Visión del sector salud: ofrecer calidad.

La calidad de la atención debe palparse desde fuera de cualquier establecimiento de salud, en la fachada, en sus áreas verdes y en la pulcritud y en el orden que prive en el inmueble. Al entrar, en la limpieza de puertas y ventanas, pisos, pintura de paredes y enseguida, en el trato que se recibe en las áreas de recepción, consulta externa, servicios de apoyo al diagnóstico y tratamiento, urgencias, farmacia, etc., y desde luego en la vestimenta o atuendo oficial de los trabajadores, en particular los que integran el área blanca y si todos portan su gafete de identificación.

Uno de los indicadores más sensibles para medir la calidad de la atención médica es el tiempo de espera en un determinado servicio; cuando se emplea el sistema de citas es más eficiente y aún así los pacientes se irritan con razón cuando esperan demasiado. Esto sucede hasta en los consultorios de los médicos que ejercen en forma privada.

Cuando se tiene la posibilidad económica para pagar los servicios que ofrecen los hospitales de la medicina privada en nuestro país, y muy especialmente en el Distrito Federal y en las capitales de los Estados con mayor grado de desarrollo, se queda uno deslumbrado, pero es indudable que “poderoso señor es don dinero”, por que existe un mundo de diferencia con lo que observamos de manera general en los nosocomios del sector público, aún cuando se trate de los prestigiados Institutos Nacionales de Salud, casi todos ellos por el rumbo de la Calzada de Tlalpan en la Ciudad de México. El éxito de la medicina privada de los hospitales más cotizados, se basa en su capacidad financiera para poder costear hasta la más mínima de sus necesidades. Son, en cierta forma una empresa de lucro, un negocio donde no hay pérdidas, sólo utilidades; a cambio de ello los enfermos y sus familiares reciben una atención expedita, esmerada, de lujo y si se trata del servicio de hospitalización las habitaciones pueden ser tan amplias y confortables como las de cualquier hotel de cinco o más estrellas.

Poder ser “huésped” temporal o casi permanente de un lugar así, no representa un gasto excesivo para una minoría de las familias de nuestro país; diríase que el pago correspondiente es como quitarle un pelo a un gato; en cambio, para quienes no tienen la solvencia monetaria de aquellas, pero se atreven a utilizar tales servicios, suelen terminar en la banca rota, con gastos que resultan catastróficos y que representan un tremendo sacrificio económico. Todos los días hay muchos ejemplos de ello, pero le aconsejo que lea “¿Por qué a mí? Diario de un condenado”, de Víctor Hugo Rascón Banda, quien vivió esa amarga experiencia y falleció en medio de una crítica situación financiera.

Alguna vez acompañé a los integrantes de una comisión que vino a la capital para evaluar la calidad de la atención en el Hospital General “Dr. Aurelio Valdivieso”. Con asombro me comentaron que no era posible que casi con el mismo presupuesto cada año se superaran las metas del anterior; entonces me preguntaron, ¿por qué se quejan de que no les alcanza el recurso? La respuesta, les expresé, radica en el tipo de atención que se ofrece, en un inmueble con instalaciones, equipo, mobiliario e instrumental insuficiente u obsoleto, ropa de cama y para paciente que casi son andrajos, adquisición de medicamentos, material de curación y otros insumos por las familias de los pacientes fuera del hospital, y alimentación que apenas cubre los criterios de nutrición, entre otros ejemplos. Esta breve explicación les abrió los ojos en el lugar de los hechos. La calidad de la atención debe ser integral, producto de una excelente interacción entre los múltiples factores que intervienen, en donde todo ha de funcionar como la maquinaria de un reloj y con un sentido gerencial. Además de una infraestructura en óptimas condiciones, tres cosas son esenciales: líderes sensibles, cuyo perfil incluya una basta experiencia y una elevada carga de conocimientos técnicos y administrativos, una plantilla completa de recursos humanos capacitados y un presupuesto decoroso. Esa debe ser la visión del sector salud; a eso debemos aspirar si queremos calidad.

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