Enfermeras, ¡benditas sean!
Los años han pasado y atrás quedaron infinidad de gratísimos momentos y vívidas experiencias del diario acontecer en aquella dependencia federal que por más de cuatro décadas se conoció oficialmente como Servicios Coordinados de Salud Pública en el Estado. Fueron sus titulares, en orden cronológico los Dres. Alberto Vargas Merino, Guillermo Ramírez Baños, Ramiro J. Farrera Rojas, Rigoberto Rodríguez Solís, José E, Larumbe Lozano, Alberto Castellanos Sánchez, Juan Cedeño Ferreira, (por cierto, estos dos últimos permanecieron en dicho puesto 18 y 12 años, respectivamente), Raúl Carrillo Silva y Miguel Ángel Nakamura López. Con el siguiente, Dr. Arturo Molina Sosa, se modificó el nombre de la dependencia por el de Servicios de Salud de Oaxaca, como resultado de las acciones de desconcentración y luego de descentralización del nivel federal hacia las entidades federativas, las que a su vez emanaron de la Ley General de Salud durante la administración del Dr. Guillermo Soberón Acevedo, Secretario de Salud del país; por esa razón existe un nombramiento dual en buena parte de los estados, como sucede en el nuestro, pues el Director General de los Servicios de Salud, cuyos recursos proceden fundamentalmente del nivel federal, es también Secretario de Salud local, pues dicho servidor público, nombrado por el Gobernador en turno, es el responsable de coordinar la atención sanitario asistencial del sistema estatal de salud.
Pues bien, de ese periodo inolvidable y que sentó las bases de la administración de la Salud Pública en Oaxaca, y muy especialmente en el ámbito de la Enfermería, deseo destacar la etapa en la que conocí y trabajé conjuntamente con elementos de esta noble profesión, apasionadas de ella, leales y solidarias a su institución, a sus superiores, y a sus compañeros de trabajo, talentosas, con una enorme carga de energía para prestar sus servicios no por un turno, sino a tiempo exclusivo, sumamente preparadas y con una gran avidez por la enseñanza continua y por las actividades docentes y de investigación, y si se me permite la expresión, verdaderas “todo terreno”, con lo que quiero decir que su ámbito laboral no se circunscribía a una oficina, no siempre confortable en la capital del estado, sino que su universo de trabajo eran las ocho regiones de éste, pero no exclusivamente las localidades de mayor complejidad, las urbanas que son polos de desarrollo; no, sus incursiones comprendían hasta las agencias y rancherías más alejadas y en los sitios más difíciles de transitar en distintos vehículos de motor, en pequeñas aeronaves, en lanchas de motor, a lomo de bestia o a pie. No pocas de ellas aprendieron a conducir, con audacia responsable, los transportes que la dependencia podía proporcionarles, fueran los famosos “safaris”, jeeps, combis, y hasta pequeñas motocicletas, los que les servían como apoyo a sus actividades de supervisión, asesoría y capacitación en servicio, dirigidas al personal adscrito a las casas y centros de salud rurales y urbanos, así como a los hospitales generales de 30 y 60 camas.
No quisiera dejar de nombrar a ninguna Enfermera de las que comento, pero la memoria a veces lo traiciona a uno; por esa razón pido disculpas si omito alguna de ellas. Recuerdo, entre otras a María del Pilar Sánchez Villavicencio, Victorina Bolaños García, Carmen Velasco Osorio, Teresa Montes Celaya, Rafaela Hernández Chávez, Gloria Dolores Soto Cruz, Teresa Sánchez Calderón, Candelaria Cruz Aguilar, Jovita Chávez Cruz, Eufrasia Cortés, Valentina Pacheco Vásquez, Escolástica Flores Trinidad, María del Carmen Ramírez Victoria, Irene Vásquez Mendoza, Hortensia Lilí Hernández Cano, Elvia Alonso Vásquez, Elisa Juárez Pacheco, (estas dos últimas ya finadas), Natividad Isabel Heredia Martínez, Juliana Angélica Vargas Rodríguez y Eugenia Ruiz Dávila. (Agrego ahora a Ruth Eunice Gutiérrez Ortiz). La mayoría tuvieron experiencia clínica, algunas ocuparon alguna responsabilidad técnica o administrativa importante. Se de las que ya se jubilaron, otras han cumplido más de 30 años de servicio y siguen, pero todas han dejado huella en la salud de Oaxaca, ganándose a pulso que uno les diga ¡Benditas sean!
Pues bien, de ese periodo inolvidable y que sentó las bases de la administración de la Salud Pública en Oaxaca, y muy especialmente en el ámbito de la Enfermería, deseo destacar la etapa en la que conocí y trabajé conjuntamente con elementos de esta noble profesión, apasionadas de ella, leales y solidarias a su institución, a sus superiores, y a sus compañeros de trabajo, talentosas, con una enorme carga de energía para prestar sus servicios no por un turno, sino a tiempo exclusivo, sumamente preparadas y con una gran avidez por la enseñanza continua y por las actividades docentes y de investigación, y si se me permite la expresión, verdaderas “todo terreno”, con lo que quiero decir que su ámbito laboral no se circunscribía a una oficina, no siempre confortable en la capital del estado, sino que su universo de trabajo eran las ocho regiones de éste, pero no exclusivamente las localidades de mayor complejidad, las urbanas que son polos de desarrollo; no, sus incursiones comprendían hasta las agencias y rancherías más alejadas y en los sitios más difíciles de transitar en distintos vehículos de motor, en pequeñas aeronaves, en lanchas de motor, a lomo de bestia o a pie. No pocas de ellas aprendieron a conducir, con audacia responsable, los transportes que la dependencia podía proporcionarles, fueran los famosos “safaris”, jeeps, combis, y hasta pequeñas motocicletas, los que les servían como apoyo a sus actividades de supervisión, asesoría y capacitación en servicio, dirigidas al personal adscrito a las casas y centros de salud rurales y urbanos, así como a los hospitales generales de 30 y 60 camas.
No quisiera dejar de nombrar a ninguna Enfermera de las que comento, pero la memoria a veces lo traiciona a uno; por esa razón pido disculpas si omito alguna de ellas. Recuerdo, entre otras a María del Pilar Sánchez Villavicencio, Victorina Bolaños García, Carmen Velasco Osorio, Teresa Montes Celaya, Rafaela Hernández Chávez, Gloria Dolores Soto Cruz, Teresa Sánchez Calderón, Candelaria Cruz Aguilar, Jovita Chávez Cruz, Eufrasia Cortés, Valentina Pacheco Vásquez, Escolástica Flores Trinidad, María del Carmen Ramírez Victoria, Irene Vásquez Mendoza, Hortensia Lilí Hernández Cano, Elvia Alonso Vásquez, Elisa Juárez Pacheco, (estas dos últimas ya finadas), Natividad Isabel Heredia Martínez, Juliana Angélica Vargas Rodríguez y Eugenia Ruiz Dávila. (Agrego ahora a Ruth Eunice Gutiérrez Ortiz). La mayoría tuvieron experiencia clínica, algunas ocuparon alguna responsabilidad técnica o administrativa importante. Se de las que ya se jubilaron, otras han cumplido más de 30 años de servicio y siguen, pero todas han dejado huella en la salud de Oaxaca, ganándose a pulso que uno les diga ¡Benditas sean!
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