Es impostergable invertir en prevención.
Entre el año de 1990 y el 2010 el porcentaje de población de 30 a 59 años se incrementó de 25.5 a 34.4%, mientras que el de 60 años y más pasó de 6.2 a 9%. Se estima que para el año 2050 este último grupo de población alcanzará el 27.7%. Todos estos datos han sido difundidos oficialmente por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, INEGI. Al contrario de lo observado para tales grupos de edad resulta que el de 15 a 29 años disminuyó en dicho periodo de 29.4 a 26.4%; esto quiere decir que la población en México ya está inmersa en un proceso de envejecimiento, por cierto, tardío con respecto de la mayor parte de los países de Europa, situación que se hará más obvia en la segunda mitad de la presente centuria.
Surge la preocupación por estos datos estadísticos cuando se sabe, también oficialmente, que en nuestro país no se invierte lo suficiente en materia de prevención, lo cual puede demostrarse con los pobres resultados observados, mediante cuadros y gráficas de los padecimientos crónico degenerativos que ocupan uno de los diez primeros lugares de la morbilidad y mortalidad general. Entre ellos destacan las cardiopatías, la hipertensión arterial, la diabetes mellitus, las enfermedades reumáticas, las enfermedades de los riñones, los trastornos mentales como el Alzheimer y el Parkinson, el cáncer, principalmente del pulmón, próstata, colon y estómago en los varones, y de las mamas y el cérvico uterino en las mujeres. Como se sabe varias de estas nosologías llegan a integrar el llamado síndrome metabólico asociadas a trastornos de la alimentación como es el caso del sobrepeso y la obesidad.
También es ampliamente conocido y aceptado que la mayoría de las personas, de todos los grupos de edad, principalmente de 40 y más años, llevan una vida sedentaria y mantienen hábitos alimenticios inapropiados, lo que los conduce inevitablemente al aumento de peso y a la obesidad, y generalmente a cifras elevadas de ciertos componentes del perfil de lípidos, sobre todo del colesterol “malo” y de los triglicéridos. Hay que sumar a estos problemas de salud la adicción al tabaco y a las bebidas alcohólicas. Es paradójico encontrarse con personas que además de estar obesas fuman una o más cajetillas de cigarrillos, se embriagan con frecuencia y beben refrescos de cola o azucarados cuya cantidad de carbohidratos eleva sustancialmente las calorías que deberían de consumir en un día de acuerdo a su edad, sexo y peso corporal. Ni pensar que tales individuos, hombres y mujeres, practiquen algún deporte o por lo menos caminen vigorosamente media hora cada día.
Ciertamente la infraestructura hospitalaria de segundo y tercer nivel de atención se ha incrementado ostensiblemente en toda la República Mexicana, sin embargo la cantidad de camas censables y los servicios de apoyo al diagnóstico y tratamiento, así como las unidades de urgencias, cuidados intensivos y de terapia intermedia e intensiva resultan insuficientes y muy costosos en la medida en que van en aumento los internamientos de pacientes con una o más complicaciones de alguna de las enfermedades antes señaladas. Es todavía más preocupante cuando a una sola persona se le diagnostican varios problemas, por ejemplo, el propio síndrome metabólico con repercusiones sistémicas, es decir, con afectación a todos los órganos, aparatos y sistemas. Si actualmente resulta ser muy onerosa la atención de este tipo de pacientes, en los próximos años se volverá incosteable, pues no habrá presupuesto que alcance para dicho propósito, por lo que ya se ha encendido la alarma en amarillo para tomar decisiones ahora y con ello evitar la bancarrota de los servicios de salud en el país.
Conviene, entonces, dedicar un mayor presupuesto a los programas de prevención, dirigido fundamentalmente al fortalecimiento del primer nivel de atención. Insisto en que se requiere disponer de un equipo de trabajo bien capacitado en cada unidad, que ésta siempre disponga de suficientes insumos, esté bien equipada, con un óptimo mantenimiento y que realmente se realicen acciones de campo con la intervención de la comunidad.
Surge la preocupación por estos datos estadísticos cuando se sabe, también oficialmente, que en nuestro país no se invierte lo suficiente en materia de prevención, lo cual puede demostrarse con los pobres resultados observados, mediante cuadros y gráficas de los padecimientos crónico degenerativos que ocupan uno de los diez primeros lugares de la morbilidad y mortalidad general. Entre ellos destacan las cardiopatías, la hipertensión arterial, la diabetes mellitus, las enfermedades reumáticas, las enfermedades de los riñones, los trastornos mentales como el Alzheimer y el Parkinson, el cáncer, principalmente del pulmón, próstata, colon y estómago en los varones, y de las mamas y el cérvico uterino en las mujeres. Como se sabe varias de estas nosologías llegan a integrar el llamado síndrome metabólico asociadas a trastornos de la alimentación como es el caso del sobrepeso y la obesidad.
También es ampliamente conocido y aceptado que la mayoría de las personas, de todos los grupos de edad, principalmente de 40 y más años, llevan una vida sedentaria y mantienen hábitos alimenticios inapropiados, lo que los conduce inevitablemente al aumento de peso y a la obesidad, y generalmente a cifras elevadas de ciertos componentes del perfil de lípidos, sobre todo del colesterol “malo” y de los triglicéridos. Hay que sumar a estos problemas de salud la adicción al tabaco y a las bebidas alcohólicas. Es paradójico encontrarse con personas que además de estar obesas fuman una o más cajetillas de cigarrillos, se embriagan con frecuencia y beben refrescos de cola o azucarados cuya cantidad de carbohidratos eleva sustancialmente las calorías que deberían de consumir en un día de acuerdo a su edad, sexo y peso corporal. Ni pensar que tales individuos, hombres y mujeres, practiquen algún deporte o por lo menos caminen vigorosamente media hora cada día.
Ciertamente la infraestructura hospitalaria de segundo y tercer nivel de atención se ha incrementado ostensiblemente en toda la República Mexicana, sin embargo la cantidad de camas censables y los servicios de apoyo al diagnóstico y tratamiento, así como las unidades de urgencias, cuidados intensivos y de terapia intermedia e intensiva resultan insuficientes y muy costosos en la medida en que van en aumento los internamientos de pacientes con una o más complicaciones de alguna de las enfermedades antes señaladas. Es todavía más preocupante cuando a una sola persona se le diagnostican varios problemas, por ejemplo, el propio síndrome metabólico con repercusiones sistémicas, es decir, con afectación a todos los órganos, aparatos y sistemas. Si actualmente resulta ser muy onerosa la atención de este tipo de pacientes, en los próximos años se volverá incosteable, pues no habrá presupuesto que alcance para dicho propósito, por lo que ya se ha encendido la alarma en amarillo para tomar decisiones ahora y con ello evitar la bancarrota de los servicios de salud en el país.
Conviene, entonces, dedicar un mayor presupuesto a los programas de prevención, dirigido fundamentalmente al fortalecimiento del primer nivel de atención. Insisto en que se requiere disponer de un equipo de trabajo bien capacitado en cada unidad, que ésta siempre disponga de suficientes insumos, esté bien equipada, con un óptimo mantenimiento y que realmente se realicen acciones de campo con la intervención de la comunidad.
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