Doña Conchita y Don Elías un matrimonio ejemplar



A quien reconoce y valora sus raíces,

siente orgullo y satisfacción por ellas,

las defiende y las difunde,

le felicito por su sensibilidad.

El autor.



Doña Conchita nació el 08 de diciembre del año de 1930 en una pequeña localidad rural de nombre Chamácuaro, cercana a la hoy ciudad de Acámbaro en el estado de Guanajuato, a finales de la llamada “Guerra Cristera”. Fue bautizada a escondidas y fue registrada civilmente como Concepción Almanza Saucedo. Quedó huérfana de padre a los ocho años, pues este falleció como consecuencia de la picadura de una víbora de campo conocida como coralillo. La muerte de Don Donado Almanza, su progenitor, ocasionó el traslado de la pequeña familia de Doña Juanita Saucedo Borjón y sus tres pequeños hijos, ubicándose en la entonces delegación de Xochimilco en la hoy Ciudad de México. Los primeros años que vivieron ahí representaron sufrimiento y problemas para subsistir en una pequeña vivienda. La niña Conchita fue “adoptada” por distintas personas con autorización de su madre, las que le dieron un trato muy variable, pues por una parte recibió una deficiente alimentación tanto en calidad como en cantidad, nutrición, golpes, baños con agua fría y por otra las atenciones que normalmente reciben los hijos de una familia integrada; así llegó a la adolescencia mientras que Doña Juanita se empleaba primero como lavatrastes en el famoso restaurante “Los Manantiales”, pero su afán de aprender la llevó a ocupar el cargo de cocinera principal de ese lugar. Sin embargo, tras varios años de laborar ahí decidió acercarse al centro del entonces Distrito Federal donde realizó diversas actividades y ya pudo integrarse con sus tres hijos.

A sus 14 años la joven Conchita, que apenas sabía leer y escribir, dividió su tiempo en varias actividades para apoyar económicamente a su madre. Alrededor de los 15 años Su audacia y buena voz la llevó a concursar en un programa de la radiodifusora XEQ, el cual ganó pero Doña Juanita le impidió que aceptara el contrato que le ofrecieron con la idea de que no la volvería a ver; fue en esa época que conoció al que sería su esposo por poco más de 50 años; con quien contrajo matrimonio en una situación de pobreza el 31 de octubre de 1947. Su cónyuge, don Elías Ramírez López Asiel, nacido el 20 de julio de 1921 en una localidad rural de la sierra de Ixtlán en el estado de Oaxaca, había quedado huérfano de padre y madre antes de sus 15 años; trabajó un corto tiempo como mozo y vendedor de telas en la capital del estado, pero su interés por lograr una mejor vida lo hizo trasladarse a la Ciudad de México, apoyado por un profesor de escuela primaria; en ésta última permaneció internado en dos colegios públicos, en el primero de ellos realizó la secundaria y en el otro la preparatoria; quiso estudiar Jurisprudencia en la UNAM pero la falta de recursos lo orilló a incorporarse al ejército en donde se mantuvo acuartelado con una pequeña percepción salarial, capacitación y entrenamiento militar, uniformes, alimentos y dormitorio comunitario. Lamentablemente tuvo que darse de baja teniendo un rango en la escala militar por su preparación académica, al verse en la necesidad de apoyar a sus dos hermanos menores que también dejaron la tierra que los vio nacer en Oaxaca. La suerte de don Elías solo le alcanzó para iniciarse en el sector público federal como intendente en la Oficina Central de Correos, pero su preparación le abrió las puertas para comenzar un ascenso en áreas administrativas, primero en la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas y posteriormente en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.

Unidos en matrimonio Doña Conchita y Don Elías sortearon toda clase de experiencias; ella con la preparación y venta de tortas col apoyo de su marido y él con su empleo de intendente como ya lo comenté y luego con una familia que resultó numerosa al paso del tiempo, viéndose en la necesidad de mudarse de domicilio hasta en nueve ocasiones en el perímetro de la capital del país, hasta que finalmente lograron afincarse de manera definitiva en una casa de interés social ubicada en el municipio de Ecatepec, Estado de México. Vivieron en una etapa de aquel México de elevada natalidad en el que llegaron a premiarse aquellas madres de familia que demostraran haber tenido el mayor número de hijos en un célebre programa de televisión denominado “Reina por un día”, conducido por los animadores Tomás Perrín y Carlos Amador.

