Agua, líquido vital. “Dad de beber al sediento. Jesús a la samaritana”.

En enero los meteorólogos pronosticaron que en el 2010 la temperatura, en el ciclo primavera-verano, rebasaría el promedio de los últimos años. No fallaron, fueron certeros, pues hemos constatado durante el día sus terribles efectos y por las noches hay quienes no han podido conciliar el sueño de manera regular; o se duerme casi sin ropa, se dejan abiertas las ventanas o de plano se hace uso del ventilador o del aire acondicionado, en el caso de quienes tienen el poder económico para su instalación en la recámara e incluso en todo su hogar.

La onda de calor se ha expandido a lo largo y a lo ancho de todo el país. Los noticieros han dado cuenta de ello, registrándose temperaturas que han superado los 40º.C., y las autoridades sanitarias extreman las medidas de prevención y atención médica, para evitar o tratar la sintomatología del llamado “golpe de calor”, sobre todo en la población que representa los dos extremos de la vida: infantes y personas de la tercera edad.

Nunca como ahora se ha consumido tanta agua embotellada y de manera recíproca jamás se había erogado tanto en el vital líquido. Así de sedientos y deshidratados hemos estado. Por supuesto que también hay quienes han preferido otro tipo de bebidas para calmar su sed, llevándose el primer lugar todas las marcas de cerveza, y la población también ha optado por un mayor consumo de helados, nieves, paletas, raspados y aguas preparadas.

Pero el principal problema de este largo periodo de estiaje, ha sido la dramática reducción en el surtimiento de agua para uso doméstico en ciudades como la nuestra. En ese sentido, y además por el incremento en el número de habitantes y la generación de nuevos asentamientos humanos, cada año observamos con preocupación que las colonias, barrios y fraccionamientos reciben el agua de manera más espaciada, pues de ser surtida hasta dos veces por semana, ahora tenemos que esperar más de quince días para escuchar el clásico sonido de su llegada a nuestros hogares.

Las acciones que ha emprendido el grueso de la población para ahorrar el agua son increíbles, producto de la desesperación y de la necesidad para disponer de ella. En concreto, se recicla de diversas maneras y se evita o se reduce, por ejemplo, el uso del sanitario o WC, para la descarga fisiológica de la orina en ambos sexos, utilizándose para tal efecto las coladeras de los baños e incluso los mismos lavabos. En otros casos, los integrantes de la familia se ven obligados a cerrar las llaves de la regadera mientras enjabonan la cabeza o el cuerpo. El caso es ahorrar agua al máximo. En los hogares más humildes con una cubeta de diez litros se baña un adulto y eso no todos los días.

Aún así, a pesar de todos los esfuerzos, cientos de familias han terminado por contratar los servicios de un camión cisterna, comúnmente conocidos como “pipa”, para no quedarse sin agua. De este modo, vemos como todos los días circulan por la ciudad decenas de este tipo de vehículos mientras la ciudadanía tiene que hacer un gasto extraordinario que merma su economía.

Considero como imposible que podamos conocer el número de cisternas y tanques que se han construido en los últimos cinco años, la mayoría con capacidad para almacenar 5 y 10 mil litros de agua. Tampoco se sabe de la cantidad de tinacos adquiridos por la población, pero seguramente se ha multiplicado en grado superlativo en el periodo antes descrito. El problema, en este caso, es para las familias cuyos recursos económicos les impide este tipo de erogaciones y, peor aún, cuando ni siquiera son propietarios de la vivienda que habitan.

Hasta ahora, las autoridades sanitarias de los Servicios de Salud de Oaxaca y la propia ADOSAPACO, han garantizado la calidad del agua en la capital del Estado, es decir, es potable para el consumo humano, pues no hay registros o datos estadísticos que demuestren lo contrario, sobre todo la presencia de brotes epidémicos de enfermedades diarreicas agudas, atribuidas a la ingestión por agua municipal contaminada.  Sin embargo, ante la desconfianza, las amas de casa de bajos recursos todavía la someten a la ebullición por más de diez minutos y quienes pueden, adquieren los garrafones de 20 litros que ofertan las empresas embotelladoras de agua.

En verdad hemos sufrido por la restricción de esta fuente de vida, pero lo peor es que la población de los municipios por donde atraviesa de manera natural el agua de la cual se sirven y se suministra a la capital del Estado, adopten medidas que muestran el lado inhumano, insensible y nada solidario de sus autoridades y de sus gobernados, al bloquear el paso del líquido vital y con ello sumir en la angustia a miles de familias que ninguna culpa tienen de los problemas o asuntos que disputan con una dependencia de la federación.
Finalmente, no es necesario señalar en foro alguno con toda clase de “pelos y señales”, la urgencia y conveniencia de resolver, de una vez y de manera permanente, por no decir para siempre, el grave problema de la falta de agua en el municipio de Oaxaca de Juárez. El gobernante que asuma la decisión de cumplirle a la ciudadanía con la obra correspondiente, no solo pasará a la historia con letras de oro, su acción garantizará, si de eso se trata, que su partido político obtenga el mayor número de votos jamás contado en elecciones posteriores. Mientras eso sucede, sigamos cuidando el agua, pues es nuestro mayor tesoro.

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