salvo en las emergencias. Sin embargo, da las bases a la totalidad de los programas sanitarios existentes. Algún ministro o algún director, de vez en cuando, le habla de lo importante que es su trabajo; pero nadie – ni los gremios de profesionistas que lo olvidan como colega- se preocupa de las condiciones en que trabaja, del tiempo que pasa lejos de su familia, de su sueldo bajo e insuficiente, de la dedicación archi exclusiva que deba da a su tarea.
Eso, todo eso, explica por qué hay tan pocos Epidemiólogos “en serio”. A cambio de los sinsabores habituales, conocerá mundo y gente, ambientes y condiciones humanas que los demás leen en los libros o ven en películas cinematográficas.
Pero evidentemente, la Ecología de la Salud o Epidemiología debe tener “algo” para que haya profesionales que después de pasar veinte años entre sus estudios primarios, secundarios, preparatorios y universitarios, se dediquen a ella, renunciando a muchos bienes de confort, a la solvencia económica que suele dar el ejercicio libre de la profesión, al “gracias, Doctor” que acompañando un cajón de champaña – o una estatuilla de jade chino- suele adjuntarse al con que se paga la cura de un familiar. Sí, la Ecología Sanitaria o Epidemiología tiene “algo”. Es la más apasionante de las especialidades médicas y, también, no podemos negarlo, la más pedante. Porque su misión es explicarlo todo, preverlo todo, prevenir todo. Bueno, saberlo todo”.
Carcavallo, R. y Palencovich, A.
Nota: Documento no publicado. Sirvió de referencia para el artículo IX. Maestría en Salud Pública.
Cuando realiza sus estudios en el gabinete, los médicos de otras especialidades le dicen despectivamente “médico papelero”; cuando trabaja en el laboratorio todos se preguntan qué hace allí, ya que no es bioquímico; cuando realiza sus investigaciones de terreno lo acusan de hacer turismo; cuando en sus trabajos afronta proyecciones geográficas, climáticas, sociológicas, culturales o políticas, lo critican por opinar sobre esas disciplinas sin tener especialización en ellas. Así lo vemos en las instituciones, en los laboratorios, en las selvas y desiertos, con sus tubos y sus sueros, con su regla de cálculo, con sus frascos de bichos, con las jeringas, las vacunas y las planillas. Deambulando. Nadie se acuerda de él salvo en las emergencias. Sin embargo, da las bases a la totalidad de los programas sanitarios existentes. Algún ministro o algún director, de vez en cuando, le habla de lo importante que es su trabajo; pero nadie – ni los gremios de profesionistas que lo olvidan como colega- se preocupa de las condiciones en que trabaja, del tiempo que pasa lejos de su familia, de su sueldo bajo e insuficiente, de la dedicación archi exclusiva que deba da a su tarea.
Eso, todo eso, explica por qué hay tan pocos Epidemiólogos “en serio”. A cambio de los sinsabores habituales, conocerá mundo y gente, ambientes y condiciones humanas que los demás leen en los libros o ven en películas cinematográficas.
Pero evidentemente, la Ecología de la Salud o Epidemiología debe tener “algo” para que haya profesionales que después de pasar veinte años entre sus estudios primarios, secundarios, preparatorios y universitarios, se dediquen a ella, renunciando a muchos bienes de confort, a la solvencia económica que suele dar el ejercicio libre de la profesión, al “gracias, Doctor” que acompañando un cajón de champaña – o una estatuilla de jade chino- suele adjuntarse al con que se paga la cura de un familiar. Sí, la Ecología Sanitaria o Epidemiología tiene “algo”. Es la más apasionante de las especialidades médicas y, también, no podemos negarlo, la más pedante. Porque su misión es explicarlo todo, preverlo todo, prevenir todo. Bueno, saberlo todo”.
Carcavallo, R. y Palencovich, A.
Nota: Documento no publicado. Sirvió de referencia para el artículo IX. Maestría en Salud Pública.
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