La vejez entra por los pies…


Muy acertado este dicho que alguna vez le escuché a mi buen amigo Rafael Aragón Kuri, a propósito de la necesidad de mantenernos permanentemente en forma mediante el trote o la caminata, para evitar los efectos tempraneros del anquilosamiento de las articulaciones y posteriormente los de la sarcopenia, término creado por Rosenberg, que no es otra cosa que la pérdida involuntaria y progresiva del músculo esquelético y de su fuerza, como preludio y parte del envejecimiento.

Muy a propósito he querido abordar este tema luego de conocer la portentosa hazaña del ultra fondista oaxaqueño Octaviano Robles Cruz, quien a sus 51 años acaba de cubrir la distancia de 200 kilómetros entre el 23 y el 26 de este mes. Su diario Despertar cubrió la maratónica carrera los cuatro días que se desarrolló en los valles centrales, dándole importancia a un hecho que no tiene precedente alguno en la historia del deporte del Estado y que difícilmente volveremos a ver en mucho tiempo, salvo que Octaviano se interese por romper su propio record del total de horas, minutos y segundos que empleó para semejante desafío.

Generalmente se ha dado importancia al ejercicio en los jóvenes y casi nada se escucha acerca de su relevancia en la  población de la tercera y cuarta edad, cuando es precisamente el grupo de los adultos mayores el que más se beneficia del mismo, incluyendo a los viejos-viejos y a los ancianos frágiles. Por lo mismo, es muy raro observar en las calles, en los parques y pistas de acondicionamiento físico a un anciano que camine y mucho menos que trote, y es menos frecuente que lo hagan personas del sexo femenino.

Un ejemplo de lo anterior lo podemos constatar en el parque de la colonia de las Flores, ubicado enfrente del Consejo de Tutela. A ese pequeño espacio recreativo llegan a ejercitarse hombres y mujeres, pero la mayoría son jóvenes; pocos son los “viejos” y muy raros los llamados “viejos-viejos” que caminan y/o trotan ahí. Hay uno en particular que me llena de asombro, posiblemente tenga alrededor de los 70 años, que hace su arribo a las seis de la mañana; de pants, sudadera, tenis y gorra de beisbolista camina vigorosamente como cinco kilómetros diarios y luego intercala su ejercicio con unas cinco vueltas a la pista, más o menos kilómetro y medio, y termina con una pequeña serie de ejercicios de fuerza.

De pronto me recuerda a la famosa “Chayito”, voceadora de periódicos del Distrito Federal, que además de su diaria labor matutina, entrenaba para participar en carreras formales, llegando a ser reconocida mundialmente por sus logros deportivos. Ambos son ejemplos y modelos a seguir en un país que ya “logró” ocupar nada menos que el 1er. lugar mundial en sobrepeso y obesidad entre las mujeres, el 2º. entre los hombres y el 1º. entre la población infantil.

José Ávila Funes y Emilio José García Mayo del Departamento de Geriatría del Instituto Nacional de Ciencias Médica y Nutrición Salvador Zubirán (Gac Med Mex. Vol 140 Núm. 4. Págs. 431-436. 2004), señalan textualmente que: “La sarcopenia es un componente clave en el modelo de la fragilidad, la cual es una condición de la edad avanzada que se caracteriza por la vulnerabilidad a agentes estresantes y a la disminución de la capacidad para mantener la homeostasis y cuya causa se desconoce. A este proceso se ha atribuido, al menos en parte, la disminución de la funcionalidad motriz, lo que repercute en la capacidad funcional de la población geriátrica y en su calidad de vida. Esto provoca, así mismo, un aumento en el gasto de recursos económicos en el área de la salud.

Los efectos clínicos de la sarcopenia son, fundamentalmente: Pérdida de la función independiente, disminución en la velocidad para caminar, de la flexibilidad y de la capacidad para generar poder, de la tolerancia al ejercicio y en la calidad de vida, y aumenta el riesgo de caídas, fracturas y la fatigabilidad.

Está ampliamente aceptado que la pérdida de la función que acompaña al envejecimiento es inevitable. Sin embargo, existen múltiples estrategias para preservar e inclusive aumentar la masa muscular y la fuerza, lo que constituye un camino importante para conservar y restituir la independencia funcional de los ancianos, así como para disminuir la prevalencia de muchas enfermedades crónicas. Para esto se han utilizado modificaciones en la dieta y fármacos anabólicos, pero el ejercicio es el único método probado y seguro para restaurar y mantener la función en los ancianos al mejorar la fuerza muscular y éste es el argumento más convincente para promoverlo.

El ejercicio en los ancianos produce efectos fisiológicos benéficos sin importar la edad y el nivel de incapacidad. El ejercicio puede usarse para mejorar el estado de salud en los ancianos sanos, ancianos frágiles, en nonagenarios y en aquellos con múltiples enfermedades. La capacidad de los hombres y mujeres ancianos para responder a la actividad física progresiva con mejoría en la capacidad aeróbica y/o fuerza depende de la frecuencia, intensidad y duración del programa de ejercicios. Un programa de ejercicios que incluya actividad aeróbica y entrenamiento de fuerza es deseable, aunque sólo este último es el que detiene o revierte la sarcopenia. Hay que agregar un programa de  ejercicio para mantener el equilibrio, que puede ser  estático o dinámico; este último es aquel que incluye movimientos lentos, suaves y rítmicos; el Tai Chi es el ejemplo.

El Colegio Americano de Medicina del Deporte recomienda que  los que quieran iniciar un programa vigoroso de ejercicio deben someterse a exámenes supervisados por médicos. Sin embargo, si la recomendación es caminar o participar en programas de baja intensidad, las pruebas probablemente no sean necesarias”. Fin de la cita.

Así que a caminar, por lo menos 30 minutos, todos los días, incluyendo los fines de semana y días festivos; y cuidar nuestra manera de comer. ¿Qué le parece?

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