México 2010.

La semana pasada el prestigiado periodista Leopoldo Mendívil, una de las más afamadas plumas de Diario Despertar de Oaxaca, destacó en su muy leída columna el texto completo del mensaje que recibió en su buzón ya muy entrada la noche y que se subtitula “Orgulloso de ser mexicano”, mensaje que en sus propias palabras sacudió a don Leopoldo y que debe ser motivo de reflexión.

Pues bien, yo también he sido uno más de los seguramente miles de ciudadanos que ha recibido dicho texto, el cual, por su contenido no puede pasar desapercibido en los medios de comunicación como el presente, porque da lugar para insistir en que somos independientes desde el año de 1821, fecha de la consumación de  nuestra independencia de España, once años después de que don  Miguel Hidalgo y Costilla incitara a la rebelión con su famoso grito en el atrio del templo de Dolores; luego entonces, lo que en todo caso celebraremos es el bicentenario del inicio de la lucha por la independencia.

Otra situación muy semejante ocurre con el festejo del centenario de la Revolución, pues ésta inició a fines de la primera década del siglo XX con Francisco Indalecio Madero a la cabeza, lo que obligó al autoexilio del General don Porfirio Díaz Mori, quien, una vez que renunció a la Presidencia de la República el 25 de mayo de 1911, se embarcó rumbo a Francia seis días después en el buque “Ipiranga” con su esposa, doña Carmelita Romero Rubio, familiares, integrantes de su gabinete y sus más cercanas amistades.

En este caso, si no hay una fecha exacta del término de la Revolución, sí puede decirse que el país entró en un periodo de paz hasta la asunción del Ingeniero Pascual Ortiz Rubio a la primera magistratura del país el 5 de febrero de 1930, cargo que dejaría dos años después para el arribo del Licenciado Emilio Portes Gil.

En resumen, lo que festejaremos es el inicio de ambos acontecimientos, pues respecto del primero nuestra independencia tiene una fecha, el 28 de septiembre del año 1821, cuando se firmó el acta respectiva del llamado Imperio Mexicano, y del otro, quizás sí cabe la celebración de su inicio el 20 de noviembre de 1910.

Volviendo al texto del mensaje antes aludido y que comienza así… “Ahora que se aproxima nuestro bicentenario, nos debemos sentir más orgullosos que nunca de ser mexicanos”; continúa con una relación de causas de ese supuesto orgullo, acompañadas de su respectiva imagen; la que me llamó la atención por el carácter de esta columna es la que dice: obesidad, 1er. lugar mundial adultos y 2º. lugar en niños.

Al respecto, obviamente no podemos sentirnos orgullosos de aquello que es producto de la multicausalidad, sí, pero que refleja enormes deficiencias en la aplicación de políticas en materia de promoción de la salud,  educación física y nutrición, situación que se arrastra desde siempre pero que ahora ha tocado fondo, a tal grado que su importancia es tal que estamos en la mira de todo el mundo, como signo inequívoco del peor modelo de nación en ese rubro.
México es un país de contrastes, así que no debemos olvidar la otra cara de la moneda, la de la pobreza y sus consecuencias en materia de salud, lo mismo en las áreas urbana, suburbana y rural, donde al lado de los infantes y adultos con sobrepeso u obesidad, sobreviven al hambre millones de compatriotas con baja talla y algún grado de desnutrición, multiparasitados, con un elevado índice de caries dental, enfermos de infecciones gastrointestinales o del aparato respiratorio, y a veces de ambas, así como de tuberculosis pulmonar y otros padecimientos de tipo transmisible. Si a la población ya existente clasificada como en pobreza y pobreza extrema, se han agregado otros millones de mexicanos en los últimos tres años, realmente de qué deberíamos sentirnos orgullosos.

Sin embargo, para no pecar de pesimistas haría falta destacar todo lo positivo que tenemos, todo lo que hemos dado al mundo en casi todas las expresiones artísticas y culturales y en la misma ciencia,  porque algo nos debe motivar para transmitir a nuestros hijos el orgullo de ser mexicanos y el genuino interés por trascender y dejar atrás nuestros ancestrales rezagos.

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