Malas prácticas de higiene: 4 ejemplos.
El problema de las
enfermedades diarreicas agudas (EDAS) y
de las parasitosis intestinales, está íntimamente relacionado con el nivel de
escolaridad y con los conocimientos básicos para el autocuidado de la salud que
posea cada individuo, que incluyen las prácticas de higiene personal. La
presencia de aquellas, por lo general, es un indicador de pobreza, pero no
siempre, como puede colegirse de los siguientes cuatro ejemplos.
En el primero de ellos me
tocó a mí vivirlo en “carne propia”, cuando siendo interno de pregrado en un
hospital general de zona del IMSS, fui una víctima más que se sumó a la
totalidad de los trabajadores, incluidos los médicos de base, paramédicos y
otros doce internos, que un
mediodía de 1971, coincidimos en
el comedor del nosocomio y nos tocó la mala suerte de consumir un alimento,
cuyo estudio de laboratorio demostró que estaba contaminado por una bacteria
entérica. Su toxina resultó ser tan patógena que en unas cuantas horas sus
efectos fueron devastadores en todos los comensales, con un cuadro clínico
caracterizado principalmente por evacuaciones diarreicas frecuentes, vómito y
malestar general. Se llegó a conocer al causante del brote epidémico, porque
todos los trabajadores de la cocina fueron objeto de estudio. Era un portador
asintomático con deficientes prácticas de higiene. Las autoridades pusieron el
remedio y no volvió a presentarse otro problema igual.
Para un segundo ejemplo me
remonto al inicio de la década de los años 80´s. En un conocido hotel de la
ciudad de Puebla nos reunimos los representantes de diez entidades federativas
del sureste de la República Mexicana, a convocatoria de una de las direcciones generales de la Secretaría de Salud Federal. En el
primer día fue ofrecida una comida a todos los asistentes, incluidos los
servidores públicos de mandos medios y superiores de la mencionada dependencia
y en la mesa principal el titular de la dirección general organizadora del
evento y otras personalidades del gobierno anfitrión acompañaron al Secretario
de Salud del país. Entre el murmullo de voces y el ruido provocado por el uso
de los cubiertos y de los vasos de cristal, comenzó a diseminarse el rumor de
que las piezas de pollo del platillo principal despedían un olor propio de la
comida en descomposición. El rumor fue tan fuerte que rápidamente casi todas
las mesas terminaron por suspender el consumo del guisado. El caso es que de
repente los meseros pasaron a retirar los platos servidos raudos y veloces,
ante la mirada incrédula de los comensales; aunque a decir verdad no pocos de
ellos ya habían consumido el dichoso guiso. Casi una hora después fue servido
un platillo diferente a base de filete de ternera y la situación no pasó de
ahí… para los que no comimos el pollo, porque los que sí lo hicieron no se
presentaron al otro día durante la mañana para continuar los trabajos de la
reunión. Y se trataba de un hotel de cinco estrellas y con la asistencia de la
máxima autoridad sanitaria de México.
Situado ahora en la década de
los 90´s, la ciudad y puerto de Acapulco sería sede de una reunión
internacional y nuestro país era el
anfitrión, por lo que el Secretario de Salud federal, el Dr. Jesús Kumate
Rodríguez, ordenó extremar la vigilancia sanitaria en los hoteles donde se
hospedarían los representantes de las naciones que habían confirmado su
asistencia. Más de 20 hoteles de cinco y más estrellas fueron objeto de la
visita de una nube de verificadores sanitarios de la Secretaría de Salud del
Estado de Guerrero, quienes revisaron las habitaciones, ropa de cama,
cisternas, albercas, almacén de alimentos, cocina y los restaurantes, entre las
principales instalaciones. Además, observaron la indumentaria y las prácticas
de higiene de los trabajadores involucrados en la preparación de alimentos y
tomaron tres muestras de bebidas y alimentos servidos en los servicios de
buffet para su estudio de laboratorio.
El resultado de la visita fue
asombroso, por la cantidad de deficiencias observadas y porque casi el 100% de
las muestras de alimentos y bebidas salieron contaminadas por microorganismos
enteropatógenos. Ante el informe
recibido, el Dr. Kumate giró instrucciones para que se tomaran medidas de
inmediato con el fin de corregir el grave problema. Por ello se acordó una
reunión urgente con los gerentes de los hoteles y se procedió a una segunda
visita de verificación con nueva toma de muestras. Lo anterior permitió que
únicamente dos hoteles no pasaran la verificación; por ello se ordenó que se
les impusieran sellos de suspensión en sus servicios de alimentación hasta que
no cumplieran con la normatividad. Así lo hicieron y no se supo de ningún
problema de salud durante la reunión. De no haberse tomado tales precauciones
seguramente nuestros visitantes se hubieran llevado un recuerdo no muy grato de
nuestro país, la llamada “venganza de Moctezuma”.
Por último, casi para iniciar
el presente siglo, el titular de la Dirección de Regulación y Fomento Sanitario
del Estado de Michoacán, expuso en una reunión nacional celebrada en la ciudad
de México, con la presencia de sus pares de todas las entidades federativas,
los resultados de un estudio practicado a las muestras de diversos tipos de salsa
colectadas en restaurantes de la ciudad de Morelia. Algunos de esos giros
gozaban entonces de reconocido prestigio.
El resultado: el 100% de las
muestras salió contaminado por bacterias, principalmente coliformes fecales,
propias de no lavarse las manos después de defecar, y resulta, además, que es
un alimento que desde que se prepara no es objeto de refrigeración, pues
quienes lo sirven lo llevan a las mesas y luego lo recogen una y otra vez. Al
paso de las horas terminan por ser un riquísimo caldo de cultivo de
microorganismos.
De ahí la trascendencia de
las buenas prácticas de higiene, dentro y fuera del hogar, para prevenir las
EDAS y las parasitosis intestinales.
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