La importancia de la Fe.

Me impresionó observar en la televisión algunas imágenes filmadas en Filipinas relacionadas con los festejos dedicados al llamado Nazareno Negro. Unos días antes, el 6 del presente mes, también llamaron mi atención los actos en México, en honor nada menos que de San Gaspar, San Melchor y San Baltasar, celebraciones que eran totalmente desconocidas para mí. En ambos  acontecimientos de corte pagano y religioso, el común denominador fue la presencia de miles de devotos, algunos de los cuales, al ser entrevistados, justificaron su presencia por la fe y los milagros concedidos a sus peticiones.
Fe que fue miles de veces expresada por los millones de católicos que acudieron a venerar en el último diciembre a la Virgen de Juquila y a la Virgen de la Soledad en Oaxaca, así como a la Virgen de Guadalupe en su santuario de la ciudad de México y en todo el país, sin olvidar las demostraciones de fervor por San Judas Tadeo en la misma capital del país y en otras entidades federativas.

Naturalmente que estos hechos que motivan grandes movimientos de población no son privativos de la religión católica, pues incluso, hay otras religiones cuyo número de seguidores de sus líderes espirituales es mayor cuando se concentran cada año donde son objeto de culto. Como en nuestro país la primera mantiene un marcado predominio sobre las demás, el presente artículo está literalmente motivado por la misma,  con respecto a los actos de fe que mueven a las multitudes, sin importarles las inclemencias del clima, el enorme desgaste físico, sus dolencias y discapacidades e inclusive el hambre.
En ese sentido, todo se soporta con tal de llegar hasta la imagen objeto de la devoción, diversificándose en todas las expresiones con las que se rinde culto a Jesucristo, también llamado Jesús,  el Nazareno, el Divino Redentor, el Galileo, el Mártir del Calvario, y a su madre, la Virgen María, que lo concibió por obra del Espíritu Santo, teniendo conocimiento de ello, su padre, el carpintero José. De esa manera, los fieles manifiestan su fe al Cristo Olvidado, al Sagrado Corazón de Jesús, al Cristo Negro, al Señor del Rayo, al Señor de las Maravillas, al Señor de los Milagros, al Santo Señor de Chalma, al Cristo Roto, a Cristo Rey, entre otros. Y en el caso de la Virgen María a las Vírgenes del Rosario, de la Merced, del Carmen, de Dolores, de San Juan de los Lagos, de la Santísima Concepción, de Lourdes, de Guadalupe, de Juquila, de la Soledad, de los Remedios, etc. Ni que decir de los Santos, cuyo calendario está saturado los 365 días del año, aunque algunos son más venerados que otros.

La palabra fe no es exclusiva de las creencias de una persona o de un grupo de ellas. Actualmente tiene diversas connotaciones, las cuales pueden localizarse  en cualquier diccionario, por ejemplo en el Pequeño Larousse Ilustrado o en la página web: Word Reference. Com. Diccionario de la Lengua Española. Aquí me interesa la más general de las definiciones. Así, puede decirse que deriva del término latino fides y entre otras cosas se refiere a la confianza o buen concepto que se tiene de alguien o de algo; también a la aseveración de que algo es cierto o verdadero. Fe es el saber de lo sagrado, considerando no sólo lo que no se ve sino además aquello que encierra un misterio. En este caso la fe sería como creer en lo imposible, como es el caso del dogma de fe cristiano de creer en la llamada Santísima Trinidad, que entiende a Dios como uno y trino. Otro ejemplo lo es la creencia de que hay otra vida después de esta, sin que exista ninguna evidencia científica que lo demuestre.

La razón, la moral y las emociones son factores que intervienen en la fe. La fuerza racional se expresa cuando la fe nace de un postulado (principio cuya admisión es necesaria para establecer una demostración; el cual es muy claro o evidente), combinándola con evidencias del pretérito; la fuerza moral aparece por algún tipo de temor a ser objeto de castigo o por el interés de alcanzar una promesa prometida y la fuerza emocional se genera por un deseo, aportando a la autoestima y dignidad de un individuo.

En realidad la fe es la base de las religiones, pues los creyentes depositan su confianza plena en los postulados que le son señalados. Es la primera de las virtudes teologales que nos permite creer, aún sin comprenderlas, las verdades que nos enseña una determinada iglesia. Un ejemplo de ello es el pasaje bíblico que hace referencia a cuando Jesucristo resucitado se aparece a sus apóstoles y le pide a Tomás que introduzca su dedo en el agujero de sus manos para que crea, porque este último se resistía a creer que el primero había realmente vuelto a la vida. Anteriormente, el mismo Jesucristo se había dirigido a sus discípulos como “hombres de poca fe”, cuando él tuvo que dejar su plácido descanso en la barcaza que los transportaba, para aplacar los vientos huracanados que amenazaban con hacerla zozobrar ante el manifiesto terror de sus tripulantes. En otro momento se refiere a la posibilidad, por medio de la fe, de mover una montaña.

Y es la fe la que produce resultados espectaculares en las personas que en su desesperación acuden a cualquiera de las medicinas paralelas, a la medicina tradicional, (que incluye el uso de la herbolaria y a los sobadores) y hasta los mismos charlatanes. Es la fe la que ha hecho expresar a los pacientes cuando confían totalmente en un médico: “…nada más de verlo me siento mejor”. 

Obviamente la confianza nace de la seguridad y de la demostración de que el médico realmente sana y cumple con los postulados de su noble profesión, pero también es claro que es producto de la calidad de la atención que reciba el enfermo, del trato cortés y amable, del respeto a sus creencias y confidencias.

Por ello, mientras halla fe, habrá esperanza y la creencia de un mejor destino. No juzguemos la fe de nuestros pueblos sin encontrarle el lado positivo. En salud es vital y es el motor que alienta la vida hasta el último momento. 

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