La fotografía: una obsesión de nuestros tiempos.

Conozco un fotógrafo profesional que trabaja en una dependencia de gobierno desde hace más de dos décadas. Toma fotografías en todos o casi todos los actos públicos en donde se presente el titular en turno, pues las instantáneas que quedan grabadas en su cámara son, de alguna manera, la evidencia de que efectivamente se realizó determinado evento y ahí estuvo presente el jefe. Llegado el momento de actuar el mencionado personaje se coloca en un lugar estratégico para tener el mejor ángulo posible y cuando agota un determinado número de tomas, de repente ya está colocado en otro sitio, el objetivo es disponer del mayor número de fotografías posible, de frente, de perfil derecho, de perfil izquierdo, detrás del podio o con el zoom suficiente para tener las expresiones de los rostros más nítidas y elocuentes.

Un día se me ocurrió preguntarle al amigo qué se hacía con tanta fotografía, respondiéndome que se revelaban, se imprimían y se colocaban en un sobre en el que a su vez se pegaba una etiqueta con la información básica del acto al que correspondieran las fotos. Me mostró el contenido de un sobre y me impresionó la cantidad de imágenes, muchas de ellas semejantes. La siguiente pregunta que le hice fue ¿Quién ve estas fotografías y para que sirven?, contestándome que él cumplía con su trabajo y que lo demás lo desconocía. Llegué a la conclusión de que posiblemente el titular de la dependencia, protagonista de múltiples ceremonias o actos públicos difícilmente podría dedicar su valioso tiempo para revisar ese material. Tengo la impresión de que seguramente eso mismo ocurre en muchas dependencias del sector público e instituciones sociales y privadas de todo tipo. La situación es que una gran cantidad de fotografías no sirven para nada, son repetidas o simplemente se tomaron para escoger una de ellas entre diez o quince.

Cuando niño, y de eso hace más de 50 años, no se tomaban tantas fotografías como ahora; por eso conservo de esa etapa de mi vida unas cuantas que me obsequió mi padre en los últimos años de su existencia; eso mismo hizo con cada uno de mis hermanos hasta que sus contados álbumes quedaron prácticamente vacíos. Mi afición por la fotografía se inició con el nacimiento de cada uno de mis tres hijos y luego, como sucede con la mayoría de las familias en la actualidad, por cualquier pretexto empecé a tomar fotos a diestra y siniestra: el bautizo, la primera comunión, la confirmación, las bodas, las actuaciones de los chicos en las escuelas, el término de sus cursos, su graduación y toda clase de actos sociales, deportivos, políticos, de las asociaciones civiles a las que pertenezco, de los momentos felices en sitios para vacacionar, de cursos de capacitación, de asistencia a toda clase de actos públicos, de espectáculos, etc. De todo eso llené más de una decena de álbumes y todavía guardo en cajas de plástico una cantidad casi igual; son cientos de imágenes perdidas en el tiempo las que difícilmente han sido vistas de nueva cuenta. Al principio las mostrábamos a los familiares que nos visitaban en el año y pasábamos muy gratos momentos con ellos; ahora eso ya no ocurre, ya no resulta interesante,

Con la tecnología las cámaras se volvieron digitales, capaces de memorizar o almacenar cientos de fotografías; hoy pueden archivarse en la computadora o en un CD; eso es lo que he hecho en los últimos años y ahora los CD ya ocupan un espacio razonable en mi estudio, y aunque he tratado de ser organizado para saber qué tengo en cada uno de ellos, ya me convencí que será muy raro que yo mismo vuelva a ver esas fotografías. Cuando he visto a mi hija tomarle fotos a mi nieta, casi todos los días y luego observo que esa acción se repite por otros matrimonios me pregunto ¿Cuál va a ser el destino de todo eso? ¿Las volverán a ver en tres, cinco o más años? En mi caso, ¿A quien le va a importar cuando ya no esté aquí todo ese arsenal de imágenes impresas o en CD? Obvio, su destino final para la mayor parte de ellas tendrá que ser el basurero o su eliminación por cualquier medio que entonces exista. A pesar de todo, sigo con la obsesión de tomar fotos. ¿A usted la pasa algo igual?

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