Fiebre amarilla: La enfermedad más terrible por varios siglos en los puertos mexicanos.
El insigne salubrista oaxaqueño, el Dr. Miguel E. Bustamante, relató las epidemias de Fiebre amarilla que ocurrieron en nuestro país durante el siglo XIX. La gravedad de las mismas quedó plasmada en el siguiente pasaje: … “El envío de soldados mexicanos desde lugares del interior a Tampico, por la guerra con los Estados Unidos y la ocupación de aquel puerto por las tropas invasoras, ocasionó grandes pérdidas a causa de enfermedad (Fiebre amarilla y Paludismo) en ambos bandos. Era tanto el temor, que el general Scott, que tenía a su disposición 18 vagones de ferrocarril en vez de los 888 que calculaba necesarios para marchar sobre México con sus tropas, salió sin esperar a completar el número con el objeto de escapar de la Fiebre amarilla, cuya estación iba a comenzar. No obstante, esto, en las tropas estadounidenses hubo muchas bajas pues quedaron mil enfermos en Veracruz, mil en Jalapa, 200 en Perote y mil 017 en Puebla, o sea, tres mil 217 enfermos contra 5 mil 580 hombres útiles”. “La experiencia mexicana en Salud Pública”. Manuel Urbina Fuentes, Alba Moguel Ancheita, Melba Elena Muñiz Martelón y José Antonio Solís Urdaibay. Fondo de Cultura Económica.
La Fiebre amarilla también llamada Enfermedad de los 150 nombres, entre otros: Vómito negro, Kekik (“vómito de sangre” por los mayas), Fiebre negra y Cocoliztli (en lengua náhuatl, es una enfermedad infecciosa aguda, de etiología viral, de corta duración y de gravedad variable. El cuadro clínico puede ser indefinido en los casos más leves, pero en los ataques característicos cursan con fiebre de aparición repentina, dolor de cabeza, en la espalda y en los músculos de casi todo el cuerpo, escalofríos, náusea, vómito y postración. El pulso se vuelve débil y lento. La ictericia (color amarillo de la piel y conjuntivas de los ojos) es moderada cuando inicia la enfermedad y se acentúa posteriormente. Hacia el quinto día la infección cede en esta etapa, pero luego de varias horas a un día es posible que la evolución del cuadro tienda a la etapa de intoxicación que se expresa por sangrado por la nariz y en las encías, hematemesis (de ahí el nombre de vómito negro), sangrado oscuro vía rectal (melena) e insuficiencia hepática y renal. Hasta el 50% de los casos con ictericia suelen ser mortales. En las regiones endémicas del mundo es posible que el 5% de los enfermos mueran, pero cuando hay brotes la letalidad puede elevarse hasta el 50%.
El modo de transmisión del virus, género Flavivirus, en las zonas urbanas y en algunas rurales, es por medio de la picadura de mosquitos Aedes infectantes, principalmente por el Aedes aegypti. A partir de la introducción del virus al cuerpo humano pueden pasar de tres a seis días para el inicio de los síntomas de la enfermedad (periodo de incubación) y los enfermos son infectantes para los mosquitos desde poco antes de aparecer la fiebre y durante los primeros tres a cinco días del cuadro clínico. No se transmite por contacto ni por los vehículos de uso común. Cuando se sobrevive a la infección prácticamente se adquiere inmunidad.
Carlos Finlay, en Cuba, apuntó que la Fiebre amarilla era transmitida por picaduras de mosquito, aunque no pudo demostrarlo, sin embargo, Walter Reed, quien se reunió en la Habana con Finlay, junto con sus asistentes James Carroll y Jesse Lazear, demostraron la asociación entre los mosquitos y le enfermedad. A finales del siglo XIX el virus causal circulaba en casi todos los puertos del Golfo de México y en algunos del Océano Pacífico, extendiéndose al interior de muchas localidades. Gracias a las grandes campañas dirigidas a la destrucción del Aedes aegypti en nuestro país, no se ha registrado un solo caso en el área urbana desde el año de 1923. El último caso se registró en la persona de José Ríos, trabajador de la campaña contra la Fiebre amarilla. En los siglos XVIII y XIX esta última se convirtió en la enfermedad más terrible en nuestro continente. Los viajeros llegaron al grado de llamar a Veracruz y Mérida “las puertas del infierno”. De ahí la trascendencia de las acciones de tipo sanitario que se realizan en México.
La Fiebre amarilla también llamada Enfermedad de los 150 nombres, entre otros: Vómito negro, Kekik (“vómito de sangre” por los mayas), Fiebre negra y Cocoliztli (en lengua náhuatl, es una enfermedad infecciosa aguda, de etiología viral, de corta duración y de gravedad variable. El cuadro clínico puede ser indefinido en los casos más leves, pero en los ataques característicos cursan con fiebre de aparición repentina, dolor de cabeza, en la espalda y en los músculos de casi todo el cuerpo, escalofríos, náusea, vómito y postración. El pulso se vuelve débil y lento. La ictericia (color amarillo de la piel y conjuntivas de los ojos) es moderada cuando inicia la enfermedad y se acentúa posteriormente. Hacia el quinto día la infección cede en esta etapa, pero luego de varias horas a un día es posible que la evolución del cuadro tienda a la etapa de intoxicación que se expresa por sangrado por la nariz y en las encías, hematemesis (de ahí el nombre de vómito negro), sangrado oscuro vía rectal (melena) e insuficiencia hepática y renal. Hasta el 50% de los casos con ictericia suelen ser mortales. En las regiones endémicas del mundo es posible que el 5% de los enfermos mueran, pero cuando hay brotes la letalidad puede elevarse hasta el 50%.
El modo de transmisión del virus, género Flavivirus, en las zonas urbanas y en algunas rurales, es por medio de la picadura de mosquitos Aedes infectantes, principalmente por el Aedes aegypti. A partir de la introducción del virus al cuerpo humano pueden pasar de tres a seis días para el inicio de los síntomas de la enfermedad (periodo de incubación) y los enfermos son infectantes para los mosquitos desde poco antes de aparecer la fiebre y durante los primeros tres a cinco días del cuadro clínico. No se transmite por contacto ni por los vehículos de uso común. Cuando se sobrevive a la infección prácticamente se adquiere inmunidad.
Carlos Finlay, en Cuba, apuntó que la Fiebre amarilla era transmitida por picaduras de mosquito, aunque no pudo demostrarlo, sin embargo, Walter Reed, quien se reunió en la Habana con Finlay, junto con sus asistentes James Carroll y Jesse Lazear, demostraron la asociación entre los mosquitos y le enfermedad. A finales del siglo XIX el virus causal circulaba en casi todos los puertos del Golfo de México y en algunos del Océano Pacífico, extendiéndose al interior de muchas localidades. Gracias a las grandes campañas dirigidas a la destrucción del Aedes aegypti en nuestro país, no se ha registrado un solo caso en el área urbana desde el año de 1923. El último caso se registró en la persona de José Ríos, trabajador de la campaña contra la Fiebre amarilla. En los siglos XVIII y XIX esta última se convirtió en la enfermedad más terrible en nuestro continente. Los viajeros llegaron al grado de llamar a Veracruz y Mérida “las puertas del infierno”. De ahí la trascendencia de las acciones de tipo sanitario que se realizan en México.
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