VSH. Una enfermedad vigente y progresiva.
En 1997 el Dr. Héctor G.
Aguirre Gas, en ese entonces Director del Hospital de Especialidades del Centro
Médico Nacional Siglo XXI del IMSS, dio a conocer una nueva enfermedad, sus
síntomas, signos, resultados de laboratorio y de gabinete, así como su
respuesta a algún tipo de tratamiento. Su trabajo fue publicado en ese año
primeramente en la Revista Médica del propio Instituto y posteriormente en la
Revista de la Facultad de Medicina de la UNAM en el 2001, aunque, como él mismo
refiere, ya había sido descrita desde 1989. Muy pronto, el Dr. Alfredo Jiménez
Orozco, quien fuera Director del Hospital General de Zona No. 1 del IMSS en
Oaxaca y Rector de la Universidad Regional del Sureste, expuso en varias
ocasiones, el tema de esa nueva enfermedad en nuestro medio.
Coincido con los Dres.
Aguirre y Jiménez, en cuanto a que la madurez de la vida permite que uno
adquiera una visión más clara de las situaciones de la existencia, que
previamente, durante la juventud y en la fase inicial de la edad adulta, somos
incapaces de percibir. Dado a que sigue vigente la enfermedad que nos ocupa y a
que periódicamente se observan ondas epidémicas de la misma, ello me ha llevado
a recordarla a nuestros amables lectores, como un tema de reflexión y también
para cumplir con el objetivo de alertar a personas susceptibles, sobretodo a
quienes se encuentren en situaciones que implican riesgo, con el sano propósito
de que tomen medidas preventivas para evitar enfermarse o para que puedan
identificar este problema en sus etapas iniciales, evitar su evolución, y, de
ser necesario lograr su curación. Lamentablemente no es curable en etapas
avanzadas.
No voy a abordarlo con la
maestría con la que lo hizo por primera vez el Dr. Aguirre, ni con los términos
médicos qué el empleó por dos razones: el tema lo dirijo a un núcleo de
población donde seguramente los médicos son los menos y porque este espacio no
alcanzaría para desarrollarlo con la amplitud con la que se publicó en ambas
revistas de prestigio nacional. Este es un resumen de lo básico.
Entrando en materia, señalaré
que esta enfermedad afecta en un inicio a los 12 pares craneales del sistema
nervioso central y a la corteza cerebral, luego evoluciona de manera progresiva
para convertirse en un padecimiento multisistémico, es decir, ataca a todo
nuestro organismo. Se presenta en individuos de ambos sexos, entre los 16 y los
75 años, pero con un denominador común: aquellos que prestan sus servicios en
instituciones públicas o privadas y que ocupan posiciones de cierto nivel
jerárquico.
Brevemente, mencionaré
algunas de las características del cuadro clínico. Quienes lo padecen presentan
una reducción de sus campos visuales, lo cual se relaciona con la palabra
“poder”; sin embargo no se disminuye su agudeza visual, pues son capaces de
identificar hasta el más pequeño cuerpo extraño en el ojo ajeno a simple vista.
Llegan a usar anteojos oscuros por desarrollar una fotofobia progresiva.
Paulatinamente pierden la
capacidad de escuchar, sobre todo con sus subordinados (oyen pero no escuchan).
En ellos se desencadena vértigo, pero únicamente con la cabeza en sentido vertical;
se marean conforme escalan algún puesto, de ahí la expresión: “se subió a un
tabique y se mareó”. Si el ascenso es súbito, de varios escalones, pueden
llegar a sufrir caídas de uno o más de los escalones ascendidos. Cuando el
enfermo observa a quienes se encuentran más abajo que él en la escalera
jerárquica, los aprecia muy pequeños; situación contraria si observa hacia
arriba, pues ve a los que están por encima de él muy grandes y siente el
peligro de poder ser pisado por ellos. Entre más alto estén tienen problemas de
perspectiva, lo que les impide percibir el piso (“pierden el piso”).
Sufren de perdida progresiva
del olfato, pero no lo sienten, de ahí que crean que “se las huelen todas” y
por ello llegan a cometer graves errores de juicio. La afectación del nervio
facial les condiciona una expresión sonriente permanente, sobre todo cuando se
encuentran en público, aunque vivan una situación de conflicto. Mantienen la
cabeza permanentemente erguida, más allá de la posición normal de una persona
relajada; su nariz la levantan de manera muy peculiar, situación que les
permite mirar a los demás de arriba hacia abajo, observándolos pequeños.
Tienen tendencia a hablar en
todos los foros y aprovechan para ello cualquier oportunidad; son muy protagónicos.
Hablan mucho y a gran velocidad y a veces no se les entiende. Algunas
expresiones de la enfermedad son consecuencia de situaciones de estrés laboral,
principalmente cuando se confrontan o quedan mal con su superior. Así pueden
percibir una sensación de quemadura facial (sienten que les arde la cara, como
si tuvieran vergüenza); la sola deglución de la saliva afecta su faringe, como
si estuvieran comiendo camote. En situaciones de verdadero apremio sufren palidez, intensa
sudoración, fuertes palpitaciones y aumento de la motilidad intestinal que
puede conducir a evacuaciones diarreicas.
El avance de la enfermedad
conlleva a que estos pacientes adquieran una clara conciencia de lo difícil y
poco probable que es para ellos equivocarse. Creen que deben ser objeto de
derechos y merecimientos. Sienten que son poseedores de la verdad absoluta. Su
afectividad puede sufrir deterioro con riesgo de ser pisados por su superior.
En cambio su volumen corporal aumenta como si se inflaran entre más escalones ascienden.
Se tornan solemnes, engolan la voz, pierden la capacidad de asombro y como
jueces son infalibles y severos. Llegan a ser expertos cuentistas, sus chistes
son recibidos con sonoras risotadas y su presencia y simpatía los convierte en
galanes seductores. Admiran las flores, al inicio las violetas y en etapa
avanzada los narcisos.
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