Una atención médica total integral

Mucho se dijo en la administración federal de nuestro país a lo largo de los seis años comprendidos entre el 01 de diciembre de 2018 al 30 de septiembre de 2024, en relación a que en este periodo nuestro país llegaría a disponer, inicialmente de un Sistema Nacional de Salud semejante o parecido al de Dinamarca, y casi al final de esa administración desde Palacio Nacional se empezó a manejar la rimbombante idea de que México ya había rebasado a Dinamarca y estaba considerado entre las naciones del “mundo mundial” por su elevado nivel de calidad en materia de salud. Se presumió insistentemente en la construcción y funcionamiento de la llamada “mega farmacia”, la que a final de cuentas resultó un gravísimo fracaso. En ese sentido la actual presidenta del país Claudia Sheinbaum recibió un fracasado conglomerado de instituciones que pomposamente integran el sector salud, pero que en la realidad no opera como tal y se ha convertido en un serio dilema para su organización y administración.

Los que conocemos de cerca como venía funcionando el llamado Sistema Nacional de Salud hasta diciembre de 2018 hemos sido testigos presenciales de cómo se ha deteriorado en la práctica en tan solo casi 7 años, pues su administración ha carecido de servidores públicos con el perfil y experiencia que se requieren para enfrentar semejante reto. No se trata nada más de ofrecerle a la sociedad mexicana toda suerte de medicamentos y otro tipo de suministros médicos y tal vez la contratación de más recursos humanos, sobre todo de médicos especialistas; las necesidades reales van mucho más allá de medicinas y recursos humanos médicos, porque los conocedores del tema sabemos del impresionante entramado de lo que realmente se requiere: presupuesto suficiente, contratación, capacitación y entrenamiento de recursos humanos que permitan establecer plantillas suficientes en cada establecimiento de los 3 niveles de atención, un plan maestro de ampliación, remodelación, rehabilitación, conservación, mantenimiento de bienes inmuebles y del equipamiento de todas las unidades médicas del sector.

Es muy lastimoso encontrarse con toda clase de averías en la red nacional de unidades médicas.

Tal vez uno de los problemas a resolver es el de la organización de los servicios en consulta externa, hospitalización y urgencias, pues no es posible presumir de un Sistema Nacional de Salud cuando los tiempos de espera en las salas de esos servicios son sumamente prolongadas y realmente no existe una verdadera conexión entre el personal médico de las diversas especialidades. Lo que vemos, como pacientes, es que quienes nos atienden reciben expedientes clínicos tan gruesos como un tabique y los propios médicos se quejan de que no pueden disponer de mayor tiempo para cada paciente de primera vez o subsecuentes, y mucho menos de enterarse de la situación actual de cada usuario que reciben día con día. Lo peor es que, con justa razón, la queja del médico es que recibe un número de pacientes al que no le puede dedicar el tiempo suficiente para un correcto diagnóstico, pronóstico, atención y control. Esa marcada situación ha conducido inevitablemente a una mala relación médico-paciente; el médico siempre de prisa y el paciente totalmente supeditado a lo que le indique el médico sin poder satisfacer sus dudas, lo cual provoca en ambos una gran frustración (me supongo), pues el médico pierde la oportunidad de desarrollarse como tal en un medio en el que campea la carencia de ética y el carácter humanista que la sociedad espera del profesional de la medicina; así mismo, el usuario sale de la unidad de salud con cierto nivel de frustración y calificando a su médico como mediocre.

Hay muchas cosas que decir respecto a la carencia de fármacos y otros insumos, a las largas filas que los pacientes y familiares tienen que formarse para conseguir una nueva cita médica, estudios de laboratorio y gabinete y la dotación de medicamentos en las farmacias de las unidades.

Para presumir que tenemos un Sistema Nacional de Salud competente hace falta mucho. Un ideal sería que cada caso clínico de difícil atención tendría que ser resuelto en una seria labor en equipo entre médicos especialistas, responsables de los servicios de patología clínica, de diagnóstico y tratamiento y de anatomía patológica, porque en la realidad no pocos pacientes multi tratados terminan convirtiéndose en lo que alguna vez escribí para el periódico Noticas Voz e Imagen de Oaxaca, como el clásico diagnóstico de quien termina por doblarse y decir: “sufro del síndrome de Nidia”, deduciéndose que es dicho facultativo no tiene ninguna idea del diagnóstico médico que le corresponde.

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