Leishmaniasis.
Anteriormente, hablar de
epidemiología era referirse estrictamente a los procesos morbosos provocados
por microorganismos, es decir, a las enfermedades transmisibles o
infectocontagiosas. Tal conceptualización se modificó totalmente en la segunda
mitad del siglo XX, de tal manera que la Epidemiología comprende ahora a todo
proceso que ocasione o condicione un daño a la salud, el cual puede ser
reversible o irreversible, y llevar a la discapacidad física o mental, o en su
caso a la muerte.
Así, ahora se habla de
epidemiología de las enfermedades no transmisibles, de la violencia (que comprende homicidios,
suicidios, accidentes, etc.), de los desastres (naturales y provocados por el
hombre) y de otra etiología. Por ello, el agente, causante de enfermedad, inicialmente
constituido por seres vivos microscópicos, ahora comprende una gama sumamente
amplia de otras causas de daño a la salud.
Pero el fin de este artículo
está dirigido a una enfermedad causada por un vector, y en ese sentido, las
preguntas obligadas son: ¿En la evolución de los seres humanos en qué momento,
cómo y porqué, inició su interrelación con los seres vivos microscópicos
causantes de enfermedad y los vectores,
medios de reproducción, transporte y transmisión?, y la conclusión es
que estos últimos han sido nuestros acompañantes desde la prehistoria.
Un ejemplo de tales vectores
es una especie de mosquito chupador de sangre perteneciente a los géneros
Phlebotomus del viejo mundo y Lutzomya en el continente americano, de la
familia Psychodidae, de la cual existen 54 especies. Particularmente, la
enfermedad conocida como Leishmaniasis, es transmitida por alguno de estos
mosquitos en los que continúa el ciclo del microorganismo causante de la
enfermedad. Es propia de regiones semitropicales y tropicales boscosas, como
sucede en el sur sureste de México.
La Leishmaniasis en su
variedad cutánea y mucocutánea es una enfermedad polimorfa de la piel y de las
mucosas, causada por protozoarios que pertenecen al género Leishmania, los
cuales existen como parásitos intracelulares obligados en los seres humanos y
otros huéspedes mamíferos. Las subespecies que más afectan a la población
Latinoamericana son la Leishmania brasiliensis, la donovani, la mexicana y la
infantum/chagasi.
La enfermedad atraviesa por
diversos estadios, de mácula a pápula y luego se convierte en una úlcera que no
duele y es poco activa si no hay una infección bacteriana agregada. Las
lesiones pueden ser únicas o múltiples y a veces no ulceradas y difusas. Pueden
cicatrizar de manera espontánea en unas cuantas semanas o meses, pero también
persistir por un año o más. Casi siempre afecta las mucosas de los tejidos
nasofaríngeos y el cartílago de las orejas, causando su destrucción de manera
progresiva, hasta el grado de desfigurar el rostro de la persona afectada.
Cuando la Leishmaniasis es
visceral, generalmente es una enfermedad sistémica (que ataca a todo el
organismo), crónica, y se caracteriza por fiebre elevada, crecimiento desmedido
del Bazo y del Hígado; afecta al sistema linfático y el paciente cursa con
anemia, disminución de sus glóbulos blancos y plaquetas y debilidad extrema y
progresiva. Si no se trata, la afección clínica termina con la muerte del
paciente. Esta variedad de Leishmaniasis se presenta en 62 países,
registrándose en promedio medio millón de casos al año pero 120 millones de
personas están en riesgo de enfermar.
Lo importante es que en este
siglo durante varios años no se registraron casos en nuestro Estado y se llegó
a concebir su eliminación, pero el Dr. Ricardo Nagaya Escobar, oaxaqueño de
origen y Epidemiólogo investigador, en fecha reciente ha demostrado lo
contrario. La enfermedad está latente, es endémica y es causa de muerte. Apenas
el 24 de abril presentó los resultados de sus investigaciones en una reunión
académica en la ciudad de Juchitán de Zaragoza, comprometiéndose los asistentes
a difundir a su nivel una enfermedad que parecía controlada. Los médicos de las
regiones afectadas tienen la obligación de saber diagnosticarla para brindar el
tratamiento a tiempo.
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