El hambre con su cauda de muerte, es una realidad en el mundo.
El impresionante ritmo de
crecimiento de la población mundial observado en el último siglo, ha conducido
a que la humanidad se conforme actualmente por 6 mil 800 millones de individuos
en números redondos. De acuerdo a las estimaciones de la Organización Mundial
de la Salid, para el año 2 mil 50 la población llegará a los 9 mil millones de
seres humanos. Esto quiere decir que en los próximos 40 años habrán de
incorporarse más de 2 mil 200 millones. Para que esto ocurra, cada año se
sumarán 55 millones. ¡Más de un millón de nuevos habitantes cada semana!
En el último cuarto del siglo
pasado, los estudiosos de la dinámica poblacional y sus repercusiones sociales,
se dividieron en dos grupos de opinión, uno de ellos, pesimista, vaticinaba,
con sólidos argumentos, los peores augurios para el presente siglo,
pronosticando que el planeta viviría las más terribles hambrunas de su
historia. Pero el otro, el de los optimistas, veían en el incremento de la
población un saludable desafío al ingenio e inteligencia humanas y, también,
con fundamentos basados en múltiples investigaciones científicas, publicadas en
revistas de prestigio internacional, concluyeron que la elevada tecnología
disponible y la que está por venir, permitiría alimentar a una población creciente
hasta muy entrada la presente centuria, con la idea de que el crecimiento de la
humanidad comience su declinación paulatina despúes del medio siglo.
La realidad es que apenas
dejamos el siglo XX y el jinete apocalíptico del hambre, con su cauda de muerte
y desolación, ya recorre extensos territorios de los cinco continentes. Ya no
es únicamente el de África el que de alguna manera nos conmueve con las más
desgarradoras y dramáticas escenas y fotografías, que muestran los efectos
devastadores de la carencia de alimentos. Ahora, ese mismo tipo de imágenes se
pueden observar en Latinoamérica, en gran parte de los países asiáticos e
incluso en algunas naciones de la Europa Oriental.
Sin duda, el efecto dominó de
la grave recesión económica mundial está contribuyendo a que cada día se
acrecienten los territorios de la pobreza y su inmediata consecuencia en el
déficit de la alimentación de las familias y su extremos más aterrador, el
hambre.
Quien no ha vivido la
experiencia de padecer esta última, por falta de recursos económicos,
difícilmente comprenderá lo que ello significa. Cuando se dispone de ingresos
suficientes o en exceso, muy lejos se está de aquilatar la enorme dimensión de
la tragedia que vive día con día millones de habitantes en el mundo, asolados
por el hambre y por las enfermedades de la pobreza. De ahí que las familias
privilegiadas que pueden darse el lujo de comer tres veces al día, sobre todo
las más pudientes, con relativa facilidad desperdician alimentos en sus propios
hogares y no se digan cuando los ingieren en algún restaurante y en los
banquetes que se sirven en las fiestas y en toda clase de celebraciones,
principalmente cuando el servicio es de bufet.
De niño, mi familia
sobrevivió la pesadilla del hambre, cuando mi padre sufrió un lamentable
accidente en su trabajo, que lo incapacitó más de un año y mi madre se vio en
la necesidad de apoyarlo para contribuir al gasto familiar. Al principio, mi
padre recibió íntegro su salario, pero después se lo recortaron a la mitad,
algo que siempre consideré injusto. Entonces, lo que aportaba mi madre era
insuficiente para solventar los múltiples gastos de la extensa familia, por lo
que hubo días en que amanecíamos sin un “quinto partido por la mitad” como ella
misma decía; y en esos días, que fueron entonces muy frecuentes, sólo comíamos
una vez y de manera raquítica.
Hoy el Presidente Felipe
Calderón nos ha informado que se ha incrementado la población que vive en la
pobreza en México. Comprendo en toda su magnitud semejante tragedia nacional y
que el hambre es una realidad de nuestros tiempos. El destino nos ha alcanzado.
¿Qué será cuando existan 9 mil millones de seres humanos en el mundo?¿No habrá
sucedido antes otro terrible conflicto armado que amenace nuestra existencia
por esa causa?
¿Cómo podemos evitar
tan lamentable catástrofe?
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