Médicos de escritorio. Conclusión.
La organización de los
sistemas nacional y estatal de salud, exige la incorporación de médicos con
postgrado en salud pública, epidemiología, administración médica y
administración de hospitales, para que se responsabilicen de la administración
de los programas y servicios de salud en oficinas centrales a nivel federal y
estatal, en los institutos nacionales, centros médicos, jurisdicciones
sanitarias, hospitales de segundo y tercer nivel de atención y centros de salud
urbanos.
Para poner un ejemplo, hoy en
día no es concebible el nombramiento de un médico clínico de cualquier
especialidad, como director de un hospital general, aunque la capacidad de este
sea únicamente de 30 camas, porque podrá tener amplios y probados conocimientos y una vasta experiencia clínica, pero no
disponer de las herramientas teórico prácticas para dirigir un nosocomio si no
demuestra haber cursado por lo menos un diplomado en administración médica o de
hospitales; es decir, no es correcto improvisar directivos, porque hacerlo es sinónimo
de ineficiencia y fracaso.
Quien se dedica en cuerpo y
alma a dichos campos de la medicina, generalmente ha de sacrificar la relación
médico-paciente, es decir, debe abandonar el deseo y la intención de dar
consulta y más aún la actividad quirúrgica. Hay
médicos con alguna especialidad clínica que han cumplido con un puesto
directivo de manera temporal y han retornado a su consultorio o a la vida
hospitalaria; en la medida de sus posibilidades y por sentido común,
supieron actuar con inteligencia,
sabiduría y prudencia. Pero son los
menos, son “garbanzos de a libra”.
Los que han pactado con su
conciencia para dedicarse el resto de su vida profesional a tiempo completo a
servir a la colectividad, han dejado de lado la actividad clínica. Como ya señalé,
siempre habrá excepciones a la regla, porque se han registrado casos en los que
un médico clínico resulta ser un buen directivo en niveles jerárquicos
superiores, interesándose por asistir a diplomados o cursos en la materia durante
su gestión.
Por lo contrario, no han
faltado los médicos que algún día se graduaron como sanitaristas o
administradores, se desempeñaron como tales en el sector público, pero decidieron renunciar para dirigir sus
pasos hacia alguna especialidad clínica por no haber sentido satisfechos sus objetivos personales.
También ha ocurrido que
médicos con postgrado en salud pública o en administración, incluso en el
extranjero, en universidades de prestigio, no “han dado el ancho”, cuando se
les ha encomendado un determinado puesto dentro de la estructura orgánica de
una determinada institución, terminando
por no trascender y dejar huella.
Volviendo al motivo de este
artículo, es una falacia afirmar que el mal llamado “médico de escritorio”
lleva una vida placentera, totalmente opuesta, en ese sentido, a la del médico
clínico. Por supuesto que hay sus excepciones, pero tan estresante puede ser el
desempeño de su función, como ocurre con el de un cirujano. Con respecto de
éste último, alguna vez se llegó a decir que era el especialista con mayor
riesgo de infarto del miocardio y de accidente vascular cerebral.
Sin embargo, el servidor
público que se dedica a la salud pública o a la administración de servicios de
atención médica, no está exento de sufrir esos y otros riesgos a su salud,
porque es frecuente que preste sus servicios toda la semana, contando los
domingos y días festivos y que incluso se lleve trabajo a su casa. Es posible
que tenga que sacrificar también su vida familiar y más aún, cuando debe
cumplir con comisiones frecuentes por varios días o semanas; para sus traslados
ha de viajar en lo que se pueda o tenga derecho, en avión, autobús, vehículo
oficial, taxi colectivo, a caballo o a pie.
Es posible que también, en
pleno periodo navideño, se vea comprometido a concluir un proyecto, plan,
programa, investigación o un determinado informe, y donde se encuentre, esté o
no de vacaciones, ha de estar disponible para cuando se le llame, a cualquier
hora del día o de la noche; o simplemente no puede dejar de estar informado de
las indicaciones que dejó a sus subalternos.
Cuando se trata del desempeño
de una comisión en campo, no importa que el médico tenga un postgrado y ocupe
un puesto de alta confianza en la escala jerárquica de una institución. Ocurre
que a veces hay que realizar largas jornadas de traslado para llegar a una
localidad en el área rural, pernoctar en un petate, comer lo que hay en la
comunidad y cuando sea posible, ensuciarse la ropa y el calzado, y exponerse a
los riesgos del camino, mientras otros profesionales de la medicina viven el
confort de las ciudades.
Y cuando se está en alguna de
estas últimas, se trabaja a tiempo completo. Hay que atender uno y mil asuntos;
recibir, escuchar y ofrecer soluciones a quienes solicitan audiencia; organizar
y/o presidir una y otra reunión de trabajo; revisar la correspondencia,
contestarla, acudir al llamado del superior inmediato; resolver los problemas
de orden sindical; recibir y atender diversas comisiones y aplicar en la
práctica las fases del proceso administrativo. Así mismo, intervenir con
frecuencia en acciones de enseñanza y capacitación, asistir a congresos,
cursos, seminarios, participar en trabajos de investigación, elaborar artículos
para revistas de prestigio en el área de su especialidad y no es raro que sea autor
o coautor de algún libro.
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