La tragedia de los rarámuri.


Durante casi dos semanas los noticieros estelares nocturnos del duopolio televisivo, como el conducido por Joaquín López-Dóriga, nos mantuvo informados con sendos reportajes videograbados en el Estado de Chihuahua, el de mayor extensión del país. La causa: los terribles efectos de una sequía que se ha prolongado como nunca en ese y en casi todos las entidades federativas del norte y centro de la República y que ha conducido al hambre, a más miseria, a la desesperación y la emigración de miles de habitantes  hacia los centros de población urbanos en busca de condiciones de vida que les permitan por lo menos subsistir.

En el caso de Chihuahua nuestros coterráneos tarahumaras, los de “los pies ligeros”, también llamados rarámuri y asentados desde hace más de 15 mil  años en  un territorio del suroeste del Estado, donde ahora se diseminan  en alrededor de 65 mil kilómetros cuadrados, aparecieron una y otra vez en las pantallas de televisión de millones de hogares mexicanos y de fuera de nuestras fronteras. Además de su obvia situación de pobreza extrema, desnutrición y expresiones de angustia y temor por la falta de empleo, pérdida de las cosechas de maíz y frijol, principalmente, dificultades para la obtención y acarreo de agua para beber y la carencia de alimentos, me llamó la atención que mientras los jóvenes padres de familia eran interrogados por los reporteros de la fuente, detrás o a lado de ellos se encontraban sus hijos, pero no era uno ni dos, sino hasta cinco o más.

Ante la tremenda tragedia hubo una respuesta casi inmediata del gobierno federal, de algunos de los Estados y especialmente del Distrito Federal, de la Cruz Roja Mexicana y de la propia sociedad conmovida y siempre solidaria, para el envío y dotación de despensas, ropa, cobijas y un sin fin de artículos, los que fueron trasladados en una movilización constante en decenas de vehículos de motor de gran tonelaje y en los aviones “Hércules” de las fuerzas armadas. En estos últimos y por tierra también se comisionaron a cientos de elementos en apoyo a las tareas de organización y distribución de la ayuda humanitaria.

Pero la noticia estremecedora dejó serlo, disminuyó el rating de las televisoras y aparentemente todo volvió a la normalidad, pero en los hogares de quienes no padecemos ese grave problema, porque allá seguramente la situación actual no es muy distinta de la que percibimos hace algunas semanas. Porque, para cuánto tiempo podrá alcanzar una despensa como las que vimos pasar de mano en mano, en una operación en la que hasta el mismo Presidente de la República y el Secretario de la Defensa Nacional colaboraron, para dejar evidencia ante los medios de la certeza y transparencia de la ayuda gubernamental; y si como lo han pronosticado los expertos, la sequía continuará en gran parte del año y si no hasta por más tiempo,  utilicemos  la aritmética elemental para calcular el número de despensas por familia rarámuri que tendrían que dotarse de manera oportuna en todo ese lapso.

En su momento comenté varias veces en charla familiar o con alguna amistad, que lo que han necesitado los tarahumaras y con ellos los habitantes de los municipios con mayor grado de marginación del país, es que realmente se apliquen políticas públicas que permitan su desarrollo integral; no es sólo  acercarles servicios básicos e incorporarlos a programas que en cierta forma resultan ser paternalistas, lo que requieren son fuentes permanentes de empleo y proporcionarles educación por lo menos elemental, para sacarlos del ostracismo en que han vivido por centurias. 
Necesitan, además, la aplicación de estrategias y acciones de gran impacto y de efectos inmediatos, pero para ello los gobiernos federal y estatales tendrían que planificar y unir sus esfuerzos y recursos económicos con un sentido patriótico y honesto, o como se dice ahora, transparente.

Un excelente indicador para medir el grado de subdesarrollo de los rarámuri es la inexistencia de la planificación familiar; habría que saber cómo está su mortalidad infantil, preescolar y materna y de qué se enferman y fallecen. Dudo que se sitúen en la media nacional.

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