Adrenalina, ¿Cómo se produce?
Si el nivel de escolaridad de los mexicanos está muy
lejos del alcanzado por los habitantes de los países más desarrollados del
mundo, mucho menos podemos decir de lo que podríamos llamar cultura médica; sin
embargo, es posible encontrar dentro del lenguaje popular, términos de uso
común que forman parte de la jerga de la profesión, cuya paternidad se atribuye
a Hipócrates, nacido en la isla de Cos y que contribuyó al esplendor de la Grecia de la edad de oro en
la segunda mitad del siglo quinto y el primer tercio del cuarto antes de
Cristo.
Entre las palabras del bagaje médico que pronuncia la
población en general sobresalen algunas que aparecen frecuentemente en los
resultados de estudios de laboratorio de análisis clínicos, tal es el caso de
la hemoglobina, bilirrubina y el colesterol. Pero hay una en especial que se
emplea todos los días y en todos los niveles de la sociedad, me refiero a la
adrenalina. Generalmente cuando se la utiliza, la expresión es: ¡Tuve una
descarga de adrenalina!, pero la mayoría de las personas no tiene ninguna idea
acerca de qué es y dónde se produce, sólo sabe, acertadamente, que su presencia
en la sangre y por ende en todo el cuerpo ocurre en situaciones de urgencia, de
miedo, de sumo coraje o cuando hemos sido sujetos a una situación que nos causa
angustia o un terrible susto.
Este extraordinario proceso del cuerpo humano que para
todo tiene una respuesta, en este caso inmediata, es producto de reacciones
químicas que únicamente se observan en las glándulas suprarrenales y con mayor
precisión en la porción central de las mismas, es decir en la médula, la que es
de un color pardo rojizo. Cada glándula, está situada cerca del polo superior
del correspondiente riñón, tiene forma de media luna y es tan pequeña que mide
alrededor de 3 a 6 cm de longitud, 1 a 3 cm de ancho y de 4 a 10 mm de espesor.
Juntas apenas llegan a pesar entre 7 y 20 gramos. Como su riego sanguíneo es
abundante eso permite que los productos de su función hormonal se desplacen de
manera increíblemente rápida cuando son necesarios, aunque permanentemente
algunos de ellos se introducen a la sangre para cumplir con su misión
fisiológica.
Las glándulas suprarrenales forman parte de los
órganos denominados endócrinos y a pesar de su tamaño es impresionante la
cantidad de sustancias químicas que se forman en ellas. En su corteza se
“fabrican” los glucocorticoides, que intervienen en el metabolismo de los
carbohidratos, proteínas y grasas; también los mineralocorticoides, que regulan
el equilibrio de sodio y potasio, así como el volumen del líquido
extracelular. Tanto los glucocorticoides
como los mineralocorticoides son indispensables para la supervivencia.
Contribuyen, las glándulas, en menor medida a la secreción de hormonas
sexuales, en particular los andrógenos.
Pero para el caso que nos ocupa interesa saber que en
la médula suprarrenal se secretan tres sustancias que se conocen como
catecolaminas, las que ayudan al individuo a prepararse para enfrentar
situaciones de urgencia o de estrés (respuesta de “pelea o huída”). Las
catecolaminas son la dopamina, la noradrenalina y la adrenalina, de tal suerte
que esta última no actúa sola, sino que las tres se secretan como parte de una
descarga generalizada de nuestro sistema nervioso.
En términos generales podemos resumir que las
catecolaminas, incluida la adrenalina, motivo de este artículo, producen un
incremento de la fortaleza física y del estado de conciencia, de alerta,
inducen al corazón para que lata con más rapidez, se eleva el ritmo de la
respiración y de la presión sanguínea, ponen a los músculos en tensión, listos
para luchar o correr, dilatan las pupilas, producen una intensa sudoración,
sobretodo de las manos, rostro y axilas, aumentan el riego sanguíneo cerebral y
en las extremidades y se desatan los mecanismos de coagulación de la sangre que
permiten preparar al cuerpo para reducir al mínimo una posible lesión física.
En conclusión, las glándulas suprarrenales son
importantes para la vida y el estrés en sí no es dañino, siempre y cuando no se
mantenga de manera permanente y por largo tiempo.
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