Parasitosis intestinal: ejemplo de automedicación
Acudí el fin de semana a un
establecimiento de conocida cadena de farmacias; alcancé a escuchar a una
persona cuando preguntó a la joven dependiente acerca de algún medicamento para
poderse “desparasitar”; la empleada, de ojos vivarachos, sin hacer ninguna
pregunta, de inmediato le dio la solución: …”tome usted esta medicina, además
le sale muy barata porque es de los genéricos”. La clienta sin chistar aceptó
la oferta, pagó y se fue. Ni siquiera preguntó la dosis ni el número de días
que debería de tomarse el remedio. Y así como este caso, todos los días, todas
las horas, se repite la misma escena en miles de farmacias de todo el país. Es
una automedicación sin control al que contribuimos todos, pero muy
especialmente la carencia de entrenamiento de los trabajadores de dicho giro y
tal vez la falta de ética de los propietarios, que ven en el lucro una fuente
cuasi inagotable de sus recursos económicos.
Por ejemplos como el
referido, las estadísticas de enfermedad de México no son tan confiables, sólo
muestran la “punta del iceberg”, pues es notorio y reconocido el enorme
subregistro de personas afectadas de tal o cual enfermedad. Hay dos conjuntos
de padecimientos que obligadamente nos dan la razón, uno de ellos son las
Enfermedades Diarreicas Agudas (EDAS) y el otro las Infecciones Respiratorias
Agudas (IRAS). ¿Estaría usted de acuerdo en que rara vez acuden al médico, las
personas que cursan con alguno de los dos episodios de diarrea o de gripe, que
en promedio, muy convencionalmente, se sufren en el año? ¿Verdad que sí?,
porque lo común es que la mayoría de tales procesos patológicos se resuelven
por sí solos en no más de una semana; y aunque se prolonguen por más días, los
afectados sólo visitan al médico cuando son presa de las complicaciones. De ahí
que, cuando las estadísticas nacionales nos hablan de que en un año se
registraron “X” millones de casos, la realidad es que dicha cifra debiera
multiplicarse varias veces, porque no es verosímil.
Precisamente, las parasitosis
intestinales son otro excelente ejemplo de la automedicación, como es el caso
que hoy nos ocupa. Si las personas fueran a consulta con un buen médico
clínico, éste agotaría un vasto interrogatorio y una excelente exploración
física antes de canalizarlas a un laboratorio de análisis clínicos, para
confirmar su impresión diagnóstica. Al profesional de la medicina le interesa
saber la fecha de aparición de la enfermedad, su evolución y el estado actual;
existencia de molestias de orden general
como pueden ser fiebre, dolor de cabeza, debilidad, decaimiento,
somnolencia o insomnio, irritabilidad, cambio del estado de ánimo, visión
borrosa, sensación de mareo, náusea,
vómito, etc.; y si se trata de síntomas que se traducen por molestias en el
abdomen, pregunta sus características y el momento de aparición.
Dichos síntomas o molestias
pueden ser desde ruidos, dolor, sensación de dilatación de las asas
intestinales, flatulencias frecuentes, etc. Pregunta, además, si el paciente ha
notado modificaciones en el patrón habitual de sus evacuaciones y de éstas,
cómo son, el color, olor, la consistencia, la frecuencia, sin son explosivas y
si se agrega la sensación de tener que pujar para poder defecar y además
evacuar de nuevo casi de inmediato, si además coexiste la presencia de moco o
trazos de sangre; o si se ha observado de plano la expulsión de parásitos, cómo
son estos.
En la exploración física corrobora
algunos datos del interrogatorio y se da cuenta, clínicamente, si el paciente
sufre de anemia, si hay crecimiento de alguno de sus órganos como el Hígado o
el Bazo, el sitio del dolor referido, así como si se irradia, la presencia de
ruidos abdominales anormales, el color de la piel, etc. Independientemente de
tomar los signos vitales (pulso, presión arterial, temperatura, respiraciones
por minuto) y de conocer los datos antropométricos (peso, estatura), si lo cree conveniente tomará la decisión de
ordenar algunos estudios de laboratorio. Con toda la carga de información
disponible y de acuerdo a sus conocimientos y experiencia, el médico estará en
posibilidad de emitir un diagnóstico certero y por ende, proporcionará una
receta con los medicamentos apropiados para que el paciente los ingiera durante
el tiempo que se estime necesario. Se citará al paciente a consulta subsecuente
y se determinará si se requiere la repetición del tratamiento.
Sin entrar en detalles el
mundo de los parásitos intestinales que afectan a los seres humanos es muy
amplio. Los hay unicelulares como las amibas (Entamoeba histolytica) o la
Giardia lamblia, pero también existen los pluricelulares. De estos, los más
frecuentes y patógenos tenemos al Necátor americanus, Ancylostoma duodenale,
Áscaris lumbricoides, Clonorchis sinensis, Diphylobotrium latum, Toxocara
cannis, Enterobius vermicularis, Echinococcus granulosus, Strongiloides
stercolaris, Fasciolopsis bushii, Taenia saginata, Taenia solium, Trichinela
spiralis y Trichuris trichura.
Al igual que las infecciones
entéricas, las parasitosis intestinales traducen índices objetivos del grado de
saneamiento ambiental y de las condiciones culturales, sociales y económicas de
los individuos. Traducen, además, la contaminación fecal del suelo, alimentos y
agua para consumo humano y obviamente nos dejan ver las precarias prácticas
higiénicas. Estas parasitosis adquieren su máxima gravedad clínica y su mayor
extensión epidemiológica en donde son más deficientes dichos factores médico sociales.
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