Fiebre reumática y su impacto.

A Margarita Cervantes Díaz,
Donde quiera que se encuentre.

Tenía entonces 14 años cuando a mi domicilio se presentó una personita que ya conocía desde hacía tiempo; fue a informarme esa mañana del 19 de enero de 1962 que su hermana Margarita estaba muy delicada de salud y deseaba hablar urgentemente conmigo. Sin más, informé a mi familia y me trasladé de inmediato a su casa, distante unas cuantas cuadras de la mía. Cuando llegué, el portón de la vivienda estaba abierto de par en par y ahí se encontraban muchas personas rezando un rosario; imaginé lo peor y mi sorpresa fue mayúscula cuando en la humilde habitación se encontraba ella, pero en el interior de un blanco ataúd, rodeado de gladiolas y flanqueado por cuatro cirios. Margarita, de la misma edad, había fallecido durante la madrugada en el Hospital General de la entonces Secretaría de Salubridad y Asistencia en la Ciudad de México. Su hermana no había querido darme de golpe la fatal noticia, pero de cualquier modo el impacto fue brutal cuando la vi ya sin vida.

En realidad no era la primera vez que había sido hospitalizada en ese nosocomio. De hecho sus internamientos comenzaron desde que cursábamos el 4º. grado de instrucción primaria en la escuela “Roberto Lara y López” en la colonia Romero Rubio; la causa: complicaciones de la endocarditis adquirida por la presencia del Estreptococo beta hemolítico del grupo A de Lancefield. Ella había sufrido una y otra vez de cuadros de faringoamigdalitis causados por la maldita bacteria, cuya toxina le provocó la endocarditis, afectándose las válvulas que regulan el flujo de la sangre arterial y venosa entre las aurículas y ventrículos del corazón. Como no se trató tempranamente, la enfermedad avanzó hasta causar la muerte de Margarita por insuficiencia cardiaca. Su caso y el de otras dos personas jóvenes, amistades de mi familia, que también fallecieron por la misma causa con uno o dos años de separación, influyeron en gran medida para que yo tomara la decisión de ser médico.

Han pasado 50 años de un suceso que marcó mi vida y la Fiebre reumática que deriva en complicaciones tales como la endocarditis, la glomérulonefritis (que ataca los riñones) y la corea de Sydenham (que ataca el sistema nervioso central), sigue siendo un problema de salud pública en los países con menor desarrollo. Su mayor incidencia ocurre a fines del invierno y en la primavera, afecta principalmente a los niños entre los tres y 15 años de edad y es más frecuente en regiones con clima templado o semitropical. El microorganismo causante, el Estreptococo betahemolítico del grupo A se transmite por las gotas de Pflügger expulsadas al hablar,  durante el estornudo o en un acceso de tos, y también por contacto directo con los pacientes y portadores asintomáticos; rara vez por contacto indirecto con objetos contaminados.

Dicha bacteria es muy versátil en cuanto al tipo de enfermedades que ocasiona en los seres humanos. Las más frecuentes son la faringoamigdalitis estreptocócica, las infecciones cutáneas de origen estreptocócico como el impétigo o piodermia; así mismo es causante de la escarlatina, de fiebre puerperal despúes del parto o de un aborto, septicemia, erisipela, celulitis, mastoiditis, otitis media, neumonía, infecciones de heridas y la antes mencionada fiebre reumática  con las complicaciones antes mencionadas.
Las mejores medidas de prevención están dirigidas a extremar la higiene personal, principalmente el lavado de manos y evitar el contacto directo con personas que cursen con infección de las vías respiratorias. Es importante el estudio de los contactos,  y, de resultar infectados, ministrarles el tratamiento correspondiente; este último a base de penicilina, dosificada estrictamente por un médico, puede yugular este tipo de patologías y con ello salvar vidas. 

Algunas de las estreptococias requieren de un tratamiento bastante prolongado y no hay que menospreciar las infecciones de la faringe y de las amígdalas, casi siempre con fiebre, malestar general y crecimiento de los ganglios del cuello, sobre todo durante la niñez. Hay que actuar en consecuencia.

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