¿Tiene algo que ver con la salud los triunfos de nuestra selección de futbol?
Primeramente, diré ¡que bien
jugó nuestra selección nacional de futbol en el estadio “Ricardo Saprissa”, en
la mismísima San José, capital de los ticos. Al respecto, en mi entrega del
pasado 20 de agosto expresé: … “esperemos que el 5 de septiembre caiga Costa
Rica en su propio terruño. Soñar no cuesta nada”, y así fue. A nosotros no nos
costó absolutamente nada soñar con esa victoria, pero debemos reconocer que los
buenos resultados se obtienen con esfuerzo, determinación, disciplina, audacia
responsable y con una excelente planeación física y táctica; en ese sentido el
factor suerte representa una circunstancia secundaria.
Por cierto, recibí un atento
comentario en mi correo electrónico, mediante el cual se cuestionaba si debiera
incluir en Por Salud Pública
–palabras textuales- “temas tan triviales como el futbol, porque nada tiene que
ver con aquella”. Contesté al amable lector que tiene la paciencia, interés y
curiosidad por leer esta columna, que el ámbito de la salud pública es muy
amplio, ya que, de acuerdo a una de tantas definiciones, “es la aplicación de
las ciencias biológicas, sociales y administrativas, al estudio de los
fenómenos de la salud en poblaciones humanas y que dicho cuerpo de conocimientos
y prácticas contribuyen al mantenimiento de la salud y a la prevención de la
enfermedad, en el individuo o en la colectividad, mediante la participación
activa de la comunidad en acción conjunta con las instituciones de gobierno”.
Todavía más, le señalé que en
su sentido más amplio, incluye actividades no médicas, orientadas a la
prevención de enfermedades, así como al fomento, protección y autocuidado de la
salud, con lo que contribuye al mejoramiento de la calidad de vida de las
colectividades humanas. Con ese enfoque la práctica diaria de algún deporte es
esencial para mantener la salud física y mental, pero también el gozo colectivo
es un importante ingrediente para alcanzar esta última.
El futbol es el deporte
nacional por excelencia; lo es por lo menos desde que la televisión comenzó a
transmitir a toda la República los partidos de la liga local o de carácter
internacional. La afición por el mismo se acrecentó con la intervención de la
selección mexicana en cada una de las Copas Mundiales, luego cuando nuestro
país fue sede de dos campeonatos de esta magnitud, en 1970 y en 1986.
Nunca hemos sido campeones
del mundo con la llamada “selección mayor”, pero sí protagonistas frecuentes en
dicha competencia y, de cualquier manera hay que aceptar que existe pasión, en
cierta medida alentada por los medios masivos de comunicación, sobre todo por
la televisión. Es verdad que existen grandes intereses económicos de por medio,
para que una selección nacional como la nuestra no falte a la siguiente cita, en
este caso en Sudáfrica para el ya cercano 2010; sin embargo, también es
pertinente aclarar que, independientemente del jugoso negocio con este y otros
deportes, el efecto que causa en la colectividad un triunfo o un fracaso, es un
factor que no podemos soslayar si se trata de medir el nivel de depresión y
estrés de un conglomerado humano.
¿Se ha puesto a pensar qué
hubiera pasado si nuestros jugadores regresan con las alforjas vacías y en la
tabla de posiciones hubieran amanecido el domingo con sus 9 puntos conseguidos
como locales y en espera del siguiente partido contra uno de los dos líderes
del hexagonal, Honduras, dispuesto a quedarse en la punta?
¿Cómo cree que estaríamos de
ánimo con un año cargado de efectos negativos por la terrible crisis económica,
la baja en los precios del petróleo, la devaluación de nuestra moneda, la
pandemia de la influenza, la inseguridad e impunidad, la más terrible sequía de
los últimos 60 años y sus ya sentidas consecuencias y de pilón que no vayamos
al mundial de futbol?
Al equipo de futbol no se le
perdonaría un nuevo fracaso. Creo que esto no va a suceder y que ante Honduras
hoy nos cobraremos una cuenta pendiente, para seguir soñando, para tener un aliciente en este año tan
aciago, e iniciar el próximo por lo menos con esa ilusión.
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