Central de Abasto y Rotonda de la Azucena.
Cuando se inauguró en los
años 70´s la Central de Abasto de la capital del Estado fue un gran acontecimiento
para la ciudadanía, lo recuerdo bien. En su tiempo se constituyó en una de las
obras gubernamentales más importantes. Por donde se le viera lucía hermosa,
impecablemente limpia, ordenada, eficiente y segura. Daba gusto trasladarse a
ella por lo menos cada fin de semana para surtirse de las frutas de la
estación, verduras y legumbres, productos cárnicos y productos elaborados como
las clásicas tlayudas y el pan “amarillo” y de dulce y se cubrían un sin fin de
necesidades domésticas.
Su construcción significó un
incremento en la plusvalía de los inmuebles edificados en sus límites y junto
con la Central Camionera de Autobuses de segunda clase se convirtió en un
conjunto integral de servicios públicos que ya era una necesidad. Sin embargo,
a más de 30 años de distancia qué lejos quedaron aquellas imágenes que hacían
creer que la ciudad de Oaxaca tendría un mejor destino y que dichas obras tan
solo eran el inicio hacia la modernidad.
Hoy, da vergüenza pasar
siquiera por el mal llamado “periférico” y observar el producto de tanta
negligencia, de tanta dejadez y de tanta corrupción; porque no le puedo llamar
de otra manera al resultado de la apatía, de la perversión, de una total
indiferencia, de la falta de responsabilidad y de la carencia de sensibilidad
social. No ha habido, por otra parte, una visión amplia para su conservación y
mantenimiento y menos aún para reorganizar y sacudirse toda clase de lastres
que han hecho de todo ese espacio un submundo de degradación, contaminación (de
todos los tipos), inseguridad, sexoservicio, venta de productos piratas y
perdón que insista, de una brutal corrupción.
Si el gobierno municipal, que
recientemente tomó posesión, se llega a interesar por modificar de manera
radical la imagen actual de la Central de Abasto, de la Central Camionera, de
los paraderos de taxis y de las avenidas adyacentes, principalmente el
periférico, tendrá la amplísima satisfacción de realizar una magna obra,
fundamental, de enorme beneficio para la ciudadanía de los Valles Centrales, no
únicamente del municipio de Oaxaca de Juárez. Es obvio que hay que conciliar y
negociar con las múltiples organizaciones sociales que han creado un complejo y
obscuro entramado de intereses en ese espacio físico, pero tarde o temprano
había que hacerlo, porque semejante monstruo no debe seguir creciendo como
hasta ahora. Implica, claro está, un enorme gasto, pero también es posible
tocar puertas ante la federación e incluso con la propia iniciativa privada.
Es ahora o nunca para la
administración de Don Luís Ugartechea Begué, pues se trata de trascender o en
caso contrario pasar a formar parte de la mediocridad. En ese sentido,
seguramente es una de sus más grandes metas; así deben ser estas, ambiciosas,
pero realistas. Sin duda, es un gran reto pero siempre en la vida hay audaces
que transitan con responsabilidad, por lo que sus obras no pasan
desapercibidas. Veremos si para el año 2013, en el último informe del Presidente
Municipal, simplemente nos confirme que su gobierno cumplió con la
dignificación de las obras y espacios físicos comentados; será, efectivamente,
el renacimiento de la esperanza en creer que las palabras se convierten en
hechos y que Oaxaca se dirige irreversiblemente a tiempos mejores.
Por otra parte, he escuchado
no pocos comentarios en relación al futuro próximo de la Rotonda de la Azucena,
pues aunque faltan aparentemente largos cinco meses para la representación de
nuestra tradicional “Guelaguetza”, las obras emprendidas por la administración
anterior del gobierno del Estado lucen totalmente paralizadas. Al respecto, el
año pasado varias fueron las causas que se sumaron para derivar la fiesta
máxima de Oaxaca a otro sitio, pero una de ellas fue la colocación de la tan
traída y llevada velaría, la cual, como todos sabemos, al parecer resultó un
soberano fiasco y un insulto al pueblo oaxaqueño. El caso es que ni siquiera
pasado el proceso electoral del 4 de julio, una vez tranquilizadas las aguas que
amenazaban con desbordarse, la empresa contratada no terminó en tiempo y forma
con su responsabilidad. Y así transcurrieron los meses para llegar al 1º. de
diciembre, fecha en que tomó posesión el Lic. Gabino Cue Monteagudo como
Gobernador de la entidad, sin que le fuera entregado a él y al pueblo la obra
terminada totalmente y a satisfacción, es decir, con la calidad esperada.
Ahora, los que tenemos la
necesidad de movilizarnos en la ciudad en algún momento del día, observamos con
preocupación que la situación sigue igual. Ahí está ese monumento a la
ineficiencia, permanentemente ante nuestros ojos, fácil de ver desde los cuatro
puntos cardinales, sin que haya modificación alguna. Naturalmente que las
preguntas obligadas son: ¿Se colocará totalmente la velaría? ¿Si así sucede qué
garantía tendremos de que resista los vientos y las altas temperaturas que ya
se avecinan? o también: ¿Se tomará la decisión de no colocarla para proceder a
desarmar toda la infraestructura que ya está colocada? ¿En este caso cuánto
tardarían estos nuevos trabajos? ¿Y los detalles pendientes de concluir? En
cualquier caso, ¿Las obras se terminarán a tiempo para no volver a derivar
nuestra fiesta a otro lugar?
Estamos en tiempo,
creo yo, de que se adopte y ejecute la mejor de las decisiones, para que en su
momento se inicie la difusión a nivel nacional e internacional y de esa manera
exista la garantía de que tendremos el arribo del turismo interesado en
nuestras tradiciones y costumbres y de que los que vivimos en el Estado podamos
volver a disfrutar de nuestra Guelaguetza, de la exquisita y variada
gastronomía que se degusta desde que inicia uno la subida por ese clásico
pasaje compuesto por ancestrales escaleras y frondosos árboles. Ojalá tengamos
una pronta noticia sobre este asunto.
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