El gran misterio de la especie humana
Sí, es un gran misterio de cómo fue el origen de todos los seres vivos, en particular las especies animales de nuestro planeta y de manera asombrosa la nuestra, pero lo más extraordinario es que desde los tiempos más primigenios haya ocurrido el proceso de determinación del sexo de cada individuo en macho o hembra, cada uno con sus peculiares características que los hacen distintos; más sin embargo son compatibles, de tal manera que su unión sexual permite la perpetuidad de cada especie. Así ha sucedido desde hace miles de millones de años. La religión católica, monoteísta, refiere que su Dios a quien reconoce como el padre de la creación del universo, creo entre otras obras a todos los seres vivos que pueblan nuestro planeta, y en un momento dado también se le ocurrió crear a nuestra especie; pero con todo respeto a dicha creencia el mundo científico se ha apartado de ese dogma enfocándose a tratar de desentrañar el origen de la vida humana en particular, mediante estudios muy sofisticados. El paradigma del portentoso enfoque lo constituye, sin duda, los estudios del prestigiado sabio Charles Darwin (“La evolución de las especies”).
Estos últimos han permitido encontrar cada vez más a homínidos con mayor antigüedad en la Tierra, como sucedió hace décadas con la hembra a la que llamaron “Lucy”, pero la realidad es que hasta la fecha no hay nada que conteste la pregunta de cómo fue el proceso biológico de la división sexual y la unión de macho y hembra para la procreación de un nuevo individuo. Me parece que nunca lo sabrá la humanidad.
Lo cierto es que la penetración de un espermatozoide con su carga cromosómica de ADN al interior de un óvulo con su respectiva carga cromosómica de ADN, fecundación, se convierte en un acto mágico de ingeniería genética para, en nueve meses “fabricar” un nuevo ser humano, hombre o mujer con una impresionante perfección en la mayoría de las ocasiones, aunque distinto a todos sus congéneres de ayer, hoy y mañana; es su propia identidad que le distingue entre todos los de su especie (fenotipo).
La manufactura, por así decirlo, de un ser humano es un prodigioso proceso biológico imposible de crear por el mismo ser humano; este podrá clonar a partir del ADN un nuevo ejemplar, pero sin esa materia prima será totalmente inútil cualquier experimento con ese objetivo.
Imagínese Usted todo lo que tiene lugar en el interior de la “fábrica” de cada mujer embarazada para la creación de todo el complejo entramado de órganos, aparatos y sistemas y su perfecta sincronización para que al momento del nacimiento no haya ninguna falla, la perfección misma, y ese nuevo ser sea capaz de adaptarse de inmediato a su madre y al nuevo ambiente que le rodea, a manejar el proceso de la respiración mediante el intercambio de gases a nivel pulmonar y obtener su alimento no ya vía placenta y cordón umbilical sino por medio de la succión de leche producida por las glándulas mamarias de su madre.
Si Usted no es un profesional de la medicina le recomiendo la lectura del libro: “Cuerpo humano”, cuyo autor es Steve Parker y presentado por Robert Winston. DK.2007. En él encontrará texto e imágenes extraordinarias y hasta un CD, de los elementos, componentes y estructuras de cada sistema, aparato u órgano explicado a detalle, sin el rigor con el que se trata en las aulas de una facultad de medicina, pero con la suficiencia necesaria para comprender en su magnitud tan apasionante tema. Su abordaje es anatómico, fisiológico e incluso se hace referencia a algunas de las más frecuentes patologías en cada capítulo. Eso es cultura médica.
Por último, no me cansaré de insistir en que el cerebro humano no tiene rival, 100,000 millones de neuronas, de las que no más del 15% llega a utilizar el común de los humanos, está en espera de responder a los retos de nuestra civilización. La inteligencia artificial, la robótica, el genoma humano, los trasplantes de órganos, el enorme arsenal de la más variada tecnología que día a día se acumula y se renueva, etc., son apenas un pequeño ejemplo de nuestra capacidad cerebral y que ningún otro ser vivo puede crear.
Con todo nunca sabremos qué fue primero, de acuerdo con la conocida expresión coloquial: “la gallina o el huevo”. La dimensión de nuestra creación es tal que rebasa totalmente nuestra inteligencia.
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