Disfunción conyugal y psicopatología infantil

En un estudio realizado por los Dres. Mauricio Leija Esparza, Israel Itzaman Jiménez Navarro y Lidia Karina Macías Esparza (Salud Mental 2015; 38 (3): 209-215), cuyo título es: “Funcionamiento conyugal en padres de familia que llevan a sus hijos a una evaluación psiquiátrica”, en el capítulo de la discusión y conclusión expresan que “Pasar por alto los conflictos conyugales tiene enormes implicaciones en la evolución, pronóstico y respuesta al tratamiento de los pacientes en edad pediátrica. Si un niño recibe un tratamiento psicofarmacológico o psicoterapéutico individual, pero el contexto en que se produjo la psicopatología no cambia, la intervención realizada es solo un paliativo de los síntomas. Las medidas paliativas, como sucede en toda la práctica médica, sólo deben adoptarse cuando se han agotado los recursos terapéuticos disponibles al momento de la intervención”. Es de suma relevancia cuando señalan que “iniciar un tratamiento psiquiátrico en un menor de edad sin evaluar al resto del sistema familiar, sólo porque los progenitores así lo solicitan, nos enfrenta a problemas éticos que no debemos soslayar”; esto quiere decir, en otros términos, que “si no se tiene certeza respecto de lo que sucede con la pareja, puede conducir a que el médico especialista de niños con psicopatología complique más los problemas de la familia; esto es, sin que lo sepa, es posible que crea que está logrando una alianza con uno de los progenitores, cuando en la realidad estará interviniendo en una coalición encubierta por ellos”.

Me parece fundamental la cita de los autores de esa investigación, del famoso médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo Carl Jung, cuando escribió acerca de la falsa actitud familiar, señalando que “el niño es a tal punto una parte de la atmósfera psicológica de los progenitores, que las dificultades secretas e irresueltas entre ellos son susceptibles de influir notablemente en su salud. Casi diría que el conflicto abierto o la dificultad visible jamás ejercen tal efecto infeccioso, y sí, en cambio, las dificultades y problemas que los padres guardan ocultos o inconscientes”.

En realidad, el estudio sólo fue aplicado a 48 niños y adolescentes, con edades comprendidas entre los 6 y 16 años, y a 76 progenitores; sin embargo, sus resultados son muy valiosos, sumándose a las aportaciones de otros autores a nivel mundial que abordan este tema de vital trascendencia para la prevención, detección, atención, eliminación y control de los desajustes en la esfera mental de nuestros niños y jóvenes. Agrego, que la problemática conyugal que conduce, en concreto, a un hogar con un ambiente tóxico, se expresa coloquialmente con el término “desintegrado”; así, para el común de la población es frecuente el uso del mismo cuando los problemas internos de una familia rebasan su hogar y se hacen del conocimiento de los individuos que la conocen, sean parientes, amistades o simples vecinos.

Sin duda, esa atmósfera de la que habla Jung, repercute indiscutiblemente en la tierna mente infantil desde los primeros cinco años de su vida, cuando se encuentra en pleno desarrollo su cerebro. Así, todo lo que percibe en su hogar el infante hasta su adolescencia va a contribuir poderosamente en su salud mental en ese largo periodo y luego en su futuro comportamiento en la edad adulta. Con frecuencia, los progenitores se sienten las víctimas ante los actos en los que llegan a incurrir sus hijos con algún trastorno de su salud mental, cuando son aquellos los que contribuyeron con su conducta a la problemática de sus descendientes, negándolo, al tiempo que asumen que el problema es causado por sus propios vástagos, a lo que agregan que este es derivado del ambiente externo al hogar, en donde su psicopatología facilita su incorporación al nebuloso mundo de las adicciones, lo que agrava su situación de salud. De ahí que el tratamiento que se les ofrece a sus hijos no puede llegar a la curación mientras no se incluya a los cónyuges a una terapia de pareja, es decir a un manejo integral de esta problemática familiar. Que la pareja lo acepte ya es un enorme paso en la sanación de la verdadera víctima.

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