Nacidos para morir…a temprana edad.


No, no se trata de seres humanos, sino de los animales que estos últimos consumen como complemento de su régimen alimenticio y cuya variedad en realidad es limitada, si tan solo tomamos en cuenta la enorme cantidad de especies de mamíferos existentes en nuestro planeta. Desde los albores de la humanidad hace cientos de miles de años, los primeros homínidos incluyeron en su dieta la carne, producto de la caza de pequeñas especies, dadas las rudimentarias herramientas que poseían. Después, la caza en grupo permitió la matanza de animales corpulentos como el bisonte y el mamut y el descubrimiento y uso del fuego facilitó su consumo.

El homo sapiens modificó su forma de vida nómada al conformar conglomerados humanos fuera de las cavernas, creando incipientes comunidades, que luego se convirtieron en las primeras ciudades, volviéndose agricultor y a la vez domesticador y consumidor de distintas especies de mamíferos y aves de corral; principalmente de ganado ovino, bovino, caprino y porcino. Durante milenios fue necesario que los productos cárnicos tuvieran que consumirse casi de inmediato para evitar su descomposición, pero también en las diversas culturas se adoptaron métodos muy variados para lograr su conservación el mayor tiempo posible. Los extraordinarios aportes de la microbiología en el último tercio del siglo XIX tuvieron una poderosa influencia para que la carne y sus derivados fueran objeto de refrigeración y congelación, primero por parte de la industria y luego a nivel doméstico.

Actualmente el consumo de carne a nivel mundial es impresionante, el cual es directamente proporcional al crecimiento de la población. Según la FAO (Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación) en el año 2008 la producción total de carne llegó a las 228 millones de toneladas. La de cerdo alcanza el 38%, las aves significan el 30%, la de ternera el 25% y la de los ovinos el 7%. Se estima que una persona que vive en un país desarrollado consume aproximadamente 30 kilos de carne por año. Los diez países con mayor producción de carne en el mundo son: China, Estados Unidos de Norteamérica, Brasil y luego, en orden descendente Alemania, Francia, India, España, Rusia, México y Canadá y las especies animales de mayor consumo en el mundo incluyen, además de las ya mencionadas, el pavo, avestruz, ganso, codorniz, perdiz, paloma, liebre, conejo, caballo, perro y gato (en la cocinas coreana y china), anfibios y reptiles (Vgr. en Europa el consumo de rana), camello, dromedario, llama y también la carne de ballena. No se toman en cuenta otros animales marinos.

La FAO señaló en su “Informe del estado de los alimentos y la agricultura” del 2009, que la producción de carne en el mundo debería duplicarse hasta el 2050 para cubrir la demanda creciente. Si bien es cierto que el consumo de la carne depende de factores tales como la religión y de criterios proteccionistas a favor de los animales, entre otros,  lo que nadie duda es que la carne posee un gran valor nutritivo, proporcionando macronutrientes  como las proteínas y los ácidos, y micronutrientes como los minerales (hierro principalmente),vitaminas, etc. La carne es un gran aporte de proteínas (20%) y de aminoácidos esenciales; además es responsable de reactivar el metabolismo del cuerpo humano. Cien gramos de carne roja aportan casi 21 g de proteínas. La carne aporta muy pocos carbohidratos y contiene escasa cantidad de fibra.

Volviendo al título del presente artículo, seguramente le llamó a Usted la atención; lo que trato de destacar es el destino fatal al que están sometidas todas las especies que consumimos los humanos, porque la mayoría de ellas se reproduce y se clasifica según se edad, para sacrificarlas cuando alcanzan un determinado nivel de madurez. De esta suerte es prácticamente imposible que los animales con los que nos alimentamos lleguen a morir de viejos como sucede con miles de especies de mamíferos, aves, reptiles, anfibios y otros animales marinos, si es que no son presas de una gran variedad de depredadores. En México, los perros y gatos domésticos son animales afortunados.

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