Se forman los recursos humanos, pero no hay plazas
Uno de los dilemas más trascendentes a resolver en la vida de los seres humanos, tiene que ver con la decisión de cimentar su futuro con la selección de lo que un individuo quiere llegar a ser. Si a un menor de edad le preguntamos qué le gustaría ser cuando sea “grande”, no pocos contestarán con aplomo su preferencia por una determinada profesión, respuesta que está invariablemente dirigida a las profesiones más conocidas y en las que hay que considerar los factores internos, de orden familiar, y los del entorno o medio ambiente que inciden en nuestra vida y que de alguna manera actúan de manera determinante. Otros niños optarán por carreras técnicas u oficios como los que desempeñan alguno de sus padres, familiares o amistades de la familia y no es infrecuente escuchar que una criatura desea ser bombero o policía, y los hay también quienes manifiestan su interés por el deporte, las letras o las artes; sin embargo, en la mayoría de los casos no se cumple el sueño, la ilusión, objetivo o meta de los chiquillos, porque van a influir en sus decisiones otras situaciones que tienen que ver con su propio crecimiento y desarrollo físico y mental, y obviamente con los mismos ambientes ya descritos.
En el caso de los jóvenes que tienen la oportunidad y el privilegio de estudiar, cuando cursan la preparatoria o bachillerato generalmente se inclinan por alguna licenciatura para ingresar a los planteles de nivel superior. ¿Pero cuántos de ellos realmente disponen de todos los elementos para definir de manera contundente y precisa la profesión que, sin más, desarrollarán durante su vida productiva? Por otra parte, ¿En qué medida los padres de familia tienen la capacidad de orientar a sus hijos para que tomen la decisión de su vida? y ¿Cuántos jóvenes acuden a recibir la llamada “orientación vocacional”?, y, ¿El resultado de ésta es una garantía de que los chicos tendrán éxito en la decisión que tomen?
Me temo que infinidad de los futuros profesionistas no sabe exactamente lo que quiere y que su inclinación hacia determinadas licenciaturas se ve influida por factores ajenos a su libre albedrío, de tipo mediático, con la influencia de lo que las instituciones de nivel superior, públicas o privadas, ofertan en espectaculares, anuncios en los medios de transporte urbano, spots en la radio y a veces en la televisión, en foros o exposiciones organizados ex profeso e inclusive por medio del internet. Mucho tiene que ver la mercadotecnia y el impulso hacia determinadas carreras, las que en nuestro medio son hasta cierto punto limitadas, si las comparamos con lo que ofrecen las universidades y tecnológicos de prestigio a nivel nacional, las que además disponen de programas de posgrado a partir de diplomados, con múltiples maestrías, especialidades y doctorados.
Varias son las licenciaturas que son las que más llaman la atención de la juventud oaxaqueña y que por lo mismo se saturan de inmediato en cuanto se inicia el proceso de selección en los planteles de las universidades locales; en el caso del área blanca de la salud ocurre con medicina, enfermería, odontología, psicología y más recientemente con nutrición. El peso de la matrícula se inclina indiscutiblemente con ellas en relación a otras profesiones que aparentemente muestran cierta tendencia a la declinación. El problema estriba en que si bien es cierto que los planteles escolares satisfacen su objetivo de llenar los espacios que ofertan, con todo y las actuales restricciones que les imponen los organismos acreditadores, la realidad que preocupa es que existe un excedente de profesionistas titulados que no dispone de empleo o si lo tiene está mal remunerado o, lo que es peor, nada tiene que ver con su preparación, lo cual indudablemente debe ser motivo de una terrible frustración. Esto se vuelve un círculo vicioso que obviamente afecta a las nuevas generaciones de profesionales de la salud.
En nuestro país existe desvinculación entre las instituciones formadoras de los recursos humanos y las empleadoras. Sí se requieren los profesionales de la salud pero no hay plazas. Esto es un grave problema cuya solución es de la mayor prioridad.
En el caso de los jóvenes que tienen la oportunidad y el privilegio de estudiar, cuando cursan la preparatoria o bachillerato generalmente se inclinan por alguna licenciatura para ingresar a los planteles de nivel superior. ¿Pero cuántos de ellos realmente disponen de todos los elementos para definir de manera contundente y precisa la profesión que, sin más, desarrollarán durante su vida productiva? Por otra parte, ¿En qué medida los padres de familia tienen la capacidad de orientar a sus hijos para que tomen la decisión de su vida? y ¿Cuántos jóvenes acuden a recibir la llamada “orientación vocacional”?, y, ¿El resultado de ésta es una garantía de que los chicos tendrán éxito en la decisión que tomen?
Me temo que infinidad de los futuros profesionistas no sabe exactamente lo que quiere y que su inclinación hacia determinadas licenciaturas se ve influida por factores ajenos a su libre albedrío, de tipo mediático, con la influencia de lo que las instituciones de nivel superior, públicas o privadas, ofertan en espectaculares, anuncios en los medios de transporte urbano, spots en la radio y a veces en la televisión, en foros o exposiciones organizados ex profeso e inclusive por medio del internet. Mucho tiene que ver la mercadotecnia y el impulso hacia determinadas carreras, las que en nuestro medio son hasta cierto punto limitadas, si las comparamos con lo que ofrecen las universidades y tecnológicos de prestigio a nivel nacional, las que además disponen de programas de posgrado a partir de diplomados, con múltiples maestrías, especialidades y doctorados.
Varias son las licenciaturas que son las que más llaman la atención de la juventud oaxaqueña y que por lo mismo se saturan de inmediato en cuanto se inicia el proceso de selección en los planteles de las universidades locales; en el caso del área blanca de la salud ocurre con medicina, enfermería, odontología, psicología y más recientemente con nutrición. El peso de la matrícula se inclina indiscutiblemente con ellas en relación a otras profesiones que aparentemente muestran cierta tendencia a la declinación. El problema estriba en que si bien es cierto que los planteles escolares satisfacen su objetivo de llenar los espacios que ofertan, con todo y las actuales restricciones que les imponen los organismos acreditadores, la realidad que preocupa es que existe un excedente de profesionistas titulados que no dispone de empleo o si lo tiene está mal remunerado o, lo que es peor, nada tiene que ver con su preparación, lo cual indudablemente debe ser motivo de una terrible frustración. Esto se vuelve un círculo vicioso que obviamente afecta a las nuevas generaciones de profesionales de la salud.
En nuestro país existe desvinculación entre las instituciones formadoras de los recursos humanos y las empleadoras. Sí se requieren los profesionales de la salud pero no hay plazas. Esto es un grave problema cuya solución es de la mayor prioridad.
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