¿Envejecer o hacerse viejos?


En palabras del Dr. Manuel Quijano Narezo, a quien me referí en mi anterior artículo, los organismos unicelulares parecen escapar a la muerte, transformándose en individuos nuevos al dividirse con todo su material genético; pero en todos los pluricelulares –incluso en los unicelulares después de cierto tiempo-, ocurre el envejecimiento y la muerte.

La duración de la vida, continúa el Dr. Quijano, “es parte de la programación evolutiva para cada especie: las mariposas después de su ciclo de huevos, larvas y orugas, apenas gozan de pocos días para revolotear por las flores, aspirar su néctar y aparearse; en cambio, se dice que la tortuga, los loros y algunos peces pueden ser casi centenarios –yo agregaría que los elefantes rebasan por mucho los cien años y son los seres más longevos de nuestro planeta-.  El ser humano en los países civilizados (entre ellos México), ha visto en las últimas décadas extenderse su expectativa de vida al nacer, acercándose en la actualidad a los 80 años; pero no hay un alargamiento del período vital, pues aunque ahora llegan muchos a los 80, sólo una baja proporción de afortunados, la misma desde hace siglos, llega a los noventa y a los cien años”.

Por supuesto que los científicos optimistas, a manera de ciencia ficción, han adelantado hace algún tiempo que todo parece indicar que los humanos podrán llegar a vivir con cierta calidad de vida hasta los 150 años. Al respecto, el Dr. Jesús Kumate hace referencia a que  el Emperador Amarillo en el clásico de Medicina Interna en el siglo IV a.C., escribió: “La gente alcanzaba los 100 años de vida y sin embargo permanecía activa y no mostraba decrepitud en sus actividades”, sin embargo, planteó como razón para terminar tan feliz situación el que “un día la pacífica era llegó a su fin y los hombres, conforme se hicieron más violentos fueron más vulnerables a las influencias nocivas”.
En la misma época Lieh-Tse en el relato del paraíso terrenal taoísta señala: “Hombres y mujeres no morían antes de llegar a la edad de 100 años y las enfermedades y las muertes prematuras no se conocían. Así vivían en la alegría y la dicha, sin tener decadencia ni ancianidad, sin tristeza ni amargura”. Posteriormente Pao Ching-Yen habla de un tiempo en que “Los males contagiosos no se difundían y a una vida prolongada seguía una muerte natural”. En 1937, señala el Dr. Kumate, se realizó una película sobre  un lugar aislado, al norte de la India, Shangri-La, donde no ocurría el envejecimiento. Como en el relato de Pao Ching-Yen, “no existían senderos en las montañas, ni puentes sobre las aguas, ni botes en éstas, ni se habían hecho navegables los ríos. Por lo tanto, las invasiones y las agresiones no eran factibles.”
El incremento en la esperanza de vida ha contribuido a la modificación de la pirámide de población de cada país. En los años 70´s en el vértice de dicha figura se colocaban los mayores de 65 años en un solo bloque, ahora este último se ha subdividido en quinquenios de 65-69, 70-74, 75-80, 80-84 y mayores de 85 años. Como en un congreso de Gerontología se expuso un trabajo sobre el estado de salud en 100 centenarios de Shangai, seguramente no tardará en aumentarse el número de quinquenios sobre los 85 años, lo que permitiría incluir a los más viejos de los viejos, la llamada “cuarta edad”.
El Dr. Kumate considera que dado que el fenómeno demográfico es universal se habla de una epidemia de viejos que llegó para quedarse, pues mientras que en 1988 los mayores de 60 años en el mundo eran 580 millones, se estima que para el año 2,018 habrá aumentado a mil millones.

Dado que el tema es muy amplio para tratarse en tan corto espacio, a continuación voy a presentar algunos pensamientos de los autores a quienes me he referido. Por ejemplo, el Dr. Quijano considera que “Lo importante es concentrarse no en luchar contra los achaques inevitables, contra la disminución de las capacidades fisiológicas, sino en hacer de la vejez un periodo dichoso. ¿Cómo?, en primer lugar, no abandonándose, no renunciando prematuramente. Físicamente, lo que se hizo ayer, puede hacerse hoy y el ejercicio moderado, diario y no por capricho o de fin de semana, ayuda a conservarse (Juan Antonio Samaranch, Presidente del Comité Olímpico Internacional hasta muy avanzada edad hacía ejercicio hasta en su cuarto de hotel todos los días)”.

“Con respecto a la actividad intelectual: tal vez no seguir haciendo lo mismo pero conservarse interesado, ávido de novedades, creativo aunque sea en quehaceres de menor rango teórico y sentimentalmente, la misma actitud: no inventar nuevas relaciones con propósitos deliberados, sino seguir viendo en la otra persona lo que se amaba en la juventud y actuar consecuentemente: las atenciones, la ternura, la admiración y el afecto no tienen edad. Una vieja pareja enamorada no tiene nada de ridículo. La sensualidad se debilita o se extingue, los celos mueren con la juventud. Las tormentas han pasado y amores que han sido imperfectos toman, al envejecer, un sabor austero y delicioso: de dos juventudes tempestuosas se puede hacer dos vejeces agradables”.

Por su parte, el Dr. Kumate comenta que el antecedente de un estilo de vida al tenor latino de: “En la comida, en la bebida, en el trabajo, en los juegos, en el sexo, en el sueño, todo con moderación”, es la mejor base para envejecer sin muchas minusvalías. También propone el ejercicio aeróbico y las técnicas del Tai-Chi. Al respecto, el compositor Eubie Black al cumplir 100 años declaró: “Si hubiera sabido que iba a vivir tanto, me hubiera cuidado”. Por último, recomienda seguir las interesantes y chuscas “Resoluciones cuando sea viejo” de Jonathan Swift (1667-1745). Rev Fac Med UNAM 2000; volumen 43.

En resumen, expresa el Dr. Quijano, no es verdad que la vejez sea un infierno en cuya puerta de entrada haya que escribir las palabras que Dante halló: “Abandonad toda esperanza, los que aquí entráis”.

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