Ars longa, vita brevis. (Versión bis).
En el número 6 del volumen
52 de la Revista de la Facultad de
Medicina de la UNAM del 2009, el insigne profesor Dr. Manuel Quijano Narezo,
editor de la misma desde hacía más de 12 años, escribió su última página
editorial con el título “La conciencia” y luego de las profundas reflexiones
sobre el tema, con galanura, sobriedad y dignidad se despidió de sus lectores;
había alcanzado los 90 años de edad, conservándose como un extraordinario
ejemplo de lucidez intelectual en nuestro país.
Como disponía de la totalidad
de sus editoriales el adiós del Dr. Quijano me llevó a encuadernarlos y ahora
forma parte de mi pequeña biblioteca; ahí están para volverlos a leer y
deleitarme con su magnífico contenido. A
él me referí en mi columna del 22 de abril del 2009, la que intitulé “De homo
sapiens a homo longevus”, en la que señalé varios ejemplos en México de
brillantez intelectual en edad avanzada. Como una forma de recordarlo y
hacerlos a ustedes, amables lectores, copartícipes del pensamiento del querido
maestro, a continuación transcribo algunos párrafos de su editorial “Ars longa,
vita brevis”, (“El arte es largo, la vida breve”, traducción latina del primer
aforismo de Hipócrates), publicado en la mencionada revista en 1998”.
…“La generación del que esto
escribe (1937-1943), todos casi octogenarios, logra reunirse cada año para una
foto del recuerdo en la antigua Facultad y para un convivio muy animado con
comida, bebida y baile, gracias a los empeños de nuestro dinámico presidente.
Tales encuentros producen a veces un cierto estupor: ver los efectos producidos
por el tiempo en hombres y mujeres de nuestra edad es encontrar reflejados en
un espejo, los cambios seguramente evidentes de nuestro rostro y nuestro
corazón. Porque a nuestros propios ojos, que hemos cargado a todo lo largo de
nuestra existencia, seguimos siendo adolescentes y conservamos las ilusiones y
las esperanzas de la juventud”
…”Las transiciones son tan
lentas que el que cambia no las percibe. Se pregunta uno cuándo empieza la
vejez, pero las respuestas ofrecidas son casi siempre irrelevantes; no es
suficiente hacer referencia a la fecha de nacimiento y definitivamente, tampoco
parece útil referirse a que falta el resuello al subir unas escaleras, a que
disminuye la agudeza auditiva, a que se duerme mal y que la lectura cansa en un
par de horas; tampoco al cabello blanco o la aparición de las arrugas. La
verdadera vejez está en el sentimiento de que ya es tarde, de que la partida
está jugada, de que el escenario y el protagonismo pertenecen a otra
generación. La verdadera vejez no es debilitamiento del cuerpo, sino indiferencia
del alma; ausencia de curiosidad o de necesidad de comprender y de abrigar
esperanzas; ausencia del deseo de nuevos ambientes, de tener fe en la eficacia
de la razón, de sentir la capacidad de amar”.
…”Pero antes de esa vejez
verdadera puede haber -y durar por
varios años-, una época en que, sin paroxismos o torbellinos dionisiacos, se
conserva un cierto gusto voluptuoso por la pasión platónica, por la embriaguez
del placer de la memoria y una serenidad no indiferente sino alerta, animosa y
confiada. En 1994 el Dr. Mario Castañeda publicó un libro con el precioso
título de “Envejecimiento: La última aventura”, en el que analiza el proceso
biológico desde el punto de vista celular y molecular y, aunque no puede
afirmar por qué envejecemos, dedica el último capítulo a la “eugeria”, que
designa el bien envejecer y hace unas recomendaciones fáciles de seguir pero no
siempre coronadas por el éxito”.
…”Es sabido que los seres
unicelulares parecen escapar a la muerte transformándose en individuos nuevos
al dividirse con todo su material genético. Pero en todos los pluricelulares –e
inclusive también en los unicelulares, después de cierto tiempo-, ocurre el
envejecimiento y la muerte. La duración de la vida es parte de la programación
evolutiva para cada especie: las mariposas después de su ciclo de huevos,
larvas y orugas, apenas gozan de pocos días para revolotear por las flores,
aspirar su néctar y aparearse; en cambio se dice que la tortuga, los loros y
algunos peces pueden ser casi centenarios. El ser humano en los países
civilizados (México incluido) ha visto en las últimas décadas extenderse su
expectativa de vida al nacer que se acerca en la actualidad a los 80 años; pero
no hay un alargamiento del periodo vital pues aunque ahora llegan muchos a los
80, sólo una baja proporción de afortunados, la misma desde hace siglos, llega
a los noventa y a los cien años”.
…”Todas las especies –en una
edad que varía para cada una-, entran en la vejez; aunque también en esto se
den, en el caso del hombre, peculiaridades específicas, pues varía asimismo la
entrada a la edad madura y, en las sociedades como un todo, hay épocas de
gerontocracia y de efebocracia. En los años sesenta los hippies en su cruzada
de “haz el amor, no la guerra”, repartían sonrisas y flores a los viejos de 30
años. En la revolución francesa y en la mexicana, los dirigentes y generales,
apenas rebasaban esos 30 años, y ahora los grupos más famosos de rock muestran
a menudo una calvicie no prematura”.
…”Es relativamente común que
los primeros síntomas de verdadera vejez sean los de una depresión endógena;
ésta puede progresar de ligera a profunda y, si en un principio sólo hay
abulia, desinterés y refugio en la inacción, se puede pasar a la anorexia,
confinamiento al hogar, pereza para leer inclusive la prensa diaria o para
seguir las noticias en TV, desafección hacia los seres queridos, desaseo,
permanencia en ropa de dormir y, finalmente, el paso inadvertido al déficit de
atención y de facultades mentales. De hecho, inclusive para los especialistas
es difícil distinguir al inicio entre depresión profunda y Alzheimer”.
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