¿Trump será víctima de un próximo atentado?
El panorama cambió radicalmente para el mundo con el inesperado triunfo del republicano Donald Trump en las recientes elecciones de los Estados Unidos de Norteamérica. Contra todos los pronósticos de las múltiples encuestas aplicadas y de la docta opinión de los experimentados politólogos de aquí y allá, así como de toda clase de adivinos y clarividentes, el millonario empresario inmobiliario y de otros giros comerciales, logró imponerse a su contrincante, la demócrata Hillary Clinton, que podría haber sido la primera mujer que condujera los destinos del país más poderoso del orbe.
Mucho se ha dicho desde hace un año y más aún alrededor del proceso electoral, que atrajo como nunca la atención de miles de millones de habitantes de los cinco continentes, vertiéndose sobre ambos candidatos infinidad de adjetivos, muchos de ellos verdaderos insultos, pero el más atacado y tal vez el más odiado ha sido Trump, y aunque no es ético desearle la muerte a ningún ser humano, sin embargo existen las condiciones y los ingredientes para pensar que el hoy presidente electo podría ser víctima de un atentado en el corto plazo, fundamentalmente porque en su camino a la Casa Blanca ha sembrado odio, incertidumbre y desesperanza, renaciendo con el aquellos demonios que parecían haberse extinguido al término de la 2ª. Guerra Mundial.
No son pocos los magnicidios registrados a través de la historia, pero entre los más recordados se encuentra el asesinato del presidente norteamericano John F. Kennedy ocurrido en la Ciudad de Dallas, Texas, el 22 de noviembre del 2013. Muchos años atrás, en el mismo país del norte, el 14 de abril de 1865, la humanidad se conmovió con la artera muerte de Abraham Lincoln, quien había abolido la esclavitud. Volviendo al siglo XX, el 11 de septiembre de 1973 corrió como reguero de pólvora el bárbaro asesinato del presidente de Chile, Salvador Allende, víctima de un golpe de Estado organizado por el general Augusto Pinochet. Años después, el 28 de febrero de 1986, Olof Palme, ex Primer Ministro de Suecia, falleció a consecuencia de los disparos que recibió; el 4 de noviembre de 1995, el Premio Nobel de la Paz, Isaac Rabin, primer ministro de Israel, cayó abatido en plena plaza de Tel Aviv. Podría seguir recordando los atentados que cimbraron al mundo, pero solo basta con recordar algunos más, como fueron los asesinatos del Archiduque Francisco Fernando y su esposa, la muerte a puñaladas de Julio César, el famoso emperador romano, también la de Benazir Bhutto, Primera Ministra de Pakistán y la del rey Alejandro I de Yugoslavia. En México quién no recuerda los atentados que causaron la muerte de Francisco Villa, Emiliano Zapata, Venustiano Carranza y Álvaro Obregón, por mencionar algunos personajes de la Revolución Mexicana
Generalmente lo más común de una muerte violenta como las referidas, ha sido la naturaleza pública de las víctimas, contándose entre ellas a reyes, presidentes y jefes de gobierno, diputados, parlamentarios, candidatos a elecciones, líderes de movimientos sociales, políticos y religiosos, altos representantes de las instituciones del estado e intelectuales y artistas significados políticamente o que han representado un ícono de un movimiento social, y aunque no lo hayan sido, también se cuenta a famosos de la cultura mediática como han sido los casos de los artistas, músicos, comunicadores, deportistas, etc.
En los Estados Unidos también es de contar el atentado que sufrió Ronald Reagan, siendo Presidente de esa nación, apenas 69 días después de haber asumido tan elevado cargo, saliendo ileso para su fortuna; curiosamente tenía casi la misma edad de Donald Trump. Este, tiene en contra su inobjetable racismo, el desprecio que siente por los inmigrantes de todo origen, principalmente latinos y musulmanes y ahora más recientemente su deseo incontenible por deportar a millones de mexicanos, entre los cuales, expresa, existen individuos integrantes de los cárteles de la delincuencia organizada. Entre todos ellos podría estar el que pudiera intentar asesinarlo y tal vez lo consiga. El tiempo lo dirá.
Mucho se ha dicho desde hace un año y más aún alrededor del proceso electoral, que atrajo como nunca la atención de miles de millones de habitantes de los cinco continentes, vertiéndose sobre ambos candidatos infinidad de adjetivos, muchos de ellos verdaderos insultos, pero el más atacado y tal vez el más odiado ha sido Trump, y aunque no es ético desearle la muerte a ningún ser humano, sin embargo existen las condiciones y los ingredientes para pensar que el hoy presidente electo podría ser víctima de un atentado en el corto plazo, fundamentalmente porque en su camino a la Casa Blanca ha sembrado odio, incertidumbre y desesperanza, renaciendo con el aquellos demonios que parecían haberse extinguido al término de la 2ª. Guerra Mundial.
No son pocos los magnicidios registrados a través de la historia, pero entre los más recordados se encuentra el asesinato del presidente norteamericano John F. Kennedy ocurrido en la Ciudad de Dallas, Texas, el 22 de noviembre del 2013. Muchos años atrás, en el mismo país del norte, el 14 de abril de 1865, la humanidad se conmovió con la artera muerte de Abraham Lincoln, quien había abolido la esclavitud. Volviendo al siglo XX, el 11 de septiembre de 1973 corrió como reguero de pólvora el bárbaro asesinato del presidente de Chile, Salvador Allende, víctima de un golpe de Estado organizado por el general Augusto Pinochet. Años después, el 28 de febrero de 1986, Olof Palme, ex Primer Ministro de Suecia, falleció a consecuencia de los disparos que recibió; el 4 de noviembre de 1995, el Premio Nobel de la Paz, Isaac Rabin, primer ministro de Israel, cayó abatido en plena plaza de Tel Aviv. Podría seguir recordando los atentados que cimbraron al mundo, pero solo basta con recordar algunos más, como fueron los asesinatos del Archiduque Francisco Fernando y su esposa, la muerte a puñaladas de Julio César, el famoso emperador romano, también la de Benazir Bhutto, Primera Ministra de Pakistán y la del rey Alejandro I de Yugoslavia. En México quién no recuerda los atentados que causaron la muerte de Francisco Villa, Emiliano Zapata, Venustiano Carranza y Álvaro Obregón, por mencionar algunos personajes de la Revolución Mexicana
Generalmente lo más común de una muerte violenta como las referidas, ha sido la naturaleza pública de las víctimas, contándose entre ellas a reyes, presidentes y jefes de gobierno, diputados, parlamentarios, candidatos a elecciones, líderes de movimientos sociales, políticos y religiosos, altos representantes de las instituciones del estado e intelectuales y artistas significados políticamente o que han representado un ícono de un movimiento social, y aunque no lo hayan sido, también se cuenta a famosos de la cultura mediática como han sido los casos de los artistas, músicos, comunicadores, deportistas, etc.
En los Estados Unidos también es de contar el atentado que sufrió Ronald Reagan, siendo Presidente de esa nación, apenas 69 días después de haber asumido tan elevado cargo, saliendo ileso para su fortuna; curiosamente tenía casi la misma edad de Donald Trump. Este, tiene en contra su inobjetable racismo, el desprecio que siente por los inmigrantes de todo origen, principalmente latinos y musulmanes y ahora más recientemente su deseo incontenible por deportar a millones de mexicanos, entre los cuales, expresa, existen individuos integrantes de los cárteles de la delincuencia organizada. Entre todos ellos podría estar el que pudiera intentar asesinarlo y tal vez lo consiga. El tiempo lo dirá.
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