Dislipidemias: riesgo de infarto cardiaco e infarto cerebral.


En el año 2007 el total de las defunciones ocurridas en México fue de 514,246, de las cuales 170,705 (33.2%) están íntimamente relacionadas, debido a que sus causas tienen que ver con factores tales como sobrepeso, obesidad, inactividad física y tabaquismo.

Las enfermedades que juntas, suman semejante número de defunciones, son la diabetes tipo 2, las enfermedades isquémicas del corazón, primera y segunda causa de mortalidad en hombres y mujeres, respectivamente, la enfermedad cerebrovascular, tercera causa de muerte en mujeres y cuarta en hombres y las enfermedades hipertensivas, quinta y décima causa de muerte en mujeres y hombres.

Como bien lo expresa el Dr. Juan A. Rull, (“Experiencia mexicana en Salud Pública. Oportunidad y rumbo para el tercer milenio. Fondo de Cultura Económica. Pág. 237. 2006), la diabetes tipo 2 se desarrolló en México como problema de Salud Pública en la segunda mitad del siglo XX; de ser una enfermedad poco frecuente pasó a ocupar el primer lugar que ostenta en la actualidad. La intolerancia a la glucosa, la diabetes del embarazo, el sobrepeso y la obesidad en sujetos adultos son factores de riesgo sumamente preocupantes para la incidencia futura de la diabetes.

Preocupa mucho más la prevalencia de sobrepeso y obesidad en los infantes y adolescentes, aún en el área rural. Las baterías de las instituciones del sector salud y seguridad social y de todas las dependencias involucradas de los tres niveles de gobierno, así como de la propia industria de los alimentos en este serio problema nacional, deben conducir a la aplicación de intervenciones enérgicas, de gran impacto en el corto, mediano y largo plazos. Algunos factores de riesgo como la etnia y la edad no se pueden modificar, pero sí es posible cambiar la dieta inadecuada, el sobrepeso, la obesidad y la falta de actividad física. En ese sentido las acciones de prevención tienen que enfocarse definitivamente al logro de un nuevo paradigma en el estilo de vida de los mexicanos.

Por otra parte, la Organización Mundial de la Salud tiene tiempo que reconoció que las enfermedades cardiovasculares constituyen la causa más frecuente de mortalidad en el mundo y que estas representan una epidemia que avanza de manera vertiginosa, tanto en los países desarrollados como en los que no lo son. En América Latina y en el Caribe representan el 31% del total de las defunciones, estimándose que en el periodo 2005-2015 ocurrirán casi 21 millones de defunciones en la región por enfermedades cardiovasculares.
El incremento de las cifras de presión arterial es seguramente el problema de Salud Pública de mayor relevancia en los países occidentales. Con mucha razón el Dr. Óscar Velásquez Monroy (q.p.d), ex Director General del Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades de la Secretaría de Salud, llegó a referir que “el aterrador impacto sobre la calidad y expectativa de vida de aquellos que la padecen radica, en parte, en el hecho de ser una entidad que, como pocas, carece de manifestaciones clínicas evidentes para el paciente. Por este motivo, ha sido denominada <el enemigo oculto> o el <asesino silencioso>, ya que cuando por fin aparece alguna de sus manifestaciones, el daño producido en todo el organismo es prácticamente irreparable”.

La hipertensión arterial sistémica, enfermedad por sí misma, es considerada como uno de los principales factores de riesgo para enfermedad arterial coronaria y accidente vascular cerebral. Así mismo, la influencia en la prevalencia de hipertensión arterial y diabetes tipo 2 es bidireccional, pues el ser hipertenso representa un riesgo dos veces mayor de ser diabético. Del mismo modo, el riesgo de ser hipertenso es 2.6 veces mayor si se es obeso.
Dada la trascendencia de este grave problema, la Sociedad Mexicana de Nutrición y Endocrinología, A.C., Capítulo Oaxaca, que preside el Dr. Mario Eduardo Martínez Sánchez, celebró el pasado 29 de mayo una sesión clínica en conocido hotel de la ciudad, con  la intervención de un connotado especialista, quien abordó el tema de las Dislipidemias. Es de destacar para los amables lectores que aunque el colesterol y los triglicéridos (grasas en el organismo cuyas fuentes son los alimentos que consumimos e internamente son formados en el mismo, sobre todo en el hígado), de alguna manera nos benefician, pero su presencia en exceso es perjudicial.

Cantidades anormales de colesterol y de triglicéridos en la sangre terminan por acumularse en las paredes de las arterias, donde forman una placa y al ocurrir esto disminuye el flujo sanguíneo, lo que puede conducir irremediablemente a ocasionar una enfermedad cardiovascular, la que sumada a la diabetes tipo 2 se convierten en las principales causas de muerte cardiovascular. En México, más del 50% de la población registra niveles elevados de triglicéridos. El desequilibrio de los lípidos o grasas es la dislipidemia. Esta puede ser primaria, de origen genético y secundaria, asociada a enfermedades como la obesidad, la propia diabetes y un mal funcionamiento de la glándula Tiroides.

De ahí la importancia de realizarse estudios que determinen el nivel de colesterol y de triglicéridos para su control. En términos generales el nivel de colesterol total en sangre deseable es de menos de 200 mg/dL; el nivel de colesterol malo (LDL) óptimo es de 70 a 100 mg/dL; el nivel de colesterol bueno (HDL) no debe ser superior a 60mg/dL y se recomienda tener menos de 150 mg/dL de triglicéridos.

Por último, hay que tomar en cuenta las siguientes recomendaciones: Realizar ejercicio físico, acudir con un médico especialista en nutrición, cuidar el peso corporal, no fumar, reducir la grasa de origen animal y la sal, y evitar el consumo de refrescos y comida chatarra.

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