La fatídica carretera a Tlacolula
Cada semana la nota roja de los diarios locales ofrecen a sus lectores fotografías y textos de los accidentes de tránsito que ocurren en la carretera que une a la capital del Estado con la localidad de Tlacolula de Matamoros, con lamentables consecuencias en pérdida de vidas humanas, lesiones que ameritan hospitalización y secuelas que terminan en un determinado grado de discapacidad física y/o mental, temporal o permanente en quienes las sufren, además del tremendo costo por los daños materiales de los vehículos siniestrados y a veces de los bienes que transportan. Tiene que ver en tales hechos de sangre la velocidad con la que conducen la mayoría de las personas, en otros casos su impericia para manejar un vehículo de motor; también si esta acción se realiza con algún grado de intoxicación etílica y tal vez, en menor proporción, por alguna falla mecánica del vehículo o la ponchadura de un neumático, pero hay un factor importante del que, por sentido común, no me queda la menor duda que influye sobremanera, las condiciones de la carretera.
Esa importante vía que fue objeto de ampliación hace algunos años y que dispone de un libramiento para no pasar por Santa María del Tule, ciertamente vino a agilizar el movimiento vehicular hacia las localidades ubicadas a lo largo de la carretera que nos comunica con la región del Istmo, se amplió, pero no es de dos carriles por eje vial y tampoco fue construido un camellón que delimite ambas vías, como se observa en las carreteras modernas, de tal manera que quien conduce su vehículo a menor velocidad se ve forzado a utilizar la acotación para permitir el rebase de quien lleva prisa o simplemente maneja a mayor velocidad. Esta situación produce una sensación de estrés todo el tiempo de traslado hasta llegar a Tlacolula o a cualquiera de las localidades ubicadas en el trayecto a esta última. Sucede lo peor cuando el que viene detrás de uno acerca tanto su unidad a la nuestra que parece que será inevitable un percance entre ambos, y si no se le permite el paso de inmediato, se encienden las luces del que viene pisándonos los talones volviéndose una clara amenaza mientras no tomamos la decisión de hacernos a un lado. Por esa razón reconozco que no me agrada viajar en esa carretera y menos con mi familia; cuando lo he hecho es por verdadera necesidad o cuando he viajado en autobús al Istmo.
De los conductores que presionan para que uno utilice el acotamiento están los taxistas foráneos, los que se ven envueltos constantemente en terribles accidentes en esa peligrosa carretera, contándose por decenas las víctimas inocentes a lo largo del año. Cuando uno observa el odómetro y éste se encuentra en el límite de velocidad permitido, causa asombro cuando los taxistas nos rebasan fácilmente a más de 120 kilómetros por hora; de ahí que los choques resulten fatales y se declare pérdida total de los vehículos siniestrados.
Al respecto y a manera de comparación, recuerdo que el año pasado en el noticiero nocturno de Televisa, con insistencia se dieron a conocer los accidentes que ocurrían en un tramo de la carretera que une al Distrito Federal con la Ciudad de Toluca; una y otra vez observamos las escenas en las que casi siempre estuvieron implicados vehículos de motor de gran tonelaje, autobuses de pasajeros y tracto camiones, viéndose afectados múltiples automóviles, sus conductores y pasajeros. Al parecer, gracias al noticiero, las autoridades del Estado de México aplicaron una serie de medidas para atender dicho problema, creo que con éxito, porque rara vez se ha vuelto a saber de otros accidentes de gran magnitud en ese lugar. Se puede colegir de lo anterior que sí es posible modificar un patrón situacional como el que he comentado, de tal manera que me atrevo a sugerir que se asuman medidas tales como la modificación del tramo carretero de Santa María del Tule a Tlacolula, colocar señalamientos preventivos de tránsito en sitios estratégicos, fortalecer y hacer permanente la vigilancia de la policía federal, aplicar el alcoholímetro por lo menos los fines de semana y hacer obligatorio el curso de educación vial para todos los conductores.
Esa importante vía que fue objeto de ampliación hace algunos años y que dispone de un libramiento para no pasar por Santa María del Tule, ciertamente vino a agilizar el movimiento vehicular hacia las localidades ubicadas a lo largo de la carretera que nos comunica con la región del Istmo, se amplió, pero no es de dos carriles por eje vial y tampoco fue construido un camellón que delimite ambas vías, como se observa en las carreteras modernas, de tal manera que quien conduce su vehículo a menor velocidad se ve forzado a utilizar la acotación para permitir el rebase de quien lleva prisa o simplemente maneja a mayor velocidad. Esta situación produce una sensación de estrés todo el tiempo de traslado hasta llegar a Tlacolula o a cualquiera de las localidades ubicadas en el trayecto a esta última. Sucede lo peor cuando el que viene detrás de uno acerca tanto su unidad a la nuestra que parece que será inevitable un percance entre ambos, y si no se le permite el paso de inmediato, se encienden las luces del que viene pisándonos los talones volviéndose una clara amenaza mientras no tomamos la decisión de hacernos a un lado. Por esa razón reconozco que no me agrada viajar en esa carretera y menos con mi familia; cuando lo he hecho es por verdadera necesidad o cuando he viajado en autobús al Istmo.
De los conductores que presionan para que uno utilice el acotamiento están los taxistas foráneos, los que se ven envueltos constantemente en terribles accidentes en esa peligrosa carretera, contándose por decenas las víctimas inocentes a lo largo del año. Cuando uno observa el odómetro y éste se encuentra en el límite de velocidad permitido, causa asombro cuando los taxistas nos rebasan fácilmente a más de 120 kilómetros por hora; de ahí que los choques resulten fatales y se declare pérdida total de los vehículos siniestrados.
Al respecto y a manera de comparación, recuerdo que el año pasado en el noticiero nocturno de Televisa, con insistencia se dieron a conocer los accidentes que ocurrían en un tramo de la carretera que une al Distrito Federal con la Ciudad de Toluca; una y otra vez observamos las escenas en las que casi siempre estuvieron implicados vehículos de motor de gran tonelaje, autobuses de pasajeros y tracto camiones, viéndose afectados múltiples automóviles, sus conductores y pasajeros. Al parecer, gracias al noticiero, las autoridades del Estado de México aplicaron una serie de medidas para atender dicho problema, creo que con éxito, porque rara vez se ha vuelto a saber de otros accidentes de gran magnitud en ese lugar. Se puede colegir de lo anterior que sí es posible modificar un patrón situacional como el que he comentado, de tal manera que me atrevo a sugerir que se asuman medidas tales como la modificación del tramo carretero de Santa María del Tule a Tlacolula, colocar señalamientos preventivos de tránsito en sitios estratégicos, fortalecer y hacer permanente la vigilancia de la policía federal, aplicar el alcoholímetro por lo menos los fines de semana y hacer obligatorio el curso de educación vial para todos los conductores.
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