¡Me voy a jubilar!

Puede ser que esta frase se exprese con gran emoción a los integrantes de la familia y a las amistades más cercanas, cuando se estima que ha llegado el tiempo de interrumpir la relación laboral con la dependencia pública o con la empresa privada en la que se han prestado servicios ininterrumpidos, lo que usualmente sucede tras haber transcurrido tres décadas en promedio y las mujeres y los varones han cumplido más o menos 50 años de edad, con la salvedad de que la tendencia actual es que ello ocurra diez años después. No faltan las voces de la experiencia que recomiendan que quien se vaya a jubilar se prepare bien para el inicio de una nueva etapa en su vida, pero la realidad es que no todos optamos por pensar en ello y simplemente tomamos la decisión de dar ese paso con la sola idea de que a partir del primer día en que dejemos de escuchar el timbre del reloj o la alarma del celular a la hora programada para ponernos ipso facto de pie, comenzaremos una especie de descanso terrenal eterno y vamos a dedicar nuestro tiempo para realizar todo lo que dejamos pendiente mientras nos dedicábamos a trabajar. Cuanta falsedad hay en ello.

Los que lograron administrar sanamente sus finanzas luego de décadas de trabajo, posiblemente arriben al momento de la jubilación con el producto de sus ahorros, lo cual no es muy frecuente que digamos; en el caso de los que sí fueron buenos administradores y además tuvieron otra fuente de ingresos, o su cónyuge intervino con una aportación adicional, es posible que aparte de mantener un fondo de ahorro pudieron adquirir una casa habitación con el menaje indispensable para llevar una vida decorosa e incluso, con visión, haberse permitido invertir en bienes raíces para poderles sacar algún provecho en algún momento dado. Sin embargo, me parece que la jubilación no siempre se decide en esas condiciones.

Aquellos que creían que podrían disponer de todo el tiempo del mundo para darle vuelo a la lectura de los libros que no concluyeron o que de plano ni comenzaron y que únicamente guardaron en algún lugar, que se deleitarían con los textos e imágenes de sus revistas o periódicos favoritos, que volverían a ver una y otra vez sus viejos y empolvados álbumes de fotografías, que pasarían horas enteras pegados a la televisión sin que nada ni nadie ose con interrumpirlos, o que darían largos paseos por el parque cercano, para luego sentarse a disfrutar de las maravillas de un día luminoso y de los colores y olores de la flora vecina, muy pronto llegan a darse cuenta que todo eso que al principio resulta muy agradable, al paso de los días se vuelve insulso, monótono, sin gracia, y que el tiempo se siente que transcurre muy lentamente y por lo mismo los días se alargan demasiado, que la lectura, las horas ante el televisor y el paseo por el parque no son lo que se esperaba de ellos, en pocas palabras no satisfacen las necesidades vitales del espíritu, de la mente y del cuerpo. Obvio que esta situación no es aplicable a las damas y varones por igual, porque en el caso de las primeras el trabajo doméstico es lo que les va a mantener ocupadas la mayor parte del día, por lo que al final del mismo expresarán que han caído exhaustas de tanto quehacer.

Hay otras situaciones; en cierta forma el jubilado tiende a llevar cada vez más una vida de aislamiento social y esa situación puede conducirlos a un estado de depresión, lo segundo es que ocurra una sensación de minusvalía porque se ha dejado de producir y por lo mismo se obsesione con la idea de que es un ser inútil, en tercer lugar, es que el monto de la pensión termine por no servir para sufragar los gastos básicos del hogar, lo que conduce a que se tenga que buscar una fuente de ingresos alterna para poder subsistir y lo peor, que la vida sedentaria y el estado depresivo deterioren su salud. Si el aspecto económico no es un problema es posible aprender a tocar un instrumento musical, pintar al óleo o con cualquier otra técnica, participar en juegos de mesa o de danza y baile, practicar taichí o ejercicios aeróbicos y de fuerza apropiados a la edad, y tal vez cumplir el sueño de viajar. Si ya tiene nietos los puede disfrutar. Yo opté por volver a trabajar. ¿Usted qué decisión tomaría?

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