Prácticas sexuales de riesgo.
“¿Se acabó el miedo al VIH? Una moda que aumenta entre la comunidad gay mexicana ha puesto en alerta a los especialistas y autoridades de la salud. Son fiestas privadas en las que se practican encuentros bareback o “a pelo”. Es decir, sexo sin protección”. Así comienza el excelente reportaje “Fiestas de alto riesgo” de la publicación Día Siete y cuyos autores son Cecilia Navarro y Jorge Fuentes, magníficamente ilustrado por Roberto Zaragoza. En realidad, sí es preocupante lo que ocurre no solamente en el Distrito Federal, pues también se tiene conocimiento de que, en las ciudades de Durango, Chihuahua, Guadalajara, Monterrey, Puebla, Tijuana y Veracruz, se está extendiendo este tipo de prácticas, las que desde hace más de una década surgieron en los llamados países desarrollados de Europa y en los del norte del continente americano, principalmente en los Estados Unidos, donde incluso existen páginas especializadas en internet.
Se trata de sitios en los que un organizador o anfitrión recibe a los interesados, sedientos de placer sin restricciones, los que terminan por desnudarse completamente para poder tomar parte del terrible aquelarre en que se convierte el lugar. Puede ser un departamento en el que la fiesta privada se desliza en medio de bebidas alcohólicas, sustancias estimulantes de los sentidos, por no decir drogas ilícitas y la proyección de imágenes pornográficas en pantallas planas de televisión. Ahí no se vale ni se permite expresar la palabra VIH, ni mucho menos SIDA, aunque se sabe que un buen número de los asistentes, muy jóvenes la mayoría, son portadores del virus. Realmente no les interesa recibir una mayor carga de la infección o transmitirla a quienes se les atraviesa en el camino durante la desenfrenada orgía; y viceversa, a los que aparentemente no tienen el VIH en su cuerpo no les importa si lo adquieren, el caso es participar piel con piel en un frenético intercambio de besos y caricias…y penetración anal.
En el reportaje al que me refiero, que por cierto no es el primero que conozco, se hace énfasis en que este tipo de prácticas tiene como justificación tres situaciones: un supuesto fastidio por el empleo rutinario del condón, al que consideran como antinatural, pues el coito debe practicarse sin él, “a capela”, el conocimiento de que la ciencia médica y la industria farmacéutica ha logrado la producción de medicamentos antirretrovirales, que si bien no significan la curación definitiva, si es posible que puedan prolongar la existencia por varias décadas con una aceptable calidad de vida, además de que si se cuenta con afiliación al Seguro Popular el tratamiento integral es totalmente gratuito y ello incluye los costosos estudios de laboratorio que sirven para el seguimiento y control de cada paciente, y por último, el desprecio, en todo caso, a morir tempranamente.
Desconozco si los asiduos a este tipo de acciones, que son como jugar a la ruleta rusa, conocen los efectos adversos, secundarios y colaterales de la gama actual de medicamentos antirretrovirales, porque ninguno de ellos es inocuo. Al respecto, quien se infecta con el VIH se somete indudablemente a un cambio en su vida, empezando porque a partir de que inicie su tratamiento, seguimiento y control todo ello será de por vida, es decir, tendrá que ingerir sus medicamentos por el resto de sus días, pues sólo así podrá tener la garantía de que sobrevivirá por muchos años. Si por el contrario, no hay adherencia o apego al tratamiento se correrá el riesgo de tener que cambiar de medicamentos, debido a que el VIH es muy proclive a las mutaciones y por ende a la farmacorresistencia.
El grave problema de este tipo de prácticas, como las que mantienen quienes intercambian a su pareja en la modalidad swinger, y quienes son promiscuos sexuales sin protección alguna, estriba en que pueden llevarnos a un repunte del SIDA cuando pensamos que ya habíamos iniciado su control epidemiológico. Otro asunto sumamente delicado es que hoy se dispone de tratamiento gratuito; mañana quizá no. Por ello es necesario crear conciencia entre los jóvenes para que comprendan que el bareback es un suicidio.
Se trata de sitios en los que un organizador o anfitrión recibe a los interesados, sedientos de placer sin restricciones, los que terminan por desnudarse completamente para poder tomar parte del terrible aquelarre en que se convierte el lugar. Puede ser un departamento en el que la fiesta privada se desliza en medio de bebidas alcohólicas, sustancias estimulantes de los sentidos, por no decir drogas ilícitas y la proyección de imágenes pornográficas en pantallas planas de televisión. Ahí no se vale ni se permite expresar la palabra VIH, ni mucho menos SIDA, aunque se sabe que un buen número de los asistentes, muy jóvenes la mayoría, son portadores del virus. Realmente no les interesa recibir una mayor carga de la infección o transmitirla a quienes se les atraviesa en el camino durante la desenfrenada orgía; y viceversa, a los que aparentemente no tienen el VIH en su cuerpo no les importa si lo adquieren, el caso es participar piel con piel en un frenético intercambio de besos y caricias…y penetración anal.
En el reportaje al que me refiero, que por cierto no es el primero que conozco, se hace énfasis en que este tipo de prácticas tiene como justificación tres situaciones: un supuesto fastidio por el empleo rutinario del condón, al que consideran como antinatural, pues el coito debe practicarse sin él, “a capela”, el conocimiento de que la ciencia médica y la industria farmacéutica ha logrado la producción de medicamentos antirretrovirales, que si bien no significan la curación definitiva, si es posible que puedan prolongar la existencia por varias décadas con una aceptable calidad de vida, además de que si se cuenta con afiliación al Seguro Popular el tratamiento integral es totalmente gratuito y ello incluye los costosos estudios de laboratorio que sirven para el seguimiento y control de cada paciente, y por último, el desprecio, en todo caso, a morir tempranamente.
Desconozco si los asiduos a este tipo de acciones, que son como jugar a la ruleta rusa, conocen los efectos adversos, secundarios y colaterales de la gama actual de medicamentos antirretrovirales, porque ninguno de ellos es inocuo. Al respecto, quien se infecta con el VIH se somete indudablemente a un cambio en su vida, empezando porque a partir de que inicie su tratamiento, seguimiento y control todo ello será de por vida, es decir, tendrá que ingerir sus medicamentos por el resto de sus días, pues sólo así podrá tener la garantía de que sobrevivirá por muchos años. Si por el contrario, no hay adherencia o apego al tratamiento se correrá el riesgo de tener que cambiar de medicamentos, debido a que el VIH es muy proclive a las mutaciones y por ende a la farmacorresistencia.
El grave problema de este tipo de prácticas, como las que mantienen quienes intercambian a su pareja en la modalidad swinger, y quienes son promiscuos sexuales sin protección alguna, estriba en que pueden llevarnos a un repunte del SIDA cuando pensamos que ya habíamos iniciado su control epidemiológico. Otro asunto sumamente delicado es que hoy se dispone de tratamiento gratuito; mañana quizá no. Por ello es necesario crear conciencia entre los jóvenes para que comprendan que el bareback es un suicidio.
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