Reina por un Día.


En los inicios de los programas transmitidos por televisión en nuestro país, hubo uno que acaparó la atención del público, mayoritariamente del centro de la República; ese programa apto para toda la familia fue “Reina por un día”, que se transmitía en horario nocturno en blanco y negro. Ese era uno de los favoritos y era esperado con bastante interés por los televidentes, entre los que se contaba mi familia, la que podía darse el “lujo” de contar con un televisor RCA Víctor y un radio de la marca Punto Azul, aunque no tuviera refrigerador, ni estufa de gas y se apretara el cinturón dos o tres días antes de concluir cada quincena. La idea del programa se atribuye a Carlos Amador (1920-2007), quien con el tiempo editaría la prestigiada revista de espectáculos Tele-Guía, y se hacía acompañar de un excelente conductor de programas de radio en la famosa XEW, me refiero a Tomás Perrín (1914-1985). Este dúo de amos del espectáculo televisivo lo hizo a fines de los años 50´s y principios de los 60´s y el programa “Reina por un día” consistía en reunir a cierto número de prolíficas madres de familia que demostraran con evidencias haber traido al mundo una sorprendente cantidad de hijos. Para poder concursar las aspirantes o sus familiares interesados en ello, tenían que presentar 100 corcholatas de un conocido refresco. Es obvio que la elegida para ocupar el trono por una semana era la que hubiera demostrado haber tenido la prole más numerosa, de ahí que ganaron quienes tuvieron más de 20 hijos. A la elegida la sentaban en un trono, le ponían su capa y su corona, ponían en sus manos un cetro y le cumplían todos sus deseos. Los regalos consistían en un automóvil, enseres de cocina, estufa de gas, aparatos electrodomésticos, refrigerador, televisión, un viaje para dos personas todo pagado e incluso una casa propia totalmente amueblada.

Este breve pasaje es un excelente ejemplo de la manera de cómo veían, aceptaban y defendían, los mexicanos de entonces, la existencia de un modelo de familia muy ampliado, donde sentarse a la mesa a desayunar, comer y cenar, tenía que realizarse en varias tandas cuando no se disponía de un espacio suficiente y una larga mesa con sus respectivas sillas; esto era la constante en los paupérrimos hogares, pero en ese entonces todos decían sentirse felices y las reinas de la casa con orgullo hacían referencia a la tremenda cantidad de hijos que habían procreado, con ayuda, claro está de su respectivo marido. Recuerdo un conocido dicho que decía: “Las mujeres se parecen a los rifles, porque siempre están cargadas y en un rincón”.

Con lo dicho no era de extrañar que arribáramos a la década de los años 70´s con un modelo de población cuya gráfica semejaba una pirámide, cuya base era soportada por una enorme cantidad de menores de cinco años, siguiéndole el grupo de edad de cinco a 14. La población rebasaba apenas los 48 millones de habitantes, la tasa bruta de natalidad era de 44 nacimientos por cada mil habitantes, la esperanza de vida al nacer de 62 años en promedio, la mortalidad general de 10 defunciones por cada mil habitantes, la población urbana significaba casi el 59% del total y las mujeres tenían en promedio siete hijos. Las primeras 10 causas de muerte eran sobretodo infectocontagiosas. Nuestro país tuvo que adoptar políticas de población para poder revertir la tendencia ascendente de su incremento, ante la perspectiva de que para el año 2000 fuéramos más o menos 126 millones de habitantes. De ahí que en el artículo 4º.de nuestra Carta Magna publicada en el Diario Oficial de la Federación el 31 de diciembre de 1973 se establece: “Toda persona tiene derecho a decidir de manera libre, responsable e informada, sobre el número y espaciamiento de sus hijos”. Luego, se publicó la Ley General de Población casi un año después. A partir de entonces se creó el programa oficial de planificación familiar y paternidad responsable. Se hicieron famosas las expresiones: “La familia pequeña vive mejor” y “Virgencita, tu que concebiste sin pecar, ayúdame a pecar sin concebir”. A casi 40 años del uso de métodos anticonceptivos  somos más de 112 millones de mexicanos y no los más de 130 pronosticados; además todos los indicadores se han modificado de manera positiva, sin embargo, México es una nación de tremendos contrastes, pero el mayor de ellos es la brecha abismal entre ricos, la llamada clase media, los pobres y los pobres entre los pobres. Ahí está, quizá, uno de los temas más importantes para los debates de los próximos tres meses de lucha por la presidencia de la República.

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