El comercio informal alrededor de los hospitales, un complejo problema social.
Me pareció magnífico el trabajo de Ismael García Morales y Alejandro Aquino Córdova, reportero y fotógrafo, respectivamente, de Noticias, Voz e Imagen de Oaxaca, con el abordaje del grave problema que representa el comercio informal, sobre todo de alimentos preparados, en torno de los hospitales de la ciudad capital del Estado y de los que se localizan en San Bartolo Coyotepec. Sus notas de una plana completa merecen el reconocimiento de la sociedad por la trascendencia de su contenido y por las imágenes que lo complementan. Son un llamado a los tomadores de decisiones para que actúen en consecuencia, con el objetivo de no permitir que problemas como los observados alrededor de los templos para recuperar la salud, permanezcan para siempre o lo que es peor, se incrementen al paso del tiempo.
El ambulantaje en el exterior de los nosocomios se produjo y creció desde hace mucho tiempo, casi desde que fueron puestos en operación; no es un problema exclusivo de la ciudad de Oaxaca y de los municipios donde se ubican los hospitales en las ocho regiones de la entidad; aclaro que es un problema nacional. Alguna vez ya me referí a este asunto poniendo como ejemplos al Hospital General de la Secretaría del ramo en el Distrito Federal y prácticamente a todos los que integran el circuito de los Institutos Nacionales de Salud en la Delegación de Tlalpan. También hice el señalamiento de que los propios trabajadores de la salud y los estudiantes del área blanca que acuden a dichos establecimientos para continuar y concluir su formación, son clientes asiduos de los cientos de locales fijos, semifijos y ambulantes, pero lo peor, expresé entonces, es que hasta los médicos especialistas se les puede observar degustando alguno de los alimentos que en esos sitios se expenden. Es totalmente cierto cuando se asegura que no existe ninguna garantía de que lo que ahí se consume esté exento de contaminación microbiológica, pues la carencia de buenas prácticas de higiene está a la vista de todo mundo; además, como se menciona en los reportajes antes aludidos, existen otro tipo de peligros para la integridad física y la vida de clientes y transeúntes como es la presencia de tanques de gas en plena vía pública.
Este problema social tiene diversas aristas, es multifactorial y algunos dirán que es de tipo cultural y que se ha generado por nuestra idiosincrasia, ¿Cuáles son esos factores? Estos tienen que ver con el desempleo y la obvia necesidad de que las personas puedan ganarse la vida y con ello mantener incluso a su familia, la posibilidad de que los usuarios de los servicios de salud puedan disponer de alimentos a bajo costo y lo más cerca posible de aquellos, la intervención de líderes de organizaciones sociales que brindan protección y otro tipo de apoyos a sus afiliados, el incumplimiento de reglamentos y disposiciones relativas al uso del suelo, los de orden sanitario y diversos permisos municipales. En el entramado de este complejo asunto intervienen los comerciantes de puestos fijos, semifijos y ambulantes, los clientes (pacientes, familiares y visitantes, trabajadores del propio hospital y transeúntes), organizaciones sociales, autoridades municipales y del sector público de la salud y los directores y cuerpo de gobierno de cada hospital.
¿Alguna vez se han sentado a dialogar todos los actores –menos los consumidores, por supuesto-para: aplicar, por lo menos las buenas prácticas de higiene, ¿modificar la pésima imagen que ofrecen en la vía pública y prevenir posibles contingencias? ¿Quién, en Oaxaca va a dar el primer paso para ello? No hay que soslayar la imagen externa que debe privar alrededor de los hospitales: aquella de una escrupulosa higiene, con sus calles pavimentadas, banquetas, áreas verdes y jardines en excelente estado de conservación y ausencia total de fauna nociva, incluidos los canes. Sugiero una atención especial en el caso del Hospital de la Niñez Oaxaqueña, pues llegar ahí entraña, sobre todo en época de lluvias, enfrentarse a la inmundicia y a la insalubridad. Un cambio de imagen para levantar la moral.
El ambulantaje en el exterior de los nosocomios se produjo y creció desde hace mucho tiempo, casi desde que fueron puestos en operación; no es un problema exclusivo de la ciudad de Oaxaca y de los municipios donde se ubican los hospitales en las ocho regiones de la entidad; aclaro que es un problema nacional. Alguna vez ya me referí a este asunto poniendo como ejemplos al Hospital General de la Secretaría del ramo en el Distrito Federal y prácticamente a todos los que integran el circuito de los Institutos Nacionales de Salud en la Delegación de Tlalpan. También hice el señalamiento de que los propios trabajadores de la salud y los estudiantes del área blanca que acuden a dichos establecimientos para continuar y concluir su formación, son clientes asiduos de los cientos de locales fijos, semifijos y ambulantes, pero lo peor, expresé entonces, es que hasta los médicos especialistas se les puede observar degustando alguno de los alimentos que en esos sitios se expenden. Es totalmente cierto cuando se asegura que no existe ninguna garantía de que lo que ahí se consume esté exento de contaminación microbiológica, pues la carencia de buenas prácticas de higiene está a la vista de todo mundo; además, como se menciona en los reportajes antes aludidos, existen otro tipo de peligros para la integridad física y la vida de clientes y transeúntes como es la presencia de tanques de gas en plena vía pública.
Este problema social tiene diversas aristas, es multifactorial y algunos dirán que es de tipo cultural y que se ha generado por nuestra idiosincrasia, ¿Cuáles son esos factores? Estos tienen que ver con el desempleo y la obvia necesidad de que las personas puedan ganarse la vida y con ello mantener incluso a su familia, la posibilidad de que los usuarios de los servicios de salud puedan disponer de alimentos a bajo costo y lo más cerca posible de aquellos, la intervención de líderes de organizaciones sociales que brindan protección y otro tipo de apoyos a sus afiliados, el incumplimiento de reglamentos y disposiciones relativas al uso del suelo, los de orden sanitario y diversos permisos municipales. En el entramado de este complejo asunto intervienen los comerciantes de puestos fijos, semifijos y ambulantes, los clientes (pacientes, familiares y visitantes, trabajadores del propio hospital y transeúntes), organizaciones sociales, autoridades municipales y del sector público de la salud y los directores y cuerpo de gobierno de cada hospital.
¿Alguna vez se han sentado a dialogar todos los actores –menos los consumidores, por supuesto-para: aplicar, por lo menos las buenas prácticas de higiene, ¿modificar la pésima imagen que ofrecen en la vía pública y prevenir posibles contingencias? ¿Quién, en Oaxaca va a dar el primer paso para ello? No hay que soslayar la imagen externa que debe privar alrededor de los hospitales: aquella de una escrupulosa higiene, con sus calles pavimentadas, banquetas, áreas verdes y jardines en excelente estado de conservación y ausencia total de fauna nociva, incluidos los canes. Sugiero una atención especial en el caso del Hospital de la Niñez Oaxaqueña, pues llegar ahí entraña, sobre todo en época de lluvias, enfrentarse a la inmundicia y a la insalubridad. Un cambio de imagen para levantar la moral.
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