Niños de guardería.
Actualmente es muy común que los matrimonios, las madres o padres con diversa situación de su estado civil, inscriban a sus hijos en una guardería, sea pública, principalmente de alguna de las instituciones de seguridad social, o de la iniciativa privada. El que la madre trabaje resulta ser el argumento más sólido para hacerlo, desprendiéndose de su hijo tan luego cumple con los requisitos para ser admitido como lactante menor. No es raro encontrar que en una misma guardería asistan dos hermanos, aunque en un diferente nivel. En ese establecimiento son atendidos en calidad de hogares sustitutos, por lo regular toda la jornada matutina, pero en algunos casos, sobre todo en los planteles particulares, se hacen cargo de las criaturas por más de ocho horas, es decir hasta que la madre o el padre están en posibilidades de recogerlos.
Aunque la existencia de las guarderías en nuestro país no es nada nuevo, sin embargo la mayoría de los matrimonios o parejas de antaño, y me refiero a las de nuestros padres y abuelos, e incluso a las que formamos quienes nacimos alrededor del medio siglo pasado, no se vieron o no nos vimos en la necesidad de recurrir al servicio de aquellas, por lo que los hijos solo dejaron el hogar cuando llegó el tiempo para iniciar la etapa del jardín de niños o “parvulitos”, casi siempre a los tres años de edad, y continuar posteriormente la instrucción primaria. Además, el hecho de que la madre de familia permaneciera en calidad de ama de casa todo el día, representaba la garantía de que la separación del hogar era por muy pocas horas, por lo que se aseguraba una relación madre-hijo más amplia y más íntima.
La aparición de las guarderías en el mundo obedeció fundamentalmente a propósitos altruistas, de solidaridad humana hacia las clases de la sociedad más desvalidas. La existencia de miles de niños desprotegidos, procedentes de empobrecidos hogares o de hijos de mujeres abandonadas, que se vieron en la necesidad de trabajar para poder subsistir, se convirtió en el principal detonador para que almas caritativas, que nunca faltan, se preocuparan por la creación de las primeras guarderías en los países anglosajones. Aquí cabe destacar que al referirme a las mujeres abandonadas, hay que recordar que muchas lo fueron por maridos que no retornaron a sus hogares al morir en situación de guerra, dejando en el total desamparo a su familia.
En los Estados Unidos de Norteamérica la primera guardería se inauguró en Boston en 1838 por intervención de Mrs. Joseph Hale, en apoyo a las esposas y viudas de marinos que se vieron en la necesidad de trabajar fuera de sus casas. Después, en 1854 el Nurses and Children Hospital de Nueva York creó una guardería para niños de la primera infancia, cuyas madres habían sido pacientes de dicho hospital. Posteriormente, en 1863 surgió en Filadelfia una guardería que brindó atención a los hijos de las trabajadoras de hospitales y fábricas durante la guerra civil, y en 1893 se organizó una guardería modelo con motivo de la Feria Mundial de Chicago, la que prestó sus servicios a 10 mil hijos de visitantes a dicha Feria. Resulta que en 1898 ya funcionaban 175 guarderías en distintas ciudades de la Unión Americana, lo que derivó en la constitución de la Federación Nacional de Guarderías.
En Inglaterra, la elevada mortalidad infantil y preescolar que prevalecía por las condiciones de insalubridad, hacinamiento y abandono de los hijos de madres trabajadoras de hogares pobres, obligaron a la aparición de las guarderías. La primera de ellas surgió en 1850 y se inauguró en Londres, aunque la experiencia no fue satisfactoria. Sucedió lo contrario con las llamadas guarderías libres inauguradas en Manchester en 1871 y para 1906 existían unas 30 guarderías de ese tipo, constituyéndose la Sociedad Nacional de Guarderías. Curiosamente, en ambos países se observaron altibajos en la evolución de las guarderías en cuanto a su número antes y después de cada una de las dos Guerras Mundiales.
En México, un antecedente histórico de las guarderías fueron las Casas de Expósitos, surgidas con motivo de la conquista. Pero me ocuparé de ello y más en el siguiente artículo.
Aunque la existencia de las guarderías en nuestro país no es nada nuevo, sin embargo la mayoría de los matrimonios o parejas de antaño, y me refiero a las de nuestros padres y abuelos, e incluso a las que formamos quienes nacimos alrededor del medio siglo pasado, no se vieron o no nos vimos en la necesidad de recurrir al servicio de aquellas, por lo que los hijos solo dejaron el hogar cuando llegó el tiempo para iniciar la etapa del jardín de niños o “parvulitos”, casi siempre a los tres años de edad, y continuar posteriormente la instrucción primaria. Además, el hecho de que la madre de familia permaneciera en calidad de ama de casa todo el día, representaba la garantía de que la separación del hogar era por muy pocas horas, por lo que se aseguraba una relación madre-hijo más amplia y más íntima.
La aparición de las guarderías en el mundo obedeció fundamentalmente a propósitos altruistas, de solidaridad humana hacia las clases de la sociedad más desvalidas. La existencia de miles de niños desprotegidos, procedentes de empobrecidos hogares o de hijos de mujeres abandonadas, que se vieron en la necesidad de trabajar para poder subsistir, se convirtió en el principal detonador para que almas caritativas, que nunca faltan, se preocuparan por la creación de las primeras guarderías en los países anglosajones. Aquí cabe destacar que al referirme a las mujeres abandonadas, hay que recordar que muchas lo fueron por maridos que no retornaron a sus hogares al morir en situación de guerra, dejando en el total desamparo a su familia.
En los Estados Unidos de Norteamérica la primera guardería se inauguró en Boston en 1838 por intervención de Mrs. Joseph Hale, en apoyo a las esposas y viudas de marinos que se vieron en la necesidad de trabajar fuera de sus casas. Después, en 1854 el Nurses and Children Hospital de Nueva York creó una guardería para niños de la primera infancia, cuyas madres habían sido pacientes de dicho hospital. Posteriormente, en 1863 surgió en Filadelfia una guardería que brindó atención a los hijos de las trabajadoras de hospitales y fábricas durante la guerra civil, y en 1893 se organizó una guardería modelo con motivo de la Feria Mundial de Chicago, la que prestó sus servicios a 10 mil hijos de visitantes a dicha Feria. Resulta que en 1898 ya funcionaban 175 guarderías en distintas ciudades de la Unión Americana, lo que derivó en la constitución de la Federación Nacional de Guarderías.
En Inglaterra, la elevada mortalidad infantil y preescolar que prevalecía por las condiciones de insalubridad, hacinamiento y abandono de los hijos de madres trabajadoras de hogares pobres, obligaron a la aparición de las guarderías. La primera de ellas surgió en 1850 y se inauguró en Londres, aunque la experiencia no fue satisfactoria. Sucedió lo contrario con las llamadas guarderías libres inauguradas en Manchester en 1871 y para 1906 existían unas 30 guarderías de ese tipo, constituyéndose la Sociedad Nacional de Guarderías. Curiosamente, en ambos países se observaron altibajos en la evolución de las guarderías en cuanto a su número antes y después de cada una de las dos Guerras Mundiales.
En México, un antecedente histórico de las guarderías fueron las Casas de Expósitos, surgidas con motivo de la conquista. Pero me ocuparé de ello y más en el siguiente artículo.
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