Informe de la OCDE Salud México 2016.
La OCDE es la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y está integrada por 35 países miembros; fue fundada en 1960 y sus oficinas centrales se ubican en el Chateau de la Muette, París, Francia. Desde junio del 2006 el importante organismo internacional es dirigido por José Ángel Gurría Treviño, mexicano nacido en la Ciudad de Tampico en 1950, y cuyo tercer mandato expirará en el año 2021. Angel Gurría, como más se le conoce, tiene, entre su palmarés curricular el haberse desempeñado como Secretario de Relaciones Exteriores y luego como Secretario de Hacienda y Crédito Público de nuestro país. La finalidad de la OCDE es lograr la coordinación de las principales políticas de los Estados miembros en lo referente a la economía y a los asuntos sociales.
Es frecuente que se califique a la OCDE como una organización de naciones ricas, debido a que sus integrantes generan alrededor del 80% del Producto Nacional Bruto a nivel mundial. La OCDE opera, en conjunto con los países que la conforman, unos doscientos comités y grupos de especialistas de las áreas más diversas. Además de producir una amplia variedad de estadísticas, también edita centenares de publicaciones al año, en los que recopila datos, analiza cifras y propone líneas de acción a seguir para fomentar el crecimiento económico y el desarrollo social.
Pues bien, en el presente año la OCDE publicó los resultados de su Diagnóstico y Recomendaciones al Sistema de Salud de México, los que francamente nos colocan en la cola de los 35 estados miembros, pues como regla general sus comparaciones se realizan respecto de la cifra media de cada indicador. Por la trascendencia del contenido del mencionado informe, a continuación me he permito dar a conocer algunos datos de la mayor relevancia. Para empezar, expresa que el Sistema de Salud de México continúa como un conjunto fragmentado de subsistemas distintos, cada uno con diferentes niveles de atención, dirigido a grupos diferentes, con precios diferentes y con resultados diferentes. La proporción del presupuesto nacional de salud en gasto administrativo, cercana al 10%, es la más alta de la OCDE; en la misma situación se encuentra el gasto de bolsillo en salud de los individuos, lo cual significa que todavía se está lejos de alcanzar una cobertura efectiva y servicios de alta calidad, por lo que se requiere construir un Sistema de Salud Nacional más equitativo, eficiente y sostenible. De los indicadores más alarmantes destacan los siguientes: Uno de cada tres niños ya tiene sobrepeso u obesidad; nuestro país es el segundo con mayor sobrepeso de la OCDE y casi uno de cada seis adultos es diabético, más del doble del promedio de dicha organismo. La brecha de longevidad con el resto de los países se ha ampliado de cuatro a casi seis años; la población mexicana está envejeciendo más rápido que cualquier otro país de la OCDE; las tasas de sobrevivencia después de un infarto cardiaco o un accidente cerebrovascular son notablemente peores; la muerte por estas patologías ha disminuido pero de manera muy modesta. Por otra parte, la salud y la prosperidad se siguen distribuyendo de forma desigual entre los estados del norte, el centro y el sur del país y la pobreza continúa siendo endémica; casi el 60% del empleo es en el sector informal; el gasto público en la protección social más amplio es el más bajo de todos los países. México cuenta con menos médicos y enfermeras por cada 1,000 habitantes; su densidad de camas de hospital también es muy baja. El Seguro Popular no cubre los infartos en los mayores de 60 años, ni los accidentes cerebrovasculares, la diálisis después de la insuficiencia renal, la esclerosis múltiple y el cáncer de pulmón. Además, la atención primaria no está tan desarrollada como debería. Más de 10 millones de mexicanos tienen dos (y a veces hasta tres o cuatro) seguros de salud, lo que es inapropiado. Tal como funciona el Sistema Nacional de Salud es malo para los pacientes y malo para los contribuyentes. Conclusión: México requiere con urgencia una atención de la salud centrada en las necesidades de las personas y las comunidades, en lugar de varios sistemas.
Es frecuente que se califique a la OCDE como una organización de naciones ricas, debido a que sus integrantes generan alrededor del 80% del Producto Nacional Bruto a nivel mundial. La OCDE opera, en conjunto con los países que la conforman, unos doscientos comités y grupos de especialistas de las áreas más diversas. Además de producir una amplia variedad de estadísticas, también edita centenares de publicaciones al año, en los que recopila datos, analiza cifras y propone líneas de acción a seguir para fomentar el crecimiento económico y el desarrollo social.
Pues bien, en el presente año la OCDE publicó los resultados de su Diagnóstico y Recomendaciones al Sistema de Salud de México, los que francamente nos colocan en la cola de los 35 estados miembros, pues como regla general sus comparaciones se realizan respecto de la cifra media de cada indicador. Por la trascendencia del contenido del mencionado informe, a continuación me he permito dar a conocer algunos datos de la mayor relevancia. Para empezar, expresa que el Sistema de Salud de México continúa como un conjunto fragmentado de subsistemas distintos, cada uno con diferentes niveles de atención, dirigido a grupos diferentes, con precios diferentes y con resultados diferentes. La proporción del presupuesto nacional de salud en gasto administrativo, cercana al 10%, es la más alta de la OCDE; en la misma situación se encuentra el gasto de bolsillo en salud de los individuos, lo cual significa que todavía se está lejos de alcanzar una cobertura efectiva y servicios de alta calidad, por lo que se requiere construir un Sistema de Salud Nacional más equitativo, eficiente y sostenible. De los indicadores más alarmantes destacan los siguientes: Uno de cada tres niños ya tiene sobrepeso u obesidad; nuestro país es el segundo con mayor sobrepeso de la OCDE y casi uno de cada seis adultos es diabético, más del doble del promedio de dicha organismo. La brecha de longevidad con el resto de los países se ha ampliado de cuatro a casi seis años; la población mexicana está envejeciendo más rápido que cualquier otro país de la OCDE; las tasas de sobrevivencia después de un infarto cardiaco o un accidente cerebrovascular son notablemente peores; la muerte por estas patologías ha disminuido pero de manera muy modesta. Por otra parte, la salud y la prosperidad se siguen distribuyendo de forma desigual entre los estados del norte, el centro y el sur del país y la pobreza continúa siendo endémica; casi el 60% del empleo es en el sector informal; el gasto público en la protección social más amplio es el más bajo de todos los países. México cuenta con menos médicos y enfermeras por cada 1,000 habitantes; su densidad de camas de hospital también es muy baja. El Seguro Popular no cubre los infartos en los mayores de 60 años, ni los accidentes cerebrovasculares, la diálisis después de la insuficiencia renal, la esclerosis múltiple y el cáncer de pulmón. Además, la atención primaria no está tan desarrollada como debería. Más de 10 millones de mexicanos tienen dos (y a veces hasta tres o cuatro) seguros de salud, lo que es inapropiado. Tal como funciona el Sistema Nacional de Salud es malo para los pacientes y malo para los contribuyentes. Conclusión: México requiere con urgencia una atención de la salud centrada en las necesidades de las personas y las comunidades, en lugar de varios sistemas.
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