El temor a los medios de difusión
Para los políticos que ostentan un cargo en alguna dependencia del sector público desde siempre ha sido causa de temor, desasosiego y molestia cuando los medios masivos de comunicación difunden en sendos encabezados de la primera sección de los diarios de circulación una noticia de cierta trascendencia y que puede ser causa de alarma en la población. Viví esa experiencia cuando tuve como superior inmediato al Secretario de Salud en turno después de haber sido entrevistado por algún reportero de un periódico local a fines de los años 70, a mi regreso de la ciudad de Tapachula, Chiapas, a donde fui comisionado para asistir a una reunión regional con carácter de urgente en la que el tema principal tenía que ver con la posibilidad de la introducción del dengue en nuestro país proveniente de Centro América. Por inexperiencia había permitido que un reportero me abordara en plena calle cuando me dirigía a mi centro de trabajo en la oficina central de los entonces Servicios Coordinados de Salud Pública en el Estado; dicho personaje me preguntó de súbito si tenía alguna noticia importante que ofrecerle y en lugar de disculparme en ese momento con él, accedí a informarle que recién había asistido al Estado de Chiapas con motivo de la emergencia que esperaban las autoridades federales para prevenir la introducción del dengue en nuestro país. Al día siguiente el titular de los Servicios me citó en su oficina para que viera en su escritorio un ejemplar del periódico en el que apareció a 8 columnas la noticia que yo le había dado a conocer al reportero; enseguida mi jefe me solicitó sumamente molesto, una explicación de porqué me había atrevido a dar lugar a esa nota sin su permiso y aunque yo me disculpé con él de cualquier manera ello no evitó la amonestación verbal y el malestar que me provocó su enojo.
Más de una década después los diarios locales estuvieron dando cuenta de manera constante respecto de los brotes de sarampión que estaban ocurriendo en nuestra entidad; fue un año en el que dicha enfermedad fue causa del registro de cientos de casos y de defunciones sobre todo en menores de edad; en esa ocasión yo no tuve que ver en absoluto en relación al hecho de brindar información a los medios porque el cargo que ocupaba no tenía una relación directa con esa noticia epidemiológica; sin embargo, mi intervención en la concentración y difusión de datos del estado a la Secretaría de Salud Federal se vio detenida de la noche a la mañana al recibir de manera indirecta la indicación de cancelar la información relativa a casos y defunciones por sarampión. Era obvio que esa determinación estaba condicionando irritación y enojo al titular de los Servicios porque la noticia ya era muy constante.
Debo decir que en materia epidemiológica cualquier enfermedad que se considere emergencia sanitaria debe ser objeto de un tratamiento especial iniciándose esto último por la información, con carácter de obligatorio, a la dirección general de epidemiología de la Secretaría de Salud para la toma de decisiones a la brevedad. En el caso que comento, de haber procedido con la orden que me fue dada hubiera sido inútil porque al no tener registro alguno a nivel nacional relacionada con la evolución del sarampión en Oaxaca, hubiera provocado una rápida investigación mediante la comisión de una brigada de residentes de la mencionada Dirección General, los que al investigar la presencia de casos de sarampión desde las localidades de origen, llámense municipios y sus agencias, y luego a nivel de la Jurisdicción Sanitaria afectada y finalmente en la oficina encargada de las estadísticas de los Servicios Estatales de Salud, permiten conocer con precisión la causa de la cancelación de datos de la enfermedad a nivel nacional. En ese sentido yo no hubiera tenido explicación alguna para justificar ese craso error y lo más seguro es que hubiera sido objeto de separación de mi cargo.
La explicación anterior se la expresé con todo cuidado al titular en turno de los Servicios Estatales de Salud, pero a pesar de ello se mantuvo en su decisión de que no se enviara información alguna a México, porque los medios impresos sobre todo no dejaban de sacar notas sobre el particular un día sí y otro también; ese manejo político de la situación me hizo comprender que no tenía caso continuar como responsable del cargo que había aceptado años atrás, por lo que era mejor renunciar a ser objeto o de una sanción administrativa con la posibilidad de manchar mi expediente personal.
Así lo hice y nunca me arrepentiré de haber desobedecido una orden de un superior, porque mi información y conocimiento de la forma como se manejan las emergencias sanitarias me impedían ser un simple acatador de indicaciones erróneas. Esto que he comentado seguramente sigue aconteciendo en los diversos niveles de la administración pública y es muy dañino en una organización pública, social o privada. Por eso es imprescindible que el personal directivo en los diversos niveles de mando gerencial sean objeto de capacitación y asesoría para evitar sucesos tan desagradables como los señalados y saberse conducir con todo cuidado ante los medios de información.
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