¡Otra vez la basura!
El acúmulo de basura en grado
superlativo en ciudades importantes como Acapulco, Cancún, Cuernavaca y Oaxaca,
ha vuelto a mostrarnos la cruda realidad del nivel de desarrollo que tiene
nuestro país, en comparación con las naciones del primer mundo, donde ese y
otros problemas de salud pública han sido resueltos desde hace décadas. La
importancia de dicho asunto es aún mayor en cuanto a que las cuatro ciudades
mencionadas son bastiones del turismo nacional e internacional de México.
En el caso de la basura es
grave que cuando se paralizan los servicios de recolección públicos o privados
por la causa que sea, la ciudadanía resuelva simplemente en apilarla en grandes
montones en esquinas donde confluyen dos o más arterias urbanas, lo que
representa una terrible molestia sanitaria, un severo foco de transmisión de
enfermedades infecciosas y parasitarias, donde se reproducen toda clase de
insectos, sobre todo las cucarachas y las moscas, y de roedores, constituyendo,
además, un atentado a la imagen y estética citadina y una fuente o mecanismo
colectivo de desánimo, que se traduce en impotencia, frustración y depresión.
Delicado es también que no exista
en la República Mexicana en general –con sus obvias excepciones- una cultura
ambiental para la separación apropiada de los desechos orgánicos e inorgánicos,
y que por lo mismo la población incluya en bolsas de plástico, cajas de cartón
o en otro tipo de depósitos, todos los desechos de una buena vez,
confundiéndose restos de alimentos con envases de tetrapak de toda clase de
productos industrializados, latas de aluminio, cáscaras de frutas o éstas en
descomposición, cristales rotos, cartón, etc. No es difícil observar que hasta
cadáveres de animales domésticos van a parar a los camiones recolectores de la
basura.
Aparentemente el problema
para la ciudadanía se resuelve en cuanto se deshace de su respectiva cantidad
de basura y el transporte se la lleva, pero la mayoría de las personas
desconocen el fin último que tendrá cuando las toneladas de desechos se
descargan en los llamados “tiraderos” en ausencia del tratamiento apropiado en
un relleno sanitario.
Si uno visita cualquier
tiradero, el escenario ante nuestros ojos es sumamente deprimente, porque
además del mar de toda clase de inmundicias es terrible la abundancia de los
malos olores, la presencia de decenas de famélicos perros y de otros animales
domésticos, y la infaltable asistencia de aves de rapiña como los zopilotes, de
verdaderas nubes de moscas y miles de cucarachas. En medio de semejante
muladar, familias enteras de pepenadores realizan la triste misión de
seleccionar todo aquello que pueda significarles la obtención de unos cuantos
pesos, que les permita su subsistencia (latas de refresco, de cerveza y de
otros productos, vidrio, metales, papel periódico, cartón, plástico, etc.,); y
en las profundidades de toda la podredumbre, los líquidos llamados lixiviados
que contaminan los mantos fréaticos y producen gases tóxicos que se desprenden
al exterior.
Mantener un sistema tan
arcaico y dañino para la salud es sinónimo de subdesarrollo, pero la
calificación en ese sentido es cada vez menor cuando se suma al problema de la
basura la deficiente atención de otros servicios públicos y/o privados, como
son los centros de abasto, los de matanza del ganado bovino, porcino, caprino y
de otros animales, de la distribución y comercialización al mayoreo y menudeo
de los productos cárnicos, la disposición y tratamiento del agua para uso y
consumo humano, así como de las excretas y aguas negras, el control de la
contaminación por ruido y de toda clase de tóxicos que afectan el ambiente, la
construcción, conservación y mantenimiento de parques y jardines, áreas de
juegos infantiles y centros deportivos, el control de la fauna nociva
(principalmente de los moscos transmisores del dengue y del paludismo) y de los
perros callejeros, así como de la imagen visual y estética urbana
(espectaculares y grafiti sobretodo).
Cuando la sociedad mexicana
asuma con carácter prioritario la atención de estas ingentes necesidades,
cuando entienda la trascendencia de modernizar y eficientar de manera integral
todos y cada uno de los servicios públicos y/o privados mencionados, habrá dado
un paso fundamental para garantizar un elevado nivel de salud de la población y
para conducir a nuestra nación al nivel que se merece en el concierto mundial.
Las grandes obras de
infraestructura de un país como lo son las carreteras, aeropuertos, refinerías,
presas hidroeléctricas, centros médicos, etc., son indiscutiblemente
convenientes e imprescindibles para fortalecer su desarrollo, sin embargo, lo
aquí tratado reviste un valor agregado, porque su atención significa prevenir
la enfermedad para conservar y mantener sana y en óptimas condiciones, físicas
y mentales a la población y de ella a la económicamente activa. Prolongar la
vida con calidad debe ser la visión de todo estadista con una vasta cultura de
salud pública.
Otro ejemplo, además del de
la basura que puede demostrar porqué es preocupante todo lo dicho, es la falta
de buenas prácticas de higiene en el manejo de los productos cárnicos. En ese
sentido, no es posible que la sociedad permita el transporte, en vehículos
sucios e inapropiados, de los productos cárnicos y de aves como el pollo y que
luego se comercialicen en los puntos de venta al aire libre, sin refrigeración.
Además de llegar a estos últimos con un elevado grado de contaminación
biológica, cada minuto que pasan expuestos al ambiente se acelera el proceso de putrefacción, de tal manera que
si se colocan a la venta a las ocho de la mañana, para el medio día se habrán
convertido en una fuente de enfermedad.
De ese tamaño es la gravedad
de la ignorancia y de nuestra dejadez. Hagamos conciencia y actuemos. No
dejemos a la siguiente generación que resuelva lo que nos corresponde.
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