¿Qué hacemos por los adolescentes?

Del 24 al 28 se celebró la Semana Nacional de Salud de la Adolescencia. Indiscutiblemente que fueron bienvenidos todos los actos y las acciones que se programaron para esos días en todo el país, principalmente por el sector salud, sobre todo porque de alguna manera la atención se centra en ese grupo de población que oscila entre los 10 y los 19 años de edad. Seguramente, en todas las intervenciones de quienes hicieron uso de la palabra a partir del acto inaugural abordaron nuevamente, como cada año, el concepto y definición de lo que significa la palabra adolescencia a partir de sus raíces gramaticales, se dijo en qué consiste desde todos los enfoques y se ofreció toda suerte de datos estadísticos locales y de la nación; no faltaron las necesarias e imprescindibles comparaciones entre entidades federativas o entre regiones del territorio mexicano, entre el norte y el sur, la más común de ellas, y todavía más, se compararon las cifras de México con las de los países desarrollados y se comentó que estamos mucho mejor que la mayoría de las naciones de los continentes con menor nivel de vida y de salud.

En el ánimo de contribuir a la reflexión y con la mejor de las intenciones de ser asertivo y objetivo, planteo las siguientes preguntas: ¿De verdad los mexicanos estamos interesados por nuestros adolescentes? ¿Cuál es el impacto de las acciones que oficialmente se realizan? ¿Existe una verdadera coordinación de acciones entre los sectores público, social y privado o es una mera entelequia y cada quien “jala por su lado”?

Porque el panorama nacional que podemos observar no es nada halagador, cuando lo que los adultos estamos mostrando a los jóvenes son comportamientos e imágenes de una sociedad llena de contrastes, asimétrica, fría, dura diría yo, mecanizada, indiferente, en la que privan situaciones de franca patología social. ¿Cómo vamos a tener adolescentes sanos de mente y cuerpo cuando los padres no predicamos con el ejemplo? Y con ello me refiero a los actos de violencia intrafamiliar, alcoholismo y tabaquismo e incluso adicción a drogas ilícitas, a la carencia de comunicación y diálogo, a la escases, si no es que ausencia, de afecto y cariño, de amor, en todo lo que significan esas cuatro letras. ¿Cómo vamos a pedirles y no exigirles, que sean ciudadanos de bien y que su comportamiento social se ajuste a un determinado código de valores cívicos si resulta que los adultos actuamos en el hogar, en la calle y en todas partes como verdaderos pelafustanes y gandallas, y con un vocabulario propio de carretonero?

¿Podemos aspirar a que nuestros adolescentes disfruten de una alimentación sana y balanceada cuando más del 50% de las familias mexicanas viven en la pobreza?

¿Es válido maltratar física y psicológicamente a una hija si resulta embarazada a los 15 años, cuando no nos hemos dado el tiempo suficiente para orientarla en los conocimientos básicos de la sexualidad desde su niñez? o en el caso de los varones ¿Porqué los vamos a reprender por haber tenido relaciones sexuales sin protección alguna y como producto de ello adquirieron el virus de la inmunodeficiencia humana o embarazaron a la novia? ¿Es culpa de ellos?, Y en el caso de ambos, hijas e hijos, ¿podremos decirles que no somos homofóbicos cuando en la práctica somos los más recalcitrantes y atentamos una y otra vez contra sus más elementales derechos? Ni qué decir si uno de nuestros hijos nos sale con que tiene una preferencia sexual distinta a la que nosotros esperábamos desde su nacimiento.

¿Es justo que un hijo se nos muera a causa de un accidente de vehículo de motor, cuando nosotros mismos le obsequiamos una motocicleta al cumplir los 15 o los 18 años o los enseñamos a medio conducir un automóvil a esas edades y luego les permitimos que se vayan en él a los antros con sus amigas y amigos?

En realidad, como podréis ver, hay mucha tela de donde cortar en este tema. Es un asunto de salud pública al que debe dársele la mayor importancia, todos los días, con la indiscutible intervención de la sociedad. Es cierto, nuestros jóvenes viven más que nunca y se enferman y mueren cada vez menos, pero eso no es todo.

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