La numerosa prole que llegó a ser de 11 hijos obligó a Don Elías a trabajar por las noches cada tercer día en varias ocasiones, primero como parador de boliches en el famoso Bol Silverio y luego como jefe del turno de velada durante la construcción del enorme mercado de La Merced y después en la oficina de correos de la estación de ferrocarriles de Pantaco; éste enorme esfuerzo le significó a Don Elías un gran esfuerzo pero se mantuvo firme. En apoyo de él, Doña Conchita se desempeñó en actividades tales como responsable de tres expendios de pan y en la venta de frutas, verduras y legumbres en el tianguis que antecedió al moderno mercado de la colonia Romero Rubio inaugurado en 1964 por el presidente Adolfo López Mateos; también elaboró gelatinas, dulce de tejocote y budín de arroz con leche para que sus hijos mayores los vendieran cuando llegaran las ferias a las colonias, así mismo, colocó un puesto para la venta de tacos de los llamados “flautas”, colocando en una rustica mesa varios vitrioleros con aguas frescas de la estación, además llegó al grado de vender bolsas de papas fritas en papel de estraza en las escaleras del extinto cine Hermes de la señalada colonia Romero Rubio; algo más, elaboró tortillas hechas a mano con el apoyo del clásico metate y un comal, las que ofrecía para entrego a domicilio y la confección de ropa para muñequitas de plástico que vendió con la idea de disponer de fondos que sirvieron para costear los gastos navideños yla compra de juguetes un cinco de enero con el fin de que los más pequeños de sus hijos tuvieran su regalo de “Reyes”. Todavía, una vez jubilado Don Elías, lo apoyó para atender, junto con algunos de sus hijos, una pequeña miscelánea y luego una mercería y bonetería en la avenida principal de San Cristóbal Ecatepec.

La vida de penurias y pobreza de Doña Conchita no fue muy distinta a la que se vieron sometidas mujeres consagradas por la historia de México como Doña Margarita Maza Parada de Juárez, que tuvo 12 hijos y Doña Delfina Ortega sobrina del general y presidente de México Porfirio Díaz Mori de quien llegó a ser su esposa y procreó con él varios hijos, y al igual que a Doña Margarita vio morir a varios de ellos durante su infancia, o de la esposa y después viuda del general D. Melchor Múzquiz presidente interino quien estuvo por poco tiempo en Palacio Nacional; en este caso la señora Josefina Bezares de Múzquiz, la que para poder sostenerlos se vio en la situación de adaptar su casa como Colegio para niñas, hecho que sucedió antes de 1850.

Como Margarita Maza y Delfina Ortega, a Doña Conchita la vida le pasó factura al deteriorarse su salud; las dos primeras fallecieron muy jóvenes, una víctima de cáncer y la otra por fiebre puerperal tras su último parto. Doña Conchita sufrió varias enfermedades crónico degenerativas que terminaron por postrarla en cama con una paraplejia producto de dos accidentes vasculares cerebrales ocurridos en los últimos ocho años de su vida, falleciendo a los 80 años de edad, mientras que Don Elías murió víctima de las complicaciones de la diabetes mellitus y del Alzheimer a la misma edad.

Unos años antes de morir, a petición mía, Doña Conchita expresó en una entrevista que le grabó su hija María del Rosario… “A pesar de que tuvimos tu padre y yo 11 hijos siempre los recibimos con gusto, como una bendición del cielo y procuramos subsistir con todos de acuerdo a nuestras posibilidades; siempre hemos sido muy felices y nos sentimos muy orgullosos con lo logrado con cada uno de nuestros hijos”.

Debo decir que Doña Conchita se mantuvo siempre animosa, con un gran espíritu de lucha, poseedora de múltiples virtudes, tenía una voz maravillosa, recordándola siempre de cuando cantaba tangos y las canciones vernáculas de su tiempo; fue una madre excepcional, siempre mostrando su amor a sus hijos, inspirando en ellos el deseo de superación y elevándoles su autoestima; con Don Elías formaron una dupla musical y fueron una buena pareja de bailarines, por lo que hubo momentos en su azarosa vida en los que disfrutaron como matrimonio en los más conocidos centros nocturnos de la Ciudad de México; pero también disfrutaron con sus hijos en sendos paseos por los principales sitios de aquel añorado Distrito Federal, días de campo inolvidables en los que siempre se escucharon sus voces acompañadas con una guitarra. En su etapa de plena madurez Doña Conchita fue socorrista voluntaria de la Benemérita Cruz Roja Municipal en Ecatepec de Morelos.

Solo uno de sus 11 hijos perdió la vida, al mes de nacido; los 10 restantes lograron alcanzar un mejor estatus social en su vida y con sus familias. María del Rosario fue maestra de Corte y Confección y líder religiosa, Ana María Guadalupe Secretaria Taquimecanógrafa y gerente comercial, Fernando Elías llegó a ser Jefe de conservación y mantenimiento del Hospital General “Dr. Aurelio Valdivieso” de la SSA en Oaxaca gracias a sus habilidades técnicas y sus destrezas, Laura se graduó de Contador Público en el IPN, Alberto de Jesús se graduó en el Colegio Militar, Martha Verónica fue Maestra de Danza, Beatriz también Maestra de Danza y licenciada en Economía, Mauricio Técnico en Contabilidad y licenciado en Administración de Empresas, Alma Patricia licenciada en Psicología y quien esto relata médico con Postgrado en Salud Pública siendo el primogénito de la familia, protagonista y testigo fiel de tpdo lo contado.

He tratado con este artículo de rendirle un póstumo tributo a una gran mujer, mater Admirábilis, que fue mi madre, quien junto con mi padre reposan en el cementerio “Los Cipreses” en el estado de México. Cumplieron una gran misión terrenal y hoy descansan en santa paz.

